1 año después
La noche anterior había sido un océano de sentimientos, Layla lo miró sobre el hombro mientras abría una nueva caja, con aire soñador, tomando del interior platos de blanca porcelana.
Quizá sus cosas no combinaban con aquel rustico lugar, pero aquello era una combinación de ambos, aquella casa enorme rodeada por arboles y con un enorme patio en el que podía escuchar a Bayle ladrándole a Gian cuando intentaba tocar a Lía y los gritos de él en respuesta, aquellos blancos objetos pondrían algo de ella por toda la casa; su esencia.
La mirada de Daniel inevitablemente se dirigió hacia las manos de Layla, pensando en todo lo que había ocurrido unas horas atrás, ella se dio cuenta y sonrió, cuando el timbre interrumpió sus miradas ella soltó un grito de emoción. Daniel sabia a qué se debía, aquello había sido lo primero que salió de sus labios; ya quiero contárselo a Jemm.
Lía apareció seguida de cerca por Bayle, tras ellos, Gian intentando llevarse bien con la mascota de aquella familia parecía asustado de hacer cualquier movimiento brusco.
—Muere por contárselo… —soltó Lía cuando estuvo a su lado, mirándolo con una sonrisa burlona, Daniel asintió.
—Así es… —la chica negó con la cabeza, mientras las voces emocionadas y los gritos de su hermana y de Jerome llegaban a través de las paredes.
Lía miró a su alrededor, aquella casa le parecía tan linda… estaba tan feliz por Layla, ella planeaba quedarse con ellos hasta que pasaran los años difíciles de la universidad, entonces volvería al apartamento que compartía con Layla y seria toda una mujer independiente… o al menos esa era su meta.
—¡Y dije que sí! —soltó Layla, mientras entraba colgada del brazo de su amigo.
Jerome miró hacia Daniel, sonriendo, fingiendo que no estaba enterado de que habían estado planeando aquello por meses… le sonrió de regreso.
—¿Y porqué una pulsera? —soltó el recién llegado, con una mirada cómplice que solo Lía y Daniel notaron.
—Queríamos algo diferente así que… Daniel nunca había dado una pulsera de compromiso y… yo nunca había estado comprometida —Jerome sonrió con dulzura hacia su amiga, aquella había sido su idea y Daniel se dio cuenta que disfrutaba del triunfo.
—Maravilloso… —masculló Gian a sus espaldas, a lo que Bayle ladró en respuesta.
Todos comenzaron a reír, mirando al perro con ternura, era una masa enorme de pelos y ladridos y hacía a Daniel tan feliz…
—¿Cuál es mi habitación? —Jerome miró hacia Layla y ella sonrió.
—La del fondo… —dijo orgullosa, sabiendo que él pensaba que había olvidado aquella promesa que años atrás se hicieron mutuamente sobre siempre tener un lugar para el otro en sus hogares.
Jerome los miró y sus ojos se llenaron de lagrimas
—Ay no… —susurró Lía hacia Daniel y él hizo una mueca que revelaba su estupor —. No puedes llorar Jemm… hasta el día en que la boda se lleve a cabo… es de mala suerte —soltó Lía mirando a su amigo, él se giró con aire dramático y comenzó a abanicar sus ojos con las manos.
—Mientes… pero aguantaré las lágrimas… —su forma de hablar hizo reír a Layla, se colgó de sus hombros mientras hablaba:
—¡Manos a la obra! Todos a desempacar —gritó, mirando hacia Daniel…
—¿Cuándo es la boda? —cuestionó Jemm mientras tomaba una caja del piso que anunciaba “cocina” con grandes letras hechas con rotulador negro.
—Lo sabremos cuando suceda….
—¿Qué?
—Que dejaremos que el tiempo nos lo diga, pero, cuando llegue el día, te llamaré por teléfono y tendrás que empacar tu traje de baño, porque… definitivamente será en la playa —respondió Layla, en su “vestimenta de jaleo” que llevaba viejos recuerdos a la mente de Daniel…
La ultima vez que la había llevado lo ayudaba a mudarse a un apartamento, mientras que, en ese instante, estaba mudándose ella, a la casa que compartirían desde ese momento en adelante.
—Gian… ¿ya te conté lo que pasó anoche? —Gian la miró y negó, aun cuando ya había escuchado la historia de la boca de Lía, Layla sonrió y comenzó a contarla de nuevo.
Como habían terminado de sacar todo del camión de mudanza, como Lía había dicho que necesitaba ir a dormir y ella estaba enfadada y cansada y cuando entró a la cocina se encontró con la mesa llena de comida y Daniel le dijo que se tomara un descanso, justo cuando estaba tomando su soda, él le hizo la pregunta y aquella pulsera había salido de la nada y la había hecho escupir como en las películas cuando alguien está demasiado sorprendido y bebe soda al mismo tiempo… en fin, toda la historia, que iluminaba su rostro.
—Cuenta tu versión… —soltó Layla hacia Daniel y él lo hizo, con aquella cadencia característica y la sonrisa lenta que la ponía nerviosa…
Lía los miraba con una sonrisa, sabiendo que desde ya se perfilaban como la típica pareja perfectamente envidiable cuyo amor traspasa las paredes y ventanas del hogar que comenzaban a formar, se alegraba de ser parte, se alegraba tanto de que su hermana tuviese la felicidad que por años había anhelado…
—Son tan… extraños chicos —soltó Jerome, pretendiendo que no había estado a punto de llorar al saber la noticia y Lía comenzó a reír.
Editado: 30.06.2021