SALVATORE.
La linea se conecta y una pequeña tensión llena el aire.
—Volvemos a tener contacto, ¿cuál es la ocasión especial? —indaga la voz jadeante del otro lado.
—Pronto nos veremos, prepara todo para cuando llegue Lucía —exijo—. Mis hombres te llevarán un whisky en especial, prepára lo.
—Todo estará listo para tu llegada —afirma.
—Perfecto —doy por terminada la llamada y cuelgo.
Me sumerjo de nuevo en los papeles importantes de las carpetas clasificadas; los toques en la puerta llaman mi atención.
—Adelante —indico.
—Mi señor, los vehículos están listos y los hombres esperando sus órdenes —anuncia cerrando la puerta tras de sí.
—Prepara un equipo con las mejores armas, avisa a Daniel que se prepare —explico.
Asiente y sale del despacho. Organizo los papeles importantes; cuando voy a agarrar el teléfono, una llamada entra.
—Diablo, Emiliano está por salir; trataré de retener lo posible —expresa Lucía del otro lado.
—Vamos saliendo; entréten lo —manifiesto.
—A su orden.
Corto la comunicación y termino de guardar los archivos con llave.
—Un movimiento en falso y todos morirán —dice una voz fugaz frente a la puerta del despacho.
Cierro en silencio la caja fuerte y de igual manera me levanto para tomar mi arma mientras me acerco de manera sigilosa a la puerta.
Me preparo para abrir; levanto el arma, abro la puerta y Daniel está parado con la mano estirada para abrir.
—Espera —declaro—. Baja el arma; Orlando me comentó que me llamabas.
—Maldita sea, Daniel; la próxima espera a que salga del despacho. Si te llamaba, saldremos —confieso.
—Salvatore, tenemos el informe de la persona que mandaste a investigar; su información es de esas que evitó —dice incómodo, tal vez por su descubrimiento.
Guardo mi arma en su lugar; Daniel cierra la puerta del despacho mientras acomodo mi arma.
—Antecedentes —indago.
—Tráfico de personas, jefe de una pequeña mafia que está empezando y tiene un hermano; además, tiene problemas con el juego y la bebida —responde.
Me detengo cerca de las escaleras; miro su expresión y sé lo que viene.
—Hace un par de años atacó la mafia canadiense; la mafia era de mi padre hace 9 años —aprieta la mandíbula mirando su cicatriz.
—No quería que te enteraras que fue él, pero solo te voy a decir una cosa: deja que tus demonios sean soltados y tus deseos de venganza serán más grandes —expreso.
Bajo las escaleras y Orlando está esperando en la puerta.
—Los escuadrones están listos; Charles está en el primer escuadrón, Coraline y Adelaida dirigen los demás escuadrones —informa Orlando.
—Perfecto; prepara dos vehículos de más. Que todo se prepare para salir de inmediato —digo saliendo de la casa.
La puerta de la primera camioneta está abierta para mí; me introduzco en su interior. Daniel es el siguiente en montarse; la puerta se cierra tras él y un golpe en el techo de la camioneta es suficiente para que el motor ruge y se ponga en marcha.
—Dime Salvatore, ¿cómo lo encontraste? —Daniel me mira expectante a la respuesta.
—Yo no lo encontré; Armando lo hizo. Desde hace un tiempo estaba buscando un rastro de su esposa que fue secuestrada por Emiliano y cuando me contaste que lo querías encontrar, me puse en contacto con Armando para ayudarlo —le digo dando una breve respuesta.
Daniel asiente con una expresión inquietante en su rostro; su pierna se mueve impaciente. Me mantengo sereno mientras más rápido avanza el tiempo más nos acercamos a la casa de Montenegro. El vehículo se detiene a medio metro de la casa; los escuadrones se bajan y se acomodan en su posición. Orlando me sigue cuando estoy frente a la puerta junto a Daniel.
Daniel da golpes precisos en la puerta; la paciencia no es su mejor virtud y me mira desesperado luego de un minuto y medio.
—Hola, disculpen, ¿a quién buscan?
Una voz femenina me hace despegar la mirada de Daniel y Lucía está mirándome expectante, viendo cada uno de mis movimientos.
—Nos volvemos a ver; al grano, ¿dónde está?
No vacilo y la miro esperando a que dé paso para entrar.
—En la sala, los llevo —asiento y ella nos indica el camino.
Cierra la puerta atrás de sí misma y caminamos en la dirección indicada
Las grandes puertas están abiertas y la cara de Emilio está clavada en unos malditos papeles.
—Emilio, tienes visitas —Lucía le hace saber.
—¿Quién es, mujer? —pregunta sin despegar la mirada de sus documentos.
—Salvatore De'Angelo y Daniel Bernard —dice, y el hombre sorprendido despega su mirada e inmediatamente nos mira.
Se levanta y nos invita a pasar y sentarnos; si supiera lo que le va a pasar, no nos estaría invitando a conversar. Contengo la media sonrisa que quiere salir.
—¿Y qué los trae por aquí? —pregunta.
—Queríamos hacer un increíble trato con usted y queríamos saber si le gustaría —le digo.
—¿Y cuál es ese trato? —dice con interés.
—¿Se les ofrece algo de tomar? —dice Lucía, y esa es la señal.
—Sí, yo quiero agua —dice Daniel.
—Un café —le digo.
—Yo quiero un whisky —dice Emilio.
Lucía llega con las bebidas; dejo el vaso en la mesita de centro y converso sin sentido esperando a que los somníferos en el whisky le hagan efecto, es testarudo peleando con el medicamento y mi paciencia está por agotarse cuando por fin pierde el conocimiento.
—Primer escuadrón, hagan que el hacker borre todo; el segundo, dentro de la casa ahora mismo; y el último, preparen todo para ir directo a la fortaleza —ordeno.
Un fuerte pinchazo atraviesa mi cabeza de manera continua, lo que me pone de mal humor inmediatamente. Salgo de la casa mientras Daniel habla con Lucía; cruzan sus últimas palabras y Daniel termina de dar las órdenes.
Me introduzco en la camioneta y Daniel es el siguiente. Toco el techo y arranca inmediatamente mientras somos seguidos por los demás hacia la fortaleza. En el camino, voy trabajando en el iPad en cosas de la empresa y un comunicado de mi asistente llega diciendo que tengo una rueda de prensa.