ANNA.
—Los estaba esperando; llegaron tarde.
Confusión. Solo esa expresión estaba en sus rostros. Daniel abre y cierra su boca como pez fuera del agua.
—¿Sorprendidos, caballeros? Sé a lo que vienen; no pierdan el tiempo. ¿Cuántas armas necesitan? Necesito la información del tipo de armas que buscan.
Salen de su estupefacción y camino con ellos detrás en dirección a la biblioteca.
—Armas militares de largo alcance, francotiradores, armas blancas —la voz gruesa de Salvatore se hace presente.
Asiento en su petición.
—Un aproximado de trescientas armas de cada una; la cifra no importa —la voz de Daniel me cala en lo más profundo.
Un escalofrío me recorre la columna. Ignoro ese sentimiento. Pasamos dentro de la estancia, me acerco y toco el borde de la estantería; esta se desplaza dejando ver el almacén. Llamo a mis hombres para que empiecen a cargar las armas. La voz de victoria se hace presente en el auricular.
—Anna, concéntrate. Aleja de tu cara esa sonrisa —al escuchar la voz me alejo un poco.
—Es lo que intento —digo entre dientes.
—Bien, algo fácil. La modelo que va a estar en la pasarela, ¿cómo se llamaba?
—Su apellido es Yoon. ¿Qué sucede? ¿Cancelo?
—De hacerlo, lo puede hacer, pero no lo hizo.
—¿Cuál es el problema?
—Ninguno. Me gusta ver tu cara de frustración. Date la vuelta y afronta el problema.
La comunicación se corta por su parte. Hago lo que me dijo y me doy la vuelta volviendo a acercarme, viendo a mis hombres terminar con el trabajo.
—La confirmación del pago le llegará en un momento —anuncia Salvatore y sale detrás de la última caja de armas. Los ojos de Daniel se posan en mí. Su cara dice mucho más de lo que su boca habla.
—¿Cómo es que tú...?
—¿Cómo es que yo qué? ¿Que soy la jefa de la mafia que era de mi hermano? Bien, eso será en otro momento. Quiero que me expliques cuál fue la razón por la que tú saliste esa noche así por así después de todo.
—Eso no sé cómo explicarlo, pero te juro que si me das una oportunidad más, esta vez lo haré mejor.
Apretó los labios en una fina línea y asintió. Salgo de la biblioteca con Daniel pisándome los talones y salgo hasta la entrada.
—La próxima vez dile a Daniel que me llame; ya tiene mi número. Nos vemos en otra ocasión.
La puerta del vehículo se cierra cuando me doy la vuelta y corro al interior de la casa, directo a mi despacho.
—Tu asistente mandó la agenda y las invitaciones; también mandó la lista de personas que están invitadas a la gala.
La voz calmada de Victoria se hace presente. Me acerco a su lado, mirando el plano de la casa.
—Perfecto, cubre la puerta que da al jardín trasero. Salvatore no va a pasar por el pasadizo.
—Obvio no va a pasar; mide un metro noventa y cinco. Lo hice con toda la intención, ya que Edgardo a esa hora está en la sala principal.
—Se lo pondrás en bandeja de plata.
—Exactamente. La modelo te espera en Italia mañana en la tarde para las pruebas y los ensayos.
—Nos veremos en Italia, y Victoria...
—Sí —dice mientras enrolla el plano para guardarlo.
Me muerdo el interior de la mejilla para no dejar escapar una sonrisa.
—Que no te maten, por favor. Ni un solo rasguño.
—No prometo que no tendré un rasguño, pero nadie me matará, eso te lo aseguro. Ve a Italia tranquila, cuore d'oro. Te mantendré informada desde el infierno.
Me guiña un ojo y sale por la puerta. Suspiro negando con la cabeza. La brusca entrada de alguien al despacho me sobresalta.
—Se me olvidaba esto —dice señalando el objeto—. Nos vemos dentro de dos meses.
Asiento y parpadeo confundida por el tiempo estipulado de reencuentro. Capto unas pequeñas palabras de lo que dice cuando contesta la llamada saliendo del despacho.
—No lo sé, Alessandro. Si veo a Hyun, le doy tu mensaje; no, a él todavía no lo he encontrado.
Típico de hermanos. Ruedo los ojos. Lo siguiente que se escucha es el ruido ensordecedor de mi teléfono.
—¿Qué quieres, Daniel?
—Quería hablar contigo de algo; necesito que nos veamos en la cafetería que está en el centro, la de la última vez.
—Te recuerdo que la última vez no salió tan bien ese reencuentro.
—Pero te prometo que esta vez nada de eso pasará.
—A las nueve; ni un minuto más ni un minuto menos. Si no te veo ahí a la hora estipulada, me voy —le aclaro.
—De acuerdo, nos vemos allá.
—No doy segundas oportunidades; ten eso en cuenta, Daniel.
Suspiro y me concentro en la laptop frente a mí con la lista de invitados y no puedo creer los nombres que me encuentro: Alessandro Gustamante y Lucía Monterrey, la mejor diseñadora de todos los tiempos estará ahí y esta vez sí confirmó la invitación. De Alessandro no me sorprende; tendré que avisarle a Victoria que su hermano estará en la gala.
VICTORIA.
—No lo sé, Alessandro; tal vez sí. Hyun no me ha dicho si mi sobrino está con ella.
—Baek está con Hyun; él quería ver lo antes posible a Salvatore. Hermanita querida, recuerda no matarlo por favor; hazlo por el bien de Baek.
—No prometo nada.
—Nos veremos después y por favor, que no te maten.
La llamada se corta y guardo el teléfono de camino a la sala.
—¿Por qué todo el mundo siempre piensa que me van a matar? —refunfuño.
Las risas se escuchan hasta donde me encuentro. Acelero mis pasos y llego al umbral de la sala en el momento perfecto. Caden balbucea en mi dirección.
—Gracias, Luna. Nos vemos después.
—Hasta luego, señorita Victoria.
Camino hasta la salida de la casa. El silbido de JB atraviesa el aire, captando la atención de Hunter.
—A la casa de Edgardo; la obra está por empezar.
—Zack ya compró la antigua casa; los de limpieza están sacando el polvo.
—Perfecto, que nadie mueva un solo mueble de su lugar hasta que llegue.