NARRADOR OMNISCIENTE.
Milán.
Aquella mujer imponente, con elegancia, coloca sobre el tablero al rey, esperando pacientemente la confirmación del trabajo. Hace un movimiento en el tablero con las torres, poniendo en peligro al rey y manda al fondo de su cabeza a esa molesta vocecita que dice "mátalo".
El sonido de pasos fuera del despacho hace que clave su vista en la puerta; los pasos se detienen y luego se escuchan unos ligeros toques.
—Adelante —dice recostando sé en la silla.
—Mi señora —hace una reverencia.
—¿Qué información tienes? —va directo a su objetivo.
—El capo ha recibido la información y el informante dice que vio a Ruth Pregona en la casa del capo —informa.
—Maldita víbora, sobrevivió —el disgusto está plasmado en su rostro.
El hombre se queda parado frente a la puerta.
—Manda a otra persona, a la que están capacitando, para espiar al interior de la casa —ordena.
—Mi señora, todavía no... —ella lo mira con tanta frialdad en sus ojos que se calla.
—No quiero ni un pero; la vas a mandar cuando tengan oportunidad de introducirla dentro de esa maldita casa, ¿me escuchaste? —gesticula hostil ante cualquier réplica.
—Sí señora —da un asentimiento y sale del despacho casi corriendo.
—Maldita perra, suplicarás por morir una vez que te tenga en mis manos —se levanta y se para frente al gran ventanal.
La sonora carcajada retumba en todos lados del despacho, completamente insonorizado por la paranoia de la mujer de que alguien escuche sus conversaciones "privadas".
Alguien ya sospecha de ella, pero solo tiene que confirmar sus sospechas y reunir pruebas.
—Me las pagarás caro, Ruth Pregona, y tu karma será destruirte desde lo que pensabas que eran cenizas hace mucho tiempo; me las pagarán tú y todos los que te rodean —mira por el gran ventanal como salen cuatro de sus camionetas en dirección a su siguiente objetivo.
Los hermanos están cerca y la guerra está que comienza. ¿Las piezas están en las manos equivocadas o en las correctas? Los juegos de azar ya empezaron; todos probarán su suerte. Simultáneamente, todos serán eliminados uno por uno.
El que conoce el campo de guerra sobrevivirá, pero el que está empezando a crear un imperio morirá.
Y todas las reglas de la mafia se romperán y nuevas se construirán.
El amor en la guerra surgirá.
Solo recuerden que todo en la vida se paga; a cada quien le llega su karma.
El bueno será el malo y el malo será el bueno; no todo es color de rosas, hay que saber diferenciar.
Nadie debe juzgar un libro por su portada.
Hierba mala nunca muere.
El demonio no va a cambiar por mucho que tú lo desees.
Por eso es que después de tantas apuñaladas las personas aprenden a vivir con el cuchillo.
Y aun así, a pesar de saber todas esas cosas, la mujer se encuentra viendo a través del gran ventanal esperando recibir aquel informe que le "alegrará el día", o eso espera ella. Para ella ningún día es bueno mientras no tenga el poder suficiente.
—Mi señora —entra uno de sus hombres al despacho.
Sin darle la cara al hombre, le hace una señal con sus manos para que siga hablando.
—La esposa de Lucifer encontró al infiltrado de la mafia croata; el infiltrado que mandó ya va en camino a la mansión del capo en Puerto Rico —anuncia el hombre.
—Perfecto, manden a un grupo más tras del informante y que estén desplegados por Puerto Rico y cerca de la mansión, y otro escuadrón en la casa de mi esposo; y si son descubiertos, mátenlos en el acto —la frialdad en su voz hace que el hombre asienta frenéticamente.
—Sí señora —la puerta del despacho suena indicando que el hombre salió.
La cara de la mujer es de pura satisfacción, pero lo que no sabe es que la están dejando tomar el control por el momento y su oponente está más cerca de lo que cree.
Las reglas de la Cosa Nostra son claras:
La traición se paga con la muerte.
No toques a la mujer del capo ni a sus progenitores.
Si incumples todas las reglas que están dictadas hace más de treinta décadas, serás asesinado a sangre fría.