El lado oscuro de la mafia

CAPITULO 13✓

VICTORIA.

Después del estúpido episodio, me han tenido encerrada en esta maldita celda que más bien parece la jaula de algún animal. Al parecer, llevo días encerrada, y siempre que me despierto encuentro comida y una botella de agua. Ella lleva menos de una semana encerrada y es catastrófico.

Jamás en la vida me vuelvo a privar de mi libertad. Esta noche tengo que reunirme con Anna, pero el plan parece haber fallado un poco; la cámara que tenía justo frente a la celda fue retirada. Pero eso no me hace flaquear; no era la única cámara que había.

Esta vez todo está a oscuras; la luz que apenas alumbra un poco terminó de apagarse por completo hace un par de horas, tal vez dos o más. En la penumbra, una escasa luz llega de algún dispositivo.

—Sal, el jefe te necesita arriba —la voz femenina me llega a los oídos y pone alerta mis sentidos; no ha amanecido, esta gente parece un maldito murciélago.

No digo nada, pero cuando la luz me es puesta directamente a los ojos me ciega por completo; lo poco que puedo percibir en ella es molestia. Quiero jugar un rato.

—Dile que se joda, que puede esperar —respondo.

—Pues tú vas y se lo dices tú misma; no soy mandadero de nadie, estúpida —replica ella.

Se cabreó más rápido de lo que esperaba, pero me sirve. Se acerca hasta estar a unos pasos de mí y su cara apenas es perceptible con la poca luz. Permanezco sin decir una palabra y con una sonrisa en la cara.

—Coraline, ¿por qué tardas tanto? —el grito de Daniel llega desde lejos, y al parecer solo su voz altera la presencia de la tal Coraline.

Ella no le responde, se separa de mí y se pone en posición desafiante frente a mí; yo, por otro lado, me mantengo firme en mi posición, mirándola con una sonrisa arrogante. Justo en ese momento llega Daniel.

—Victoria, Salvatore te necesita arriba —asiento ante su petición, consciente de cuál es mi posición con él y de que tengo que ganarme su confianza.

Me levanto del suelo haciendo que Coraline me mire mal por hacerle caso a él, cuando con ella simplemente la reté.

—No es justo, Dani. Yo le dije pero ella no se quería levantar.

Hago un gran esfuerzo por no reírme por el apodo tan estúpido y parece ser una burla hacia el hombre que tengo enfrente. Vamos por el pasillo a dos pasos de las escaleras cuando me jalan del brazo y me susurran la cosa más estúpida del mundo:

—Dani es mío; ni tú ni nadie me lo va a quitar.

—No eres su tipo —respondo.

Me jaló de su agarre y salgo por fin de la oscuridad en la que estaba sumergida. Daniel me conduce por el mismo pasillo por el que me sacaron de ese agujero la primera vez. Esta vez me tomo la molestia de observar mi entorno y la misma duda de los últimos días llega a mi cabeza: ¿Dónde estará Caden? ¿Estará bien?

—Victoria —la voz de Salvatore me devuelve a la realidad—. Necesito tu ayuda con el bebé.

Señala a Caden en sus brazos y mis ojos se llenan de lágrimas al ver a mi bebé durmiendo tranquilamente; es tan ajeno a la situación en la que está, que ingenuamente duerme plácido. Salvatore está sentado detrás del gran escritorio de madera.

—Las mujeres de servicio no duermen hace dos días —me informa, y eventualmente me sorprendo; Caden no es de los que no dejan dormir.

—¿Algo en específico que esté presentando? ¿Malestar general? —Lo miro interrogante, esperando su respuesta mientras evalúo su rostro; tiene pequeñas bolsas bajo sus ojos y parece que tampoco durmió mucho.

—Fiebre, llanto incontrolable, no tenía ganas de comer —enumera Daniel, quien está sentado.

Me acerco a él, arrodillándome, y le toco un poco la boca con cuidado. Caden se remueve y empieza a sollozar; suelta pequeños gemidos de dolor cuando toco un pequeño bulto en su encía. Saco mi dedo de su boca y, de inmediato, se despierta y empieza a llorar.

Se lo quito a Salvatore de los brazos y lo empiezo a arrullar; va cerrando los ojos poco a poco.

—Le están saliendo los dientes —le informo, y me mira extrañado—. ¿Me necesitan para otra cosa?

—Sí, a partir de hoy dormirás en una habitación en el segundo piso.

Asiento antes de sentarme y contemplar un poco a Caden.

—¿Qué más sabes sobre Edgardo y Emilio?

Su pregunta me toma por sorpresa, pero inmediatamente me acomodo en mi lugar, mirándolo fijamente.

—Colaboraba con el director de la institución más prestigiosa de Dinamarca, Peter Friedrich, el hombre más solemne; era uno de sus más allegados informantes. Tenía un contacto en la G.A.E.; el M.D.I la dominaba Edgardo, y Emilio no era muy inteligente; era un desastre. Él se encargaba de deshacerse de los soplones, y uno de ellos soy yo. Lo entregué a ustedes antes de que delatara todo.

Me miran incrédulos; no es para tanto, no que supieran todo. En un par de semanas, tal vez al final del mes.

—¿Tienen un teléfono?

Daniel me entrega el suyo desbloqueado; guau, qué confianza. Marco el teléfono de Dorian; tarda en contestar un poco pero lo hace.

—Dorian Maceratti.

—¿Victoria? —pregunta incrédulo.

—Tanto tiempo, ¿qué ha sido de ti? —Lo pongo en altavoz para que no se pierdan nada de la conversación.

—Bueno, ¿qué te puedo decir, Dorian? Nada del otro mundo. Necesito un favor.

—¿Qué tipo de favor?

—Necesito que hables con el director de la institución donde estudié hace un par de años y le digas que volveré a su institución. Necesito que prepare unas cuatro sillas más en el aula de clases.

—Perfecto, hablaré con él para que puedas volver a entrar.

—Genial. Oh, y necesito inscribir a dos personas más, pero solo por un día.

—Bien, yo le digo. Y dile a Zack que espere mi llamada.

—Está bien, yo le digo.

Cuelgo y me miran, esperando una explicación. Le entrego el bebé a Daniel y me levanto de la silla hacia la laptop de Salvatore.

—Bien, les explicaré algo con el plano de la institución, si me permites —le digo, mirándolo a los ojos para que entienda.




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