El lado oscuro de la mafia

CAPITULO 18✓

VICTORIA.

Las horas pasaron volando mientras hablaba con las únicas amigas que tengo. Creo que, en cierto punto, el encierro me está volviendo loca, aunque no más de lo que ya estoy. Me frustra estar en una habitación día tras día. Justo cuando las chicas me están ayudando a recolectar información, Baek llega con Alessandro de la mano.

—Niñas.

Su saludo es genérico, como si estuviera programado. De igual manera, le devuelvo el saludo. Hunter entra con un cachorro en la boca y, justo cuando Alessandro se sienta junto a Hyun, Hunter coloca al cachorro en su regazo y sale inmediatamente de la habitación.

—Te toca hacer de niñera, hermanito —me burlo de él.

—Sí, Salvatore estaba llamando a JB. Ve antes de que sigan escarbando —me mira con terror—. Sabes bien que lo que encontrarán no será lindo, para nadie.

—Lo sé.

Aceptando la situación, salgo de la habitación y me dirijo a la biblioteca. Según lo que sé, está ahí. Mientras tanto, en el camino, reviso las cámaras de seguridad.

Me paro frente a la gran puerta de roble y suspiro. Me asomo por la pequeña abertura en la puerta. Me siento pequeña otra vez, como una niña que espiaba a escondidas a su padre y hermano, esperando que la bomba de colores salga disparada justo cuando ponen la mano en un libro.

Abro un poco más la puerta, dejando justo el espacio que necesito para pasar, y la cierro cuando entro. Salvatore está en una llamada al otro lado de la habitación, mientras Daniel revisa un archivo. Me acerco con cuidado y, cuando estoy lo suficientemente cerca, leo un poco de la información.

—Gran información, pero eso no es ni la mitad del caso —susurro junto a su oído.

Daniel se sobresalta y me mira mal. Salvatore, por su parte, termina su llamada y me queda mirando. Creo que sabe una parte, pero no todo, y me da la ventaja.

—Habla.

—Cuánta hostilidad, Tore —me burlo de él.

Los miro atentamente, les indico que se sienten, y yo me mantengo de pie.

—Antes de empezar, quiero saber: ¿qué información encontraron?

—Sabemos que estuviste en un laboratorio y cómo llegaste a Edgardo.

—Bien, ya que saben todo eso, deberían conocer un poco más —sonrío un poco—. Nadie es lo que parece ser. Verán, llegué al laboratorio como una simple niña con la cual experimentaría Edgardo, probando venenos o algo parecido a una droga. Casi cinco meses estuve encerrada, y cada día era un infierno diferente. Luego, Edgardo me sacó de ese lugar porque necesitaba una niña que se hiciera pasar por huérfana. Ascendió a jefe de la G.A.E.

Dejo de hablar. Nada más diré eso, pero eso les dejará una picazón de curiosidad aún mayor. Daniel no logra entender nada, o al menos eso parece, ya que su expresión facial indica confusión, una alerta llega al aparato que tengo en mis manos.

Apresuro mi entrada al sistema. Alguien está intentando acceder a la base de datos. Escribo el código y lo expulso directamente de mi sistema.

Esta vez no es la alarma de la tablet la que suena; estamos bajo ataque. Salgo corriendo de la biblioteca hacia mi habitación. Alessandro no está, y Hyun trata de calmar a Baek. Yo, por mi parte, miro a Anna con Caden en brazos. Aunque me cueste un poco, me siento en su dirección. Abro la puerta del baño y hago que Hyun entre con Baek.

Silbo cuando cierro la puerta del baño con seguro y, después, hago lo mismo con la puerta de la habitación. Hunter sube corriendo las escaleras. Sin detenerme a pensar demasiado, corro de vuelta a la biblioteca. No hay nadie en este lugar. Dejo que mi recorrido por la casa comience desde este punto.

El sonido de las balas llega hasta donde me encuentro. No es innovador escuchar eso. Empiezo a trotar hacia el sonido, dejándome guiar. Los cristales crujen bajo mis pies y el olor a pólvora se intensifica en este punto. El sonido de las balas se hace más fuerte con cada paso.

Las ventanas están completamente rotas. Mis hombres y los de Salvatore están devolviendo el fuego. Algunos se encuentran tras ellas, mientras otros cambian los cargadores cuando se les acaban. Unos corren de allá para acá. Las luces de toda la casa están apagadas, dándonos la ventaja. Por un momento, siento el roce de algo minúsculo contra mi pierna. Toco el lugar afectado y encuentro que una bala me rozó. Mis pies escuecen con cada paso hacia el final de las escaleras. Una nueva ventana se rompe.

Más allá de mi dolor, el plan se pone en marcha. Uno de los míos corre a la cocina buscando los interruptores y enciende las luces. Me acerco a la ventana más cercana, apoyándome en el muro mientras saco mi arma para empezar a disparar.

Las municiones se me acaban cuando en una esquina veo a Salvatore cubrir a uno de sus hombres, recibiendo el disparo en su pierna nuevamente. Saco mi arma y empiezo a disparar para abrirme paso.

En este punto, más de uno ha muerto. De los míos, están intactos, aunque hay un solo cadáver en el suelo. Llego hasta donde se encuentra Salvatore y me arrodillo frente a él. Rasgo una parte de su camisa y le hago un torniquete en la pierna.

Me levanto nuevamente, pero esta vez ordeno a cada uno de los hombres de Salvatore y míos que dejen de devolver el fuego.

—El jefe estará contento —comenta quien parece ser el líder del escuadrón que sigue disparando en mi dirección.

—Pues dile a tu jefe que lo perseguiré y que se cuide las espaldas muy bien. Si no, me encargaré de hacerlo sufrir tanto como a su padre.

—¿Es una amenaza? —alza una de sus cejas, y su cara se contrae cuando una carcajada grotesca sale de él.

—Tómalo como quieras —le disparo en la pierna y, de nuevo, me acerco más a él.

—¡Retirada! —gime del dolor mientras suelta esas palabras.

Las camionetas son las primeras en salir. Les disparo a las dos primeras, aún sabiendo que son blindadas. En menos de cinco minutos, la casa está completamente sola.

Ayudo a levantar a Salvatore luego de que todos se fueron. Silbo un poco, esperando a que Hunter venga, pero no lo hace. Aún con Salvatore agarrado a mí, grito. Uno de los hombres que está más cerca llega hasta donde me encuentro.




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