SALVATORE.
Una pierna rota, con unos cuantos golpes sangrantes en su rostro y unas costillas rotas, aún así mantiene su arrogancia ante la situación.
—¿Que le parecerá a tu madre ver a uno de sus hijos con las manos inservibles y al otro ciego? —el sonido del metal retumba en las paredes, el olor a moho se sintió desde la primera instancia.
—¡Maldita loca! —le grita en la cara
—No, solo soy la verdadera cara de este mundo —me recargo en la puerta de salida, valla espectaculo. Y tiene razón en algo, no está loca solo representa lo que muchos no son capaces de hacer ver.
Sonrío indicándole a Alessandro que mandé a buscar a Orlando, maldito. Daniel está en shock por las declaraciones antes de salir de la gala, son pasadas las dos de la mañana, se desmayo al saber que a quien buscaba estaba en sus narices, colapso. Lo entendería si tuviera un hermano. Mientras solo me preocupo de Ezra, anda libre y cree que sus actos no tienen consecuencias.
—Orlando, amigo —se inca en el piso frente a él, coloca el cañón de la pistola en la mano y dispara sacando un grito de él.
Dejo que ella haga todo, después de tanto tiempo buscando exterminar a cada rata de este maldito mundo sigue buscando a uno en especial y lo tenemos en nuestras manos.
—Victoria —trato de llamar su atención—. Déjalo, vas a hacer que se desmaye del dolor.
Va arrancando uña por uña de cada dedo, algunos los ha roto por la presión que ejerce sobre ellos. Me dedica una mirada retadora, está molesta su vena en el cuello palpita, nadie más habla, todos están callados solo escuchando los gritos que retumban en cada lugar.
—Bien, habla —se acerca con cuidado a su garganta apretando su cuello negandose a darle oxígeno.
—Victoria déjalo, se va a morir antes de tiempo —frunzo el ceño cuando me llega el olor fétido.
—Dejame degollarlo y por favor cállate —direje su atención completa a Orlando.
Alguien palmea mi hombro, no volteo, no quiero que ella pierda los cabales. Ella no es racional en estos momentos
—Nunca pide de por favor, es mejor que le hagas caso Salvatore —Alessandro tiene razón, no creo que pueda salir pero estoy más que obligado.
Salgo de la fosa, ella suele llamarlo así, el ring de pelea está vacío no es común verlo así, me detengo fuera, más allá de ese lugar. Llegando al límite del bosque. Más adelante se puede encontrar una pequeña cabaña, recuerdo todo el maldito proceso que hice para terminarla a tiempo.
Unos brazos rodean mi cintura y sus manos suben por mi pecho, no tiene sangre. Se ha lavado.
—¿Por qué te fuiste?
—Necesitaba respirar —suspiro dándome vuelta entre sus brazos, esta maldita mierda debería ser al revés.
—Yo soy tu hombre y tú mi mujer —bromea cantando esa canción, niego y la cargo volviendo a estar frente al límite del bosque.
—Estas mal cerezita, ya verás.
—Mmm, ya lo veremos, tore. Ahora —gira su cabeza y mira el camino por el que me dirijo con ella en brazos—. ¿A dónde nos dirigimos?
No respondo, y sigo mi camino. Dejo que hable sin parar, tratando de hacerme hablar. Los árboles se alzan a nuestro alrededor dando una vista importante del bosque. El sendero va apareciendo y Victoria se calla entendiendo hacia donde me dirijo, le dije que tenía una sorpresa hace unos seis años, pero dejamos de vernos cuando propuso su plan.
—¿Que es? Dime, Salvatore.
—No.
—Habla más, no digas puro. No, sí —Me imita, sigue hablando sobre otras cosas que según ella tengo que cambiar.
Paro en seco al ver el principio del jardín, la gran cabaña se alza frente a nosotros, la dejo en el suelo.
—Lindo —camina como una niña pequeña—. ¿Cuando hiciste esto?
Me mira con su ceño fruncido, un brillo cruza por sus ojos. Sonrío indicándole que entre a la cabaña, me quedo en la entrada dejando que recorra ella sola cada parte. La decoración es simple sin color, está algo vacío sin muebles, la cocina está equipada con lo necesario al igual que cada parte.
—¡Oye, Tore! —viene bajando las escaleras casi corriendo—. De verdad, eres un caso muy especial.
—No lo sé, pero hay algo que si— me acerco de a poco, alza las cejas y se ríe.
—Mmm, yo también me quedé con las ganas.
Choco mis labios contra los de ella, da un pequeño brinco y enreda sus piernas en mi cintura. El oxígeno se nos acaba, despegó un poco mis labios de ella y sonrió a medio lado, nuestras respiraciones se mezclan con ferocidad por la intensidad del beso.
—Te dije que te ibas a encargar de lo que habías provocado.
Sonríe y junta nuevamente nuestros labios dejo que tome el control está vez, recorro su boca con mi lengua mientras subo las escaleras, dejo que su boca baje por mi cuello. Levanto un poco su vestido pasando mi mano por su piel hasta llegar a su coño.
—Más.
Gime mientras introduzco mis dedos en su pequeño y apretado coño, abro la puerta con la mano libre, la dejo en la cama retiro su vestido, hace lo mismo con mi ropa, no se despega de mi ni por un segundo. Retiro mis dedos y los sustituyó por mi polla. No queda nada de ropa en nuestros cuerpos, se siente bien después de todo.
—Maldito me vas a partir —dice debajo de mi
—No te voy a partir solo relájate — le digo con diversión
—Dime ¿cuándo ha entrado? —pregunta con su entrecejo arrugado
—Es solo la punta
—Maldito cavernícola me la vas a pagar —suelta con la respiración entrecortada
—Y de la mejor manera — le guiño un ojo y entro de una sola estocada
Suelta un grito que retumba en las paredes, dejo que se acople a mi tamaño. Se siente bien después de tanto tiempo que nos lo hemos negado nosotros mismos. Juego con su cuerpo.
—¿Te gusta cerezita? —asiente, no pude hablar y cada vez que abre la boca un gemido se le escapa.
—Dame más, Salvatore —enreda sus piernas en mis caderas y me atrae más hacia ella, sus manos araña mi espalda mientras se remueve ansiosa buscando más contacto.