VICTORIA.
Gritos, susurros y mi convicción predominan en la conversación, nadie está de acuerdo en nada. Las dos y dieciséis de la mañana, nadie ha dormido nada en toda la noche, si no fuera por la pequeña siesta que me tomé en la tarde estaría peor que un zombie.
—¿Victoria, estás con nosotros? —me susurra Anna, alejando mi mente de la conversación para prestarle total atención.
—Sí.
—Ayer se escucho a alguien gritar y no precisamente eran gritos de dolor—me guiña un ojo.
Daniel empieza a prestar atención a nuestra pequeña convivencia, los demás siguen en lo suyo. Menos Salvatore quien tiene una de sus manos en mi muslo. Estoy frente a Daniel y Anna.
Me duele la cabeza de tantos gritos, nadie sabe dónde llevaron a Davide, pero eso ya no me importa, tengo a caden conmigo. Acaban de llegar mi abuela y mi madre, no me importa su viaje. Si llegaron en una sola pieza significa que les fue bien.
—Yo no fui —dice Daniel, aunque es más que obvio que sabe. Vuelve a la conversación si supiera de que está hablando Anna.
—Yo tampoco —se justifica, se que no fue ella pero, esta como un tomate.
—Pues es raro, ¿Por que estás roja si no fuiste tú? —contraatacó, le entrego el bebé a Salvatore mientras me levanto para llegar hasta ella—. Además, sabes quién fue. La pregunta inicial está demás.
—Victoria, quedate quieta, sabes que si yo caigo tu caes conmigo y nos vamos juntas al infierno —me dice en un susurro con los dientes apretados
—Te reto —me burló, no me importa que lo revele me quitaría un gran peso de encima.
—Ya dejen de susurrar, si no van a decirlo para todos pueden hablar afuera ¿Que no saben que eso es malo?, Dios —rueda los ojos, mientras se para. Daniel sale del living.
Me alejo mientras le hago señas a Anna, me vuelvo a acercar a Salvatore. Me deja a Caden.
—¡Silencio! —grito, se ve que le han afectado los gritos, se agarra el entre cejo resignado.
La habitación se sume en algo más que solo silencio, parecen niños pequeños de cuatro años peleando por un dulce.
—Davide está con Lucianna, ella hizo que Orlando le buscará en mis cárceles —admito que no fue bueno confiar en él —. Hoy iré por el en la fiesta, en la gala hicieron un trato, dos millones más la cabeza del hijo Müller.
—¿Como sabes eso, hija?
—Buena pregunta mamá, informantes. Eso es todo, pueden ir a dormir, los veo luego.
Salgo arrullando a Caden, mi lindo niño. Subo las escaleras, directo a la habitación de Salvatore, alguien tiene que cuidarlo por ahora.
—¿A dónde vas? —su voz llena el lugar, parando me en seco cuando veo las puertas de la ventana.
—Voy a ir a un lugar, buscaré respuestas.
Me doy vuelta y me acerco hasta el, sonrío y paso de largo por su lado, nadie me impedirá darle un balazo en la pierna a alguien. Vuelvo a bajar las escaleras, JB está afuera. Me subo en el vehículo y el arranca, parece que hubiéramos robado algo.
SALVATORE.
No sé que decirte, fue en búsqueda de respuesta. Tal vez respuestas que nunca va a encontrar, bajo a la sala con Caden en brazos, la vigilancia es un termino que conozco a la perfección, el mastín y Apolo están durmiendo al igual que los otros.
Suspiro, me siento frente a ellos, será un largo día. La luz se filtra un poco, todos en esta casa parecen tener un despertador automático. Bajan uno tras otro, hace tiempo susurré al viento que no me dejaría enamorar de ella otra vez. Pero aquí estoy, volví a caer ante ella.
¿Donde se encontrará a estas horas?
El sonido de algo caer llama mi atención, Caden se despierta llorando por el ruido y tal vez por algo más, quien haya dejado caer lo que sea que fue se disculpa por el ruido, me levanto saliendo de mi ensoñación. Busco a mamá Ruth en la cocina.
A quien me encuentro en la barra es a Hyun quien mira en dirección a Caden y se acerca a cargarlo. Busca el biberón y le da de comer.
—Voy a salir, llámame cualquier cosa —como si estuviera programado salgo de ese lugar, en dirección a la puerta principal.
Al salir afuera alguna llamada entra a mi celular, paro en seco al ver el nombre en la pantalla, al contestar la línea hay un silencio sepulcral, una risa se escucha luego.
—Salvatore —y por fin habla,tiene un tono malicioso, se atreve a llamar justo ahora que no es importante para nada.
—Ezra.
—¿Que tal te va con el bastardo?
No contesto, no se a quien se refiere ya hemos matado a más de la mitad de sus tropas y cada traidor que entra.
—Hijo, tus abuelos son un estorbo no necesitas traerlos y menos a ella. Dañaste el maldito mundo con eso —dejo que hable el, en algún momento la serpiente se ahogara con su propio veneno—.No te crié para que...
Cuelgo la llamada dejando esa pregunta al aire y sin respuesta, sigo mi camino tratando de respirar tranquilo, cierro con brusquedad la puerta del auto, otra llamada entra, dejo que suene al ver el nombre. Maldito, y mil veces maldito.
Enciendo el auto y arranco perdiendo la nación del tiempo, aceleró estando a unos centímetros de entrar en la carretera normal.
Y otra vez vuelve el sonido del teléfono, contesto dejandolo en el porta vasos.
—Cavernícola —su voz jadeante llena el auto y mi corazón se acelera al ver el nombre en la pantalla.
—Ves hijo, no todo el mundo sabe el movimiento del jugador en el tablero. Por más que lo estudies siempre habrá un movimiento que no conoces.