El lado oscuro de la mafia

Capitulo 31✓

SALVATORE.

Preferiría seguir con los pequeños juegos del gato y el ratón, lo apresurado lleva a grandes desventajas con el enemigo.

Y creo que justo en este momento estoy pagando las consecuencias, la maldita información llegó tarde, muy tarde para mí gusto, el secuestro de Victoria no me hace gracia, a nadie en realidad.

Me muevo de una lado a otro por el despacho, Daniel me recrimina que lo estoy mareando por caminar en círculos.

—No te pedí que me mirarás —le recuerdo, se sigue quejando terminando con la poca paciencia que tengo.

Bien, esto no es lo mejor Pero es lo que se me ocurre.

—Ni mi impirti qui li mitin si quirin, si como no —me imita—. Quien lo viera, preocupado por ella.

—Calla, tengo un plan.

Se acerca más a mi invadiendo mi espacio personal.

VICTORIA.

La última vez que escuché alguna voz fue hace más de cinco horas, cuento cada minuto para no salir de aquí matando a todos, estoy sumergida en la oscuridad. Evalúe cada esquina, casas luz y cada camara, rompiendo cada una, lo único que les queda para monitorear me son los micrófonos, un intercambio de palabras que ellos tienen que empezar.

Me pegó más a la pared, queriendo fundirme como ella en la oscuridad, suelto una carcajada cuando el intercomunicador emite un sonido, es como si me hubieran contando el mejor chiste que he escuchado en mi mísera existencia, pero no hay ninguno tan bueno que me haga reir tanto como sentir la desesperación de no ser consumidor en el fuego del averno que cree para ellos. Cada uno distinto con su propio infierno personal, son las basuras que tengo que botar.

Escupo sangre, mi saliva se ha unido a ella hace un buen rato, el sabor metálico me da sed, de verla correr por el suelo llegando hasta mi sin hacer nada pará impedir que llegue a mis pies.

—Se que estás escuchando así que presta atención —maldita voz, cuánto odio no haberla matado yo misma desde un principio.

Miro a la esquina de la habitación, sonrío con altiveza aún en mi estado de cautiverio, como si volviera a ser el maldito animal que una vez fui.

Pero todavía lo soy, y eso los jode.

—La zarpa de lucifer deja una gran huella por dónde pasa —empiezo a recitar, sonriendo más amplio cada vez—. A cada quien le llega el karma, si son conscientes de cada una de las atrocidades que han cometido. Yo en cambio lo he visto y se de lo que es capaz, ustedes son ingenuos al pensar que yo no sabía lo que habían planeado, Davide, Ezra y por último tu. Mi madre.

El día que suplicaran por sus vidas pronto llegará, y cuando lo hagan la piedad se les será arrebatada.

—Son valientes —me burlo de sus movimientos tan vacilantes, tratando de matarme—. Al adentrarse en el averno, lo admito. Pero, les falta inteligencia.

El sonido de mi propia voz hablando me llega desde la puerta de metal, es abierta con brusquedad. Sonrío cuando encienden la luz, pero, aún así, la oscuridad me acobija. Resguardando me.

—Sal, este no es el momento para tus juegos de caza. La oscuridad también fue mi casa durante años —las palabras de Davide son gélidas con cada paso que da en mi dirección.

—Que seas ciego para ver lo que hay ante ti no es mi problema —ni sus palabras ni las mías nos hacen sentir miedo o estragos. Sonrío cuando fija su ojo en la esquina donde me encuentro.

—Dame un motivo para no hacerte pedazos.

—Que yo lo voy a hacer primero —me abalanzó en su dirección, cayendo encima de él.

No me importaría dejarle una cicatriz mas en su cara, ni una en la mía si es el caso. Busco en mi bota la navaja que le quite a Ezra, rodamos por el piso tratando de tomar el control del cuerpo del otro.

Encajo la navaja en su muslo, su mirada no da miedo. Me río cuando me dispara en un brazo, seguimos en nuestro aparte jugo pero está vez torturandonos con nuestras herida, tarareo la canción que he escuchado de Salvatore, me impulso hacia arriba dando golpes cerrados en la cara de Davide.

—El infierno es oscuro, pero nada se compara con el mío —dedico unas palabras antes de levantar su cabeza y darle varios golpes contra el suelo.

Rompo su cabeza y cuando estoy segura que ha muerto saco la navaja de su muslo la ubico frente a sus ojos y saco cada uno, sin dañar la cornea. La puerta de metal es abierta otra vez, solo pasan unos cuantos subordinados de quin sabe quién.

No me dificulto en pelear más, agarro la pistola de Davide y les disparo a cada uno justo en su corazón, cojeando me levanto he perdido bastante sangré.

—¡Victoria! —como odio cuando gritan mi nombre, la voz va y viene.

Daniel.

Es él quien grita no se cómo ha llegado aquí pero no me voy a molestar en preguntar nada.

—¡Aquí!

Me dejó caer contra la pared escuchando sus pisadas, hago presión en la herida, la sangre sale sin parar. Daniel llega a dónde me encuentro, se agacha tratando de hablarme pero no lo escucho, no escucho nada mas que mi propi respiración, me duele tan solo moverme un poco; volvere a pisar el averno, pero esta vez no me quedaré mucho tiempo, veo como mi cuerpo es cargado a algun lugar, es como si no pudiera hacer nada mas que ver lo pasa a mi alrededor.

Cierro mis ojos, cuando los vuelvo a abrir, estoy en una camioneta, lo vuelvo a hacer otra vez, tan rápido como mi cuerpo me permite reaccionar a las alucinaciones, tocó la cara de quién me carga, sonrío al encontrarme con su cara, un lugar diferente aparece cuando vuelvo a parpadear está vez las paredes blancas me reciben.

—Se desmaya cada cinco minutos, la bala puede haber perforado algo —la voz es lejana, me duele no reconocer nada, ni la voz ni su cara.

Susurro algo, todo sangre hasta casi vomitar me, mi pecho empieza a doler. Miro mi brazo y otra vez esas palabras golpean fuerte en mi.

O dimites o peleas, sinceramente prefiero pelear ya lo he dicho hace tiempo.

—¡Victoria!




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