El lado oscuro de la vida

Capítulo 13- Ya puedes soltarme

Inicio de flashback

— ¡Mamá! ¡Papá! —grita Carlos con euforia.

Al par de segundos, no solo son sus padres los que aparecen, sino toda la familia.

— ¡Dios mío! —exclama su madre con una sonrisa

— ¡Esos son mis sobrinos! —escupe el tío cornelio.

Ambos pequeños comenzaban a dar sus primeros pasos. Su padre les sostenía a ambos de una mano, se le miraba muy feliz, y en los gemelos se podía ver una tierna sonrisa y una mirada llena de luz.

—Te dije que estos niños iban a caminar pronto. —le dice su madre de nuevo. —Vengan con la abuela —se agacha un poco para decírselos de frente. Ambos niños dejan salir un alarido risueño

—Y con el abuelo —añade su padre inclinándose un poco hacia adelante también

—Vamos con los abuelos campeones. —los anima su padre. Ellos dan un paso a la vez. —Sí se puede, sí se puede —los sigue animando

— ¡Vamos Emmanuel! —escupe Casandra  

— ¡Vamos Cristóbal! —añade Cecilia.

En ese momento Cédric se tambalea un poco, pero su padre se asegura de que no caiga.  

—No pasa nada campeón. Hay que ponernos de pie de nuevo. —le dice mientras le ayuda a volver a recuperar el equilibrio. —Ya casi lo logramos. —ambos se siguen moviendo

— ¡Vamos mis niños! —les dice la abuela

— ¡Ustedes pueden! —agrega su señor abuelo

—Un paso…más. —pronuncia Carlos con emoción. —Aquí…vamos. ¡Ahí está! —exclama alegre cuando sus abuelos ya han conseguido tomarlos en brazos

—Su primera meta alcanzada —les dice la señora Cándida mientras deposita un beso en la mejilla de Edward

—La primera de muchas que vendrán. —opina el tío Cornelio con una plácida sonrisa.

Todos abrazan y besan las mejillas de los niños. Se les ve muy feliz, a todos, pero sobre todo a Carlos; fue testigo de los primeros pasos de sus hijos, y para él ha sido una experiencia incomparable.

Fin del flashback

Carlos observaba a sus hijos dormir desde la puerta. Se mantenía recargado en la pared, con los brazos cruzados y una media sonrisa en sus labios derivado del recuerdo que acaba de llegarle de visita.

—Mis niños. —expresa en voz muy baja, alegre. —Mis hermosos e inteligentes niños. —su sonrisa se explaya. —Merecen que sea un mejor padre. —los observa. —Y les prometo que lo voy a hacer. —deja de recargarse para sujetar la perilla de la puerta, tirar hacia afuera y volver a cerrar la puerta con ello.

Se dirige a la escalera y la baja con mucho cuidado; lo que menos desea es terminar despertando a alguien, y mucho menos a sus hijos. Como todos los días, él salía justo ahora para tomar su sesión de entrenamiento, aunque este día en especial, tenía un objetivo totalmente distinto.

Abandona el interior de la casa y comienza a caminar por la acera. Se esfuerza por caminar lento, ya que normalmente se mueve a grandes zancadas. Pero hoy, hoy quería disfrutar cada paso; sería una marcha de recuerdos. Camina por el lado izquierdo de la calle para permitirse recordarse a sí mismo y a ella del otro lado; mira las siluetas de ambos dando saltos de caperucita por la banqueta, cuando eran unos niños. Ella prefería ir del lado derecho debido a que había diversos árboles al pie de las banquetas que se encargaban de brindar sombra; Isabel no era muy fan del sol. Carlos lo recuerda y sonríe. Estaba semiiluminado. Todavía era muy temprano.

Se sigue moviendo y consigue llegar hasta el enorme árbol que se encuentra fuera de la tienda de don José. Árbol sobre el que cada año en diciembre se coloca una virgen de Guadalupe, sobre sus hojas, su silueta es iluminada por focos de colores. Isabel adoraba esa Virgen, esa imagen. Carlos recuerda que pasaba minutos contemplándola. La colocan aún, y debe ser a principios de diciembre, puesto que debe estar presente para el doce de ese mes, pues es el día en el que se le celebra. Carlos se mantiene estático al pie de este. Luego gira su vista a la derecha, hacia la calle que baja directo al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, pero se enfoca en una casa en particular antes que en la propia iglesia, pues es en esa casa en donde igual cada año en diciembre, colocan un enorme nacimiento que ponen a la vista de todos. Carlos mira la casa y recuerda a Isabel sujetándose de los barrotes de la ventana al tiempo en que da saltos, deseosa de querer entrar y tocar, y no solo ver desde ese ángulo. Suelta una leve risita, gira su cabeza en el acto y posteriormente se dispone a seguir su camino.

Sale de la calle que da a su casa y toma la que ha de llevarlo directo al parque al que desea llegar. Tiene que girar en L en un punto, pero a final de cuentas es esa calle la que lo conduce hasta dicho destino.

Esta vez no corre, no trota, solo camina. Quiere permitirse tener una lluvia de recuerdos; ambos transitando esa misma calle durante muchos años. Su mente le regala las imágenes de cuando regresaban de la escuela, y él cargaba la mochila de ambos; una por delante y otra por detrás. Cuando iban a su parque. A la plaza, o a la nevería ubicada por esa misma calle. Esos recuerdos causan que camine con una sonrisa en los labios, cuando serían lágrimas hace tiempo atrás.




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