El ladrón de nombres

Prólogo

Yuri avanzaba lentamente hacia el siguiente pueblo de la lista. La lista le pesaba en el bolsillo, una carga que portaba para su ya escasa humanidad y que aumentaba con cada lugar marcado que visitaba. Su mente y sus recuerdos estaban manchados, corrompidos y distorsionados con las vivencias de cada nombre que había absorbido hasta ahora. Estaba cerca del punto límite, donde perdería la poca cordura que le quedaba y se sumiría en un estado de caos, creando un nuevo Ishgan al otro lado del Velo. Sin embargo, muy al fondo en su mente, aún permanecía su auténtico ser, el que había sido antes de la ruptura y de obtener su mácula. Esa parte sentía dolor por lo que tenía que hacer, pero recordaba su misión y la importancia de llevarla a cabo. No había muchos como él. Los moldeadores y los Ishgan les daban caza y, para colmo, cada vez que salvaban de la cosecha a una población, estaban más cerca de entrar en caos y volverse una amenaza para ellos mismos.

Caminaba en trance, sumido en los ecos de los pensamientos de todos a los que había salvado hasta el momento. Una orquesta de voces susurrantes se preguntaba qué había sido de ellos. Algunos suplicaban, otros reían… Estaban ansiosos, sabían que se acercaban nuevos nombres al grupo.

Alcanzando el último tramo, Yuri comenzó a notar una brisa fresca procedente del mar. No recordaba cuánto tiempo llevaba caminando; el tiempo pasaba distinto aquí y en el Vacío. Pero había llegado al siguiente pueblo de la lista. El sol apenas había asomado por el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja intenso. La niebla matutina se extendía sobre un pequeño pueblo pesquero, dándole una atmósfera fantasmal. Desde la colina, Yuri podía observar las casas de madera oscura con sus techos de tejas grises. Algunas de ellas aún tenían los farolillos encendidos. El aroma a salitre y algas se mezclaba con el humo que salía de las chimeneas, creando una fragancia única y algo melancólica.

El mar a lo lejos se encontraba en calma, reflejando los colores del cielo como un espejo. Los barcos pesqueros amarrados al puerto se mecían suavemente con las olas. Sus redes, colgadas al sol, parecían telarañas gigantes que atrapaban los primeros rayos de luz.

El pueblo de esta ocasión despertaba en Yuri un extraño sentimiento de tristeza, pero era incapaz de discernir si esa añoranza era propia de su mente o de alguien más. Recordaba, o creía recordar, que en otro tiempo tuvo una familia. No eran más que siluetas informes en su cabeza, sepultadas por los recuerdos de todos a los que guiaba a la salvación. Quizás él había vivido en un lugar similar. Quizás, si no se hubiera convertido en un shadra, habría podido llevar una vida normal y morir estando rodeado de seres queridos. Lo que le deparaba a él era mucho peor, y cada vez estaba más cerca del punto final.

Comenzó a descender el camino al pueblo. Si no se entretenía y comenzaba antes de que despertasen, sufrirían mucho menos dolor. Caminaba con paso firme, sin dudar en su cometido a pesar del dolor que le provocaba.

Vestido con un kimono negro raído del que colgaban jirones de tela, Yuri emanaba un aire de misterio y muerte a su alrededor. A pesar de que su auténtica edad era mayor, su apariencia era la de un hombre joven y atractivo de unos veinte y pocos años. Uno de los pocos beneficios que le proporcionaba su maldición era la juventud, una juventud robada que le permitía seguir avanzando hasta el momento en que se convirtiera en un Ishgan.

Su pelo largo, recogido en una coleta, enmarcaba su rostro blanquecino y caía por su espalda. Su cuerpo, fuerte y fibroso, estaba cubierto de tatuajes que, junto a su color de piel, eran los signos de su condición. Un shadra perdía su esencia al convertirse y se sustentaba a través de los nombres que devoraba. Eran seres que vivían entre los dos mundos, el Velo y el mundo físico, pertenecían al vacío. Sus ojos penetrantes y hambrientos eran de un color negro azabache que contrastaba con el mortecino color de su piel descolorida.

A lo lejos observó un pequeño templo a los moldeadores, aquellas sucias ratas que se aprovechaban de la inocencia de la gente. Debería comenzar allí con su trabajo. No quería que los moldeadores se interpusieran y le forzaran a dejar su trabajo incompleto.

Con un camino ya marcado, Yuri avanzó rápidamente a través de las pedregosas calles que, por suerte, aún estaban desiertas. Observaba el pueblo con un interés desconcertante. Era un pequeño reducto que resistía a duras penas las inclemencias del tiempo. Parecía que sobrevivía de la pesca y las granjas que se veían al otro lado. Quizá fuera un pueblo de paso para algún comerciante que, de camino a la Capital, se dejase aquí algo de dinero que daba aire a sus habitantes, a juzgar por las diferentes tabernas y hostales que se encontraba. Parecía una vida sencilla, sin las complicaciones de la gran ciudad y del Imperio. Tan solo había que trabajar duro y sobrevivir. Envidiaba una vida así.

Un escalofrío le recorrió la espalda al ver a gente caminar por las calles. Pensaba en el siguiente paso. Ya lo había vivido muchas veces a lo largo de su segunda vida, pero no dejaba de ser una tarea dolorosa y larga. Y sabía lo que iba a pasarle a esos pobres desgraciados. Esquivaba a la gente como si fuera una sombra. Los pocos que sentían su presencia no veían más que un borrón moverse a su alrededor, incapaces de distinguir qué era aquello que había pasado a su lado. Yuri era un error en la realidad, una mancha que no debería existir, y eso era lo que vería la gente a su alrededor mientras completaba su trabajo aquí.

A medida que se acercaba al templo de los moldeadores, su muerto corazón se retorcía cada vez más. Se culpaba de haber creído en ellos, de haberles servido durante su primera etapa como shadra, recogiendo el nombre de los difuntos sin saber el poder que contenían ni cuál era el propósito de sus compañeros. Los moldeadores eran unos parásitos que vivían de los Ishgan, aferrándose a ellos y cumpliendo sus peticiones sin cuestionarse la verdad detrás.



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En el texto hay: sobrenatural, terror, fantasia oscura

Editado: 17.04.2024

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