El ladrón y el príncipe sapo.

CAPÍTULO DOS. EL GATITO DE ORO.

Quizás tienes dudas del porqué detesto tanto al príncipe Ossian. Probablemente, pienses:

"Este tipo está exagerando"

o

"Una sola noche en aquella iglesia no basta para asegurarse de que todos los adjetivos que utilizó para describirlo sean ciertos"

Y estás en lo correcto. No hizo falta una, sino dos. Suficientes para saber el tipo de persona que su alteza real era.

Bar El gatito de oro, dos noches antes...

El gatito de oro era mi lugar especial, de los pocos bares que podía frecuentar debido a mi historial criminal. Un pequeño sitio de piedra y madera, con la estampa de un felino en la puerta y el techo repleto de pequeñas luces de colores y formas. Lugar donde toda la gente era bienvenida, y había las mejores peleas del reino y bandas musicales pasables (que en realidad eran buenas) pero fingía que no me agradaban, pues de esa forma evitaba que alguien insinuara que bailara o cantara, esas cosas no se me daban bien y no quería hacer el ridículo frente a los demás.

Como te decía, aquel sitio era como mi segundo hogar, todos ahí me conocían, pero ninguno era capaz de delatarme, pues la mayoría de nosotros estábamos huyendo de los mismos hombres del reino. El gatito de oro estaba repleto de estafadores, mercenarios y contrabandistas. Así que nadie era un delator.

Aquel no era el mejor de mis días. Toda la mañana había sido estresante y solo quería sentarme en mi usual banco, justo en la esquina del lado derecho de la barra. Sitio que me permitía ver todo el panorama y tener la salida trasera a mi alcance en caso de que un problema se presentara.

Ya sé que dije que no éramos soplones y que nos podíamos considerar una familia, pero, aun así, debía desconfiar. Nunca se puede estar seguro de que la gente no va a traicionarte. Está en la naturaleza de todas las especies, apuñalarte a la primera oportunidad o cuando la situación es más conveniente para uno de los lados. Sea cual sea el vínculo.

Volviendo al tema principal, solo deseaba un tarro de cerveza y escuchar a Vladimir entonar una de sus trágicas canciones. De esas que, a veces, hablaban sobre grandes guerreros, que peleaban contra dragones y bandidos, solo para defender a su amada princesa, y al final terminaban de manera dramática, con la muerte de uno de ellos o una traición (lo que te decía, hasta en los cuentos de hadas había deslealtad).

Escuchar a aquel hombre era toda una experiencia, imaginabas cada uno de los escenarios. Con su grave voz era capaz de transportarte a esos mágicos lugares y librarte por unos momentos de la terrible realidad que era el mundo.

Todos estábamos atentos al espectáculo que mi fuerte amigo nos estaba brindando. Me gustaba considerar a Vladimir como mi mejor amigo, aunque él siempre lo negaba. Era ese tipo de hombre, que lucía como si fuera capaz de romperte la cara con un solo dedo o cargar a un caballo en su espalda. Que fingía que todos éramos bazofia, pero en el fondo se preocupaba por la gente. Ayudaba a todo aquel que lo necesitara y cada noche nos deleitaba con sus baladas.

No sabía del todo a qué se dedicaba el hombre frente a mí, el tipo alto, calvo, y de grandes músculos cubiertos de tatuajes de sirenas y brújulas, pero según las historias había sido una especie de mercenario, alguien muy peligroso y con quien no quisieras tener una pelea.

En fin, la interpretación de Vladimir estaba por acabar.

Dejé escapar un suspiro de cansancio, mientras intentaba relajarme. Quería que al menos mi noche terminara bien.

Ella llama al hombre en la calle

She calls out to the man on the street

Señor, ¿me puede ayudar?

Sir, can you help me?

Hace frío y no tengo dónde dormir

It's cold and I've nowhere to sleep

¿Hay algún lugar que me puedas decir?

Is there somewhere you can tell me?

Su voz seguía firme, potente y suave a la vez.

La letra de esa ocasión no me encantaba, pues me parecía demasiado triste, pero Vladimir, era capaz de hacer que cualquier cosa sonara bien, así que en verdad lo estaba disfrutando.

Y bien, aquí viene el momento donde mi tranquilidad se esfumó y fue ahí la primera vez que vi al príncipe Ossian, y él me vio a mí, pero te aseguro que ya lo olvidó.

―¡Buenas noches, súbditos, la diversión ha llegado! ―gritó el príncipe, mientras entraba al bar.

Para ese momento desconocía su nombre, nunca había escuchado de él y mucho menos sabía que pronto nuestras vidas se enlazarían.

El tipo lucia mayor que yo, tal vez tendría unos 25 años; su cabello era de un negro intenso y algunos rizos caían sobre su frente, su piel tenía un tono canela, que hacía resaltar sus ojos verdes (cosa que a todas las jóvenes del reino volvía locas), era muy alto, debía sacarme al menos 10 centímetros, pero se veía demasiado flacucho, como alguien fácil de derribar con un solo golpe.

En el instante en el que Ossian entró junto a sus cuatro guardias e interrumpió a Vladimir, todos voltearon a verlo con enojo y curiosidad. El hombre, cuyo espectáculo había sido frenado, gruñó de una forma amenazante, pero eso no pareció importarle al moreno, quien se dirigió justo hacia el escenario.

Todos observamos los movimientos del príncipe, estábamos seguros de que Vladimir lo haría pedazos, pues su par de hombres no serían suficientes para frenarlo.

Finalmente, se detuvo junto al furioso hombre, quien lo veía de una forma que hubiese hecho huir a cualquiera, pero él no se inmutó, solo sonrió e hizo algo que nadie más se hubiese atrevido. Palmeó la espalda del sujeto de playera negra de tirantes y tatuajes, y se dirigió hacia él.

―Tu voz es espectacular, amigo, y me encantaría hacer un dueto contigo, pero por ahora el ambiente está decayendo, así que déjamelo a mí ―dijo haciéndole señas a los músicos que se encontraban a un costado del escenario y guiñándole un ojo a Vladimir.




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