CASTEL.
Después de cenar, Tiberia asignó las habitaciones. Lo cual fue una sorpresa, ya que me daba la impresión de que su hogar era realmente pequeño, y era difícil pensar que había más de dos cuartos, pero al caminar hacia cualquier dirección, por algún motivo, todo se volvía más espacioso. Aunque si lo pensaba más detenidamente, y sabiendo que ella también poseía poderes o cualidades místicas, no sería tan anormal pensar que toda su casa estaba hechizada.
Decidí permanecer otro rato en la sala. Había estado en cama por demasiado tiempo, y aunque, aún me faltaba energía, me sentía muy inquieto como para ir a dormir.
Estuve en silencio por algunos segundos, hasta que la mujer, de cabello rosado, llegó a donde me encontraba y se sentó en el sillón de enfrente.
Tenía la impresión de que Tiberia sabía justo lo que todos pensaban, y eso me ponía incómodo, pero no quería que ella lo notara.
—¿Algo te mantiene despierto, Castel?—cuestionó, mirándome con detenimiento.
— Solo no tengo sueño —respondí sin mucha importancia—. Pero también quería aprovechar para agradecerte por todo lo que hiciste. — dije con honestidad —. Aunque la mayoría cree que soy un malagradecido, en serio aprecio tu ayuda.
—No es nada —respondió Tiberia—. De vez en cuando me gusta tener visitas, y que mejor si eso implica a Vladimir.
No pude evitar sonreír por su comentario. Me daba cierta curiosidad saber qué tipo de historia había entre ella y Vladimir.
—Bien, entonces acepta su presencia como un pago —respondí y nuevamente nos quedamos en silencio.
—¿Qué es lo que estás buscando, Castel?—habló nuevamente la mujer y la miré con extrañeza.
—¿A qué te refieres?—cuestioné sin entender su pregunta.
—¿Cómo es que terminaste involucrándote con el príncipe Ossian y el hombre de los huesos?—cuestionó con intriga, aunque en su rostro podía notar que ella ya estaba al tanto de lo que sucedía.
—A ambos nos beneficiaba trabajar juntos—respondí únicamente, sin entrar en detalles.
Aunque esa respuesta no era del todo sincera, pues nuestra unión parecía ser más bien un desastre.
—¿De verdad?—preguntó la mujer, levantando ambas cejas. Por su expresión podía saber que no se fiaba de mis palabras—. ¿En serio necesitas al príncipe para recuperar el collar de tu madre?
—¿Cómo sabes lo del collar?—cuestioné con desconfianza.
Ni siquiera Ossian sabía con exactitud lo que estaba buscando.
—¿Por qué deseas tanto recuperarlo?—ignoró mi anterior cuestionamiento.
—Ya lo dijiste, era de mi madre —respondí con simplicidad, pero ella no pareció satisfecha con mi respuesta. Algo me decía que no tenía caso, intentar mentirle, por lo que dejé soltar un suspiro de resignación y respondí—. Es lo único que me hace sentir que pertenezco a algún lugar.
—¿Entonces eso buscas, un lugar al que pertenecer?—Tiberia se inclinó hacia mí.
—En realidad eso no me importa mucho. Solo quiero recuperar el collar —respondí con rapidez.
—¿No has pensado, alguna vez, que todo este tiempo has estado buscando en la parte equivocada?—dijo, volviendo a evadir lo que le había dicho.
—Quizás tengas razón —intenté seguir su juego—. Tal vez debería optar por Renlanding, dicen que ahí están las mejores playas, tal vez lo que necesito es un ambiente más cálido.
—Sabes, no es necesario un sitio para tener un lugar.
—Sí, eso no tiene sentido —respondí un tanto confundido por el rumbo que había tomado la conversación.
—A veces puedes sentir que perteneces solo con estar al lado de la persona indicada —dijo con seguridad y solo solté una risa nasal.
—Creo que la opción de la playa, suena mucho más fácil—respondí de inmediato.
—¿Por qué crees eso?—cuestionó con seriedad—. ¿No consideras que exista alguien para ti?
—No creo que haya alguien tan tonto como para considerarme un buen partido—respondí, intentando restarle importancia al asunto.
—Pues a mí me pareces un buen tipo —dijo con tono sincero, mientras se encogía de hombros.
—Soy un ladrón y un mentiroso—debatí con rapidez.
—Dije que me parecías un buen tipo, no que lo que hacías estaba bien —explicó y se levantó del sitio donde se encontraba—. Siempre puedes cambiar y mejorar, Castel.
—Los cambios no son mi fuerte—dije, observándola.
—Los cambios usualmente son difíciles, y las cosas no siempre resultan como uno quiere, pero es de valientes intentar. Arriesgarse y ganar es una de las cosas más satisfactorias que puedes experimentar.
Analicé por unos instantes sus palabras. Yo sabía que para obtener algo, siempre se necesitaba esfuerzo. La vida nunca iba a ser fácil, pero, para el punto en el que me encontraba, ya estaba hastiado de intentar. De anhelar cosas que difícilmente me sucederían. Ya antes me había arriesgado, intentando que las cosas mejoraran, y al final todo acababa de la peor manera. Como si la única dirección a la que pudiera avanzar fuera hacia la de la tragedia.
Estaba demasiado asustado, como para seguir peleando de más.
—Es una lástima, en realidad soy muy cobarde—respondí sin pensarlo.
Mi voz había estado a punto de temblar en la última palabra.
Era de las pocas veces en las que hablaba con la verdad. En la que me mostraba justo cómo era, alguien impotente y que no merecía pertenecer a ningún lugar.
—Un verdadero cobarde no sería capaz de admitirlo —dijo Tiberia y comenzó a caminar—. Ya es demasiado tarde, deberías dormir.
—¿Te molesta si me quedo en el sofá?—cuestioné antes de que llegara al pasillo.
Tiberia negó con la cabeza y continuó caminando.
—Buenas noches, Castel—dijo y desapareció de mi vista.
Suspiré algo cansado, y me dejé caer en el sillón más grande. Observé el techo, pensativo, recapitulando lo que habíamos conversado.
Al final, dos preguntas se quedaron grabadas en mi mente.
¿En serio alguien sería capaz de amarme?
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Editado: 15.06.2025