CASTEL.
Recorrí cautelosamente el pasillo, esperando no toparme con nadie que no fuera Rogan. Por un instante sentí que me observaban, pero al mirar hacia los lados, no logré ver a ninguna otra persona.
La música del baile, aún se podía percibir y, aunque tenía intenciones de concentrarme en el plan, no podía dejar de pensar en Ossian.
Él era un príncipe, ¿cómo había podido fijarse en alguien como yo?
¿Cómo alguien que irradiaba tanta luz, esperaba estar con alguien tan apagado?
Finalmente, llegué a lo que parecía ser el patio trasero del castillo, y pude ver a un grupo de soldados jugando cartas, sobre una mesa redonda. Entre ellos se encontraba el hombre de gran bigote que se había quedado mi collar.
No sabía si debía enfrentarlo en ese momento o esperar a que la ayuda de Ossian llegara. No me gustaba depender de los demás, pero si las cosas se salían de control, me costaría mucho más escapar del palacio.
Tardé un poco en reaccionar y los cuatro guardias terminaron por darse cuenta de mi presencia.
—My Lord, no debe estar en esta zona, puede salir a los balcones o al jardín delantero —dijo Rogan, mientras se levantaba de su lugar y se acercaba a mí. — Vamos, lo acompañaré de regreso al baile.
Quise interrogarlo en ese momento, para dar cuanto antes con lo que me pertenecía, pero al final me pareció una mejor idea, que solo estuviéramos los dos.
—Se lo agradecería —respondí esforzándome por no lucir enojado—. Estoy un poco perdido.
—Por aquí, por favor —contestó y me cedió el paso, para que caminara por el pasillo por el que había llegado.
Una vez que estuvimos fuera de la vista de los otros guardias, me decidí a actuar.
—Linda noche, ¿no?—pregunté y el soldado asintió sin muchas ganas. Parecía fastidiado por tener que interrumpir su juego para guiarme de regreso.—La verdad no esperaba encontrarte con tanta facilidad, después de que te escondieras como un cobarde por tanto tiempo en el castillo.
Al decir eso, Rogan dejó de caminar y me volteó a ver con una mezcla de enojo y confusión.
—¿Quién demonios eres?—Rogan llevó su mano a la altura de su espada.
—El trato era que me regresarías el collar de mi madre —dije, para que entendiera por qué estaba ahí.
—¡Maldito ladrón! —soltó con enojo al darse cuenta de quién era—. Debiste conformarte con las unidades que te ofrecían y largarte. Ahora, vas a morir aquí —finalmente sacó su espada.
Con agilidad logré esquivar el primer golpe. Rogan no parecía ser muy bueno manejando su arma cuando estaba enojado. Siguió intentando herirme, pero, aunque yo era pésimo contraatacando, era rápido para evitar que acertase.
El soldado volvió a levantar su espada, esta vez con más altura, y aproveché para darle una patada en el estómago, y que dejara caer el arma. Sabía que me estaba arriesgando, pero siempre y cuando, él tuviera la ventaja, no podría quitarle el collar, y seguramente sus compañeros no tardarían en darse cuenta de lo mucho que se estaba demorando.
Logré patear la afilada espada, para alejarla de Rogan, pero a él no pareció importarle y lanzó un puñetazo en dirección a mi rostro. Por suerte, el antifaz logró amortiguar un poco el golpe, pero terminó por romperse.
El soldado volvió a abalanzarse sobre mí, pero esta vez yo fui más rápido y lo evité. Lo acorralé contra una de las paredes y coloqué una de mis rodillas sobre su estómago. Sabía que no sentiría nada debido a la armadura, pero al menos no podría moverse.
—Mi collar —repetí una vez más, pero el hombre me miró con enojo e intentó escupirme. Para su desgracia lo esquivé y eso pareció ponerlo aún más furioso.
—Estás siendo muy maleducado —le advertí con diversión—. Espera —dije al notar una cadena conocida alrededor de su cuello—. ¿Lo traes puesto?—cuestioné incrédulo—. Sí que eres sinvergüenza, pero al menos me estás facilitando las cosas—. Jalé la cadena para dejar a la vista el camafeo.
Sin pensarlo mucho, lo arranqué de su cuello. Sabía que se dañaría, pero ya arreglaría después el broche con el que se cerraba.
—Estás acabado —dijo Rogan, mientras se reía, pues a lo lejos se escuchaban sus compañeros.
Guardé con rapidez el collar de mi madre en una de las bolsas y miré en la dirección que los tres soldados venían.
—Bueno, ya se encargarán de ti y los demás traidores —dije, recordando las palabras de Ossian sobre informar a los reyes de Bedland acerca de los soldados aliados con el Hombre de los huesos.
—Sucio ladrón. Escúchame bien, porque seré yo quien te mate —amenazó y lo aventé al suelo, para comenzar a escapar, pues los guardias cada vez estaban más cerca. —¡No dejen que se vaya! —escuché gritar a Rogan, mientras sus compañeros me perseguían.
Tenía la intención de lograr escabullirme de nuevo a la habitación de Ossian sin que nadie me viera, pues ese era nuestro punto de encuentro. Sin embargo, cuando estaba a unos metros de llegar, una joven de largo cabello negro y grandes ojos azules se cruzó en mi camino. La chica usaba un esponjado vestido azul cielo, cubierto por un montón de piedritas que lo hacían brillar de manera increíble. Sin duda, era una prenda digna de un miembro de la realeza.
La princesa Myrcella me miró asustada, pero no se apartó.
—Está aquí— gritó y tras de ella salieron al menos media docena de caballeros.
Ni siquiera tenía sentido intentar escapar en ese momento. Me encontraba sin salida. Los guardias guiados por Rogan ya estaban tras de mí, y los acompañantes de la princesa habían sacado sus espadas y me apuntaban con ellas.
Intenté mostrarme relajado y levanté mis manos en señal de rendición, mientras pensaba en cómo salir de esa. Quizás si me guiaban a un lugar más extenso o con más rutas de escape, tendría una mejor oportunidad.
—Llévenlo a una celda— ordenó la princesa y los guardias asintieron.
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Editado: 19.06.2025