El ladrón y el príncipe sapo.

CAPÍTULO VEINTE. ALGUNAS PLÁTICAS INCÓMODAS.

OSSIAN.

En cuanto los guardias se llevaron a Castel del salón, mi padre aflojó su agarre y me miró con enojo.

Sabía que se aproximaba una conversación incómoda. No solo por su expresión, sino también porque el rey Máximo se acercaba a nosotros sin mucha amabilidad.

—Me parece que merezco una explicación sobre todo lo que está pasando—habló mirando a mi padre y después a mí–Creo que he sido bastante tolerante con el hecho de que ni siquiera parezcas interesado en pasar los días previos a tu boda con la princesa, pero que admitas frente a ella algo semejante a lo que acabas de decir, es demasiado.

—Sé que la forma en la que he hecho todo no ha sido adecuada, y en verdad quisiera disculparme con ambos.—respondí observando al rey y a Myrcella—Soy consciente de que el asunto de la boda es algo completamente serio, y es por eso que quisiera romper el compromiso lo antes posible.

La princesa Myrcella pareció sorprendida; sin embargo, se mantuvo en silencio.

—¿Romper el compromiso?—cuestionó el hombre—¿De verdad pretendes llegar a tales extremos? —dijo y volteó a mirar a mis padres—Debo recordarles que ustedes fueron los que propusieron esta unión, para beneficio del príncipe Ossian.

—Sabemos que todo esto debe disgustarle, y le ofrecemos nuestras más sinceras disculpas, pero, sin intenciones de ofenderlo, preferiríamos hablar primero con nuestro hijo para entender la situación. En cuanto logremos comprender el porqué de su comportamiento, Ossian asumirá su responsabilidad y compensará a la princesa Myrcella. — Intervino mi madre

—Lo cierto es que este no es un sitio adecuado para hablar —respondió el Rey Máximo, observando el salón—. Además, el baile aún continúa, y sería demasiado irrespetuoso dejar a los invitados solos. Hablen lo que tengan que tratar, y espero que me den pronto una explicación. La boda está a dos días y aún hay mucho por arreglar —dijo y se retiró junto a la princesa.

Mi padre comenzó a avanzar con enojo por el castillo. Mi madre y yo lo seguimos hasta que finalmente estuvimos en una pequeña sala privada que estaba conectada a la habitación que les habían asignado.

Apenas cerró la puerta, se volteó hacia mí para poder reprenderme.

—Sé que tu vida no ha sido lo que has querido, Ossian, que el hechizo te ha perturbado desde aquella noche, y por eso hay cosas que suelo tolerar, pero hijo, ya eres un adulto. Hace 2 meses cumpliste 25, la idea de un matrimonio y familia deberían ser tu prioridad y no fugarte del castillo para encontrarte con ladrones, así que no esperes que entienda las cosas que has estado haciendo o que esté bien cuando minutos antes acabas de admitir que amas a un hombre a quien solo conoces de hace unos días—dijo con seriedad y ni siquiera me dio tiempo para hablar. —La princesa Myrcella y su padre accedieron a esta unión aun sabiendo sobre tu hechizo, así que lo mínimo que puedes hacer es cumplir con tu parte, claro, no sin antes disculparte con ambos.

—Voy a disculparme —respondí con rapidez—Sé que no está nada bien la forma en que he tratado a la princesa Myrcella, y lo irresponsable que he sido hasta ahora. Así que también me disculpo con ustedes. Soy capaz de entender que me he equivocado con muchas cosas, pero, no al enamorarme de Castel, así que no voy a disculparme por eso, ni a continuar con la boda.

—Pero Ossian—intervino mi madre, parándose de la silla en la que se encontraba—Debes pensar en tu futuro, y en el hechizo.

—Mamá, entiende que no hay forma de que la princesa pueda ayudarme con eso. Nunca podría amarla como esperan que lo haga y por ende el beso no funcionaría —debatí, pero ella negó con enojo.

—No sabes lo que estás diciendo. Incluso si no es con Myrcella, no entiendo cómo piensas que podrás tener un futuro con alguien como él.

Estaba por responder, cuando mi padre volvió a tomar la palabra.

—Tu madre tiene razón, Ossian. Debes pensar a futuro, y no solo en el tuyo, sino en el de Lypantopia, pronto tú serás el rey. Eres mi primogénito y mi unico hijo, y aunque para algunos eso pueda sonar como una grandiosa oportunidad, lo cierto es que debes hacer muchos sacrificios y pensar fríamente al momento de tomar decisiones—Mi padre me observó fijamente, lucía realmente serio, pero también algo dubitativo y eso era extraño en él—Tú no lo sabes, pero un año después de que el Hombre de los huesos te hechizara regresó al castillo. Nadie lo vio venir, ningún guardia se percató de su presencia, así que no fue difícil que Os pudiera llegar hasta mi despacho.

No podía creer lo que mi padre decía. No entendía por qué razón me había ocultado algo de esa magnitud.

—¿Por qué me lo estás diciendo hasta ahora?—cuestioné desconcertado—¿Que es lo que él quería?

—Os me pidió que le cediera Lypantopia—dijo mi padre y no pude evitar poner una expresión de sorpresa—Me dijo que él levantaría tu hechizo si lo hacía, y no volvería a molestarnos nunca más. Que podría continuar teniendo los beneficios de un rey, pero debía darle un documento que hiciera constar que todos los ciudadanos del reino estarían bajo sus órdenes, que le pertenecerían.

—¿Por qué querría algo como eso?—cuestioné con angustia.

—Él no entró en detalles realmente, pero tal parece que requiere de demasiadas almas humanas para que su magia siga funcionando, y si mi lógica no me falla, supongo que no puede tomarlas así sin más, y no creo que muchos ofrenden su alma voluntariamente, sin pedirle algo a cambio—dijo, sin apartar sus ojos de los míos—Como es evidente me negué, ¿Y sabes por qué?—cuestionó, pero no me dio tiempo para responder—Porque no puedo poner mis sentimientos sobre todo un reino, porque aunque seas mi hijo, y te ame más que a nada, y me duela saber que sufres al no poder tener una vida normal, no puedo sacrificar a toda mi gente. Ellos confían en que yo los protegeré. Ven la corona en mi cabeza y dejan su vida en mis manos, así que no puedo ser egoísta, no puedo dejarle las decisiones a mi corazón, y eso es lo que espero que tú hagas.




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