Una luz tras otra se hicieron presentes. Pequeños puntos dorados que inundaron la negrura en la que me había sumergido.
Todo había parado de repente. Mis latidos, las sensaciones, mis ideas, las conexiones de mi cuerpo y mi cerebro. Repentinamente, todo había pasado a ser oscuridad, hasta que los destellos llegaron.
Al principio creí que era la forma en la que ascendería. Estando vivo, nunca había esperado recibir el cielo al morir. Ni siquiera creía en el infierno. Para mí, la muerte solo implicaba desaparecer. Al menos en caso de tener un alma, pues sabía que mi cuerpo acabaría por fundirse con la tierra hasta terminar esparcido por un sinfín de lugares.
Pronto comencé a sentir. Volví a percibir mi cuerpo, cada una de mis extremidades, y después la sangre fluyendo, hasta llegar a mi corazón y provocar el primer latido. Mi temperatura fue aumentando. Mi pecho volvió a doler, y tuve la sensación de que estaba envuelto en llamas.
Las luces se fueron haciendo cada vez más claras. Hasta que finalmente pude percatarme de lo que eran. Se trataban de luciérnagas. Una tras otra inundaron mi mente y disiparon todo el miedo que sentía.
Las voces a mi alrededor comenzaron a llegar hasta mis oídos. Cada vez más claras, cada vez más cerca. De repente el aire llenó nuevamente mis pulmones y tuve la sensación de que me ahogaría. Inhalé con fuerza, mientras sentía cómo alguien me sujetaba por los hombros.
Finalmente, pude volver a percibir mis párpados, y con lentitud fui abriendo los ojos. Sin entender completamente lo que sucedía.
Lo primero que vi, fue un par de ojos verdes llenos de incertidumbre.
Mi visión aún era borrosa, así que parpadeé un par de veces, hasta que fui capaz de identificar a la persona que me observaba.
—Ossian—dije apenas en un susurro, sin poder creer que era él. Que podía verlo de nuevo.
—¿Castel?—cuestionó el príncipe con emoción al borde del llanto. Tenía los ojos rojos e hinchados.
Poco a poco pude sentir cómo mi cuerpo se llenaba de energía y mis brazos y piernas recuperaban su fuerza.
Estaba por responder, cuando un par de labios se estamparon sobre los míos. Abrí los ojos por completo, debido al asombro, de aquel acto que me había tomado desprevenido. El ritmo de mi corazón comenzó a latir con normalidad, para después acelerarse, y la sensación de entumecimiento que aún persistía a lo largo de mi cuerpo se desvaneció de golpe.
Aquel gesto apenas duró un instante, pero fue suficiente para regresar la vitalidad a mi cuerpo que aún necesitaba.
Ossian me atrajo hacia él con fuerza, hasta que mi cabeza quedó sobre su hombro. Después me apartó para poder ver mi rostro, aún con su mano sujetando mi espalda.
—¿Castel, estás bien?—cuestionó el príncipe y finalmente fui capaz de sonreír.
—Estoy bien ahora —respondí y él también sonrió, mientras volvía a acercar su rostro hacia el mío.
Esta vez fui capaz de corresponderle. En cuanto nuestros labios se juntaron, jalé el cuello de su camisa y profundicé el beso. Sentí una fuerte descarga eléctrica recorriendo todo mi cuerpo y una extraña agitación en el estómago que después se convirtió en calidez.
Los labios de Ossian eran suaves y me dio la impresión de que sabían a azúcar.
El príncipe subió la mano que tenía tras mi espalda, hasta colocarla en mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello. Nuestras respiraciones se fueron acelerando, al igual que mi ritmo cardiaco.
No estábamos en un jardín o en un hermoso lugar, pero todo me pareció perfecto. El simple hecho de tener esa oportunidad, era suficiente para ser un buen primer beso. Uno que hubiese sido largo, si no fuese por la voz que se encargó de sacarnos del momento en el que estábamos absortos.
—En serio saben que no quisiera ser yo quien tenga que interrumpirlos, ¿verdad?—cuestionó Dina y finalmente nos separamos—. Pero hay un montón de gente viéndolos en este momento, incluyendo a la prometida de Ossian, sus padres y el rey Máximo —añadió y, por primera vez desde que había abierto los ojos, reparé en la presencia de los miembros de la realeza, los soldados y mis amigos.
Sentí que la temperatura de mi rostro subía debido a la vergüenza. Quería desaparecer para no tener que seguir viendo la cara de desconcertados de todos en el lugar.
—Fue la emoción —se disculpó Ossian, mientras me ayudaba a levantarme de donde nos encontrábamos.
—Oh, no, yo no tengo problema con eso —intervino la princesa Myrcella con diversión y Ossian no pudo evitar sonreírle—. De todas formas, ya no estamos comprometidos.
—¿A no?—cuestionó el rey de Bedland con sorpresa, observando a su hija.
—No papá—negó la chica, mientras volteaba hacia él para poder observarlo a los ojos—Ni el príncipe ni yo hubiésemos podido ser felices, y no lo digo porque piense que él sea una mala persona, sino porque, el corazón de ambos ya pertenece a alguien más—explicó y Ossian me tomó la mano, mientras escuchábamos atentos lo que el rey Máximo tenía que opinar.
—¿A alguien más?—cuestionó su padre—. ¿Quieres decir que estás enamorada de otra persona que no es el príncipe Ossian?
—Lo estoy —respondió, asintiendo—. Pero no tiene caso que hablemos de eso ahora. El punto es que no habrá boda, y si lo que les preocupa es la alianza, estoy segura de que para eso no es necesario que él y yo nos casemos —dijo la princesa, mientras nos miraba.
—Ella tiene razón—hablo Ossian—Sé que mi forma de actuar no ha sido la más adecuada y que probablemente mi opinión sea la menos válida en este momento, pero en serio lamento todos los problemas que he causado, y me disculpo por no haber sido el mejor prometido en el tiempo que lo fuimos—dijo con sinceridad, dirigiéndose a la princesa—Además, estoy seguro de que la princesa Myrcella será una excelente reina, incluso sin un príncipe a su lado—añadió, mirando al rey Máximo, y Myrcella le sonrió ampliamente.
—Bueno, ya que ambos parecen estar de acuerdo en cancelar su compromiso, no me queda más que aceptarlo. Sin embargo, no será sencillo dar esta noticia al resto del reino, sobre todo a dos días de la celebración —dijo el padre de Myrcella con resignación.
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Editado: 15.06.2025