El ladrón y el príncipe sapo.

CAPÍTULO VEINTINUEVE. INICIO DEL FELICES POR SIEMPRE.

CASTEL.

A pesar de haber obtenido la victoria, la pelea con el hombre de los huesos había dejado demasiados heridos, por lo que, no podíamos darnos el lujo de celebrar. Así que tras una semana de su ataque, Ossian se había enfocado en los soldados que recibieron daños durante la pelea. Todos los días iba al centro médico donde los atendían, preguntaba por su estado y supervisaba que el lugar tuviera los recursos necesarios para tratarlos. Yo me dedicaba a acompañarlo en silencio, pues aún no asimilaba que podía andar por las calles principales del reino, sin tener que preocuparme porque el ejército de Bedland me persiguiera.

Aunque gran parte de los lesionados se recuperarían, Ossian no podía evitar sentirse preocupado e inclusive culpable, pues creía que todos habían tenido que arriesgar su vida solo para salvarlo. Yo intentaba tranquilizarlo diciéndole que derrotar al hombre de los huesos era necesario, no solo por su bien, sino también por el de ambos reinos y la gente que habitaba en ellos, pues de seguir con vida, Os hubiese ideado otros planes para hacerse de almas y más inocentes hubiesen sufrido. Sin embargo, sabía que el estado de ánimo de Ossian tardaría en mejorar y solo me quedaba entenderlo. Era consciente de que al ser el futuro rey de Lypantopia el bien de sus ciudadanos tenía que ser su prioridad, y que todas las responsabilidades que eso implicaba debían causarle mucha presión.

Además, tras el enfrentamiento, el rey Máximo realizó una nueva rueda de prensa donde se explicó brevemente el accidente, y Ossian presentó sus disculpas por la cancelación de su compromiso con Myrcella, por lo que, bajo órdenes del rey Octavio, se preparaba para regresar a su país natal. Al inicio se había negado, pero cuando su padre le dijo que solo sería temporal, pues planeaba que regresara a Bedland durante un par de meses para hacerse cargo de la alianza, Ossian estuvo más tranquilo y aceptó, no sin antes pedirme que lo acompañara. Por un momento pensé en rechazar la oferta. No porque no quisiera estar a su lado, pues el solo pensar en los kilómetros de distancia que nos separarían me provocaba una sensación de vacío enorme, sino más bien, porque Dina y Vladimir aún tardarían en recuperarse. Aunque el hombre podía moverse, había sufrido una gran quemadura en el hombro, así que asistía a revisiones constantes. Dina, por otro lado, terminó con una pierna fracturada, pues cuando Os atacó la barrera y la gran puerta de madera cedió ante las llamas, quedó atrapada entre los escombros al empujar a Dante y Cupido para que estos no salieran heridos.

Y por si fuera poco, aún tenía que cumplir mi servicio de 6 meses dentro del ejército de Bedland. Sin embargo, el rey Máximo había accedido a que me ausentara el tiempo que Ossian estuviera en Lypantopia.

—No se preocupen por mí. No tiene caso que ninguno se quede. Aunque tardaré en volver a caminar, estaré bien, solo es algo temporal —dijo Dina, intentando despreocuparnos.

Habíamos decidido ir a visitarla antes de marcharnos, así que todos nos encontrábamos en la habitación que le habían asignado.

—Tranquilos, nosotros cuidaremos a ambos —intervino Cupido.

—Claro, son nuestros amigos —lo apoyó Dante y se acercó a Dina—. Además, Dina nos salvó. En todo caso, es nuestra culpa que ella esté así.

—No es culpa de nadie, más que de Os, y él ya se ha ido, así que deberíamos estar más felices —sugirió la rubia mientras sonreía.

—El que hayamos podido vencerlo es gracias a ustedes y a los soldados de ambos reinos. Creo que de verdad les debo demasiado a todos. Resultaron heridos por mi...

—Si dices de nuevo que fue por tu culpa, te golpearé —Vladimir interrumpió a Ossian—Todos fuimos porque quisimos hacerlo. Además, no recuerdo que fueras tú quien sacase flamas verdes por los dedos.

—De acuerdo, — el príncipe sonrió ligeramente—. Pero aun así, siempre estaré en deuda. — dijo e hizo una pausa —. En serio voy a extrañarlos.

—Y nosotros a ustedes —respondió Dina. —Pero los estaremos esperando, mientras tanto, me recuperaré para que en cuanto regresen celebremos bailando y bebiendo todos juntos.

—Eso suena bien—Ossian se acercó aún más a la camilla de Dina y le tomó la mano. —Gracias por todo, Dina. Gracias, en serio, a todos por ayudarme y hacer que mi vida fuese mucho más divertida —añadió mirando a los demás en la habitación—. Jamás había tenido amigos tan increíbles como ustedes.

—No se despida como si no fuera a regresar. En cuanto esté de nuevo en Bedland tocaremos algo juntos con la banda —intervino Cupido.

—Sí, o nos pondrá sentimentales—añadió Dante.

—¿Por qué siento que lo echarán más de menos a él que a mí? —interviné uniéndome finalmente a la conversación, pues solo me había dedicado a observarlos.

—Porque así será —bromeó Dante.

—Oh, no te pongas celoso, Castel, también nos harás falta. ¿A quién crees que molestaremos si tú no estás? —Cupido habló y sonrió divertido, provocando que los demás imitaran su gesto.

No pude evitar resoplar y cruzarme de brazos.

—Claro que todos aquí te extrañaremos, Cas, incluso Vladimir —Dina me observó, tenía los ojos vidriosos; sin embargo, continuó sonriendo.

—Ah, no, a mí me sentará bien su ausencia —respondió con rapidez el hombre —. Pero... no está de más decirles que no se metan en problemas.

— Sí que te haré falta — bromeé y Vladimir frunció el ceño.

—Cas, sé que finalmente hallaste tu lugar y no podría estar más feliz por eso, pero recuerda que siempre tendrás personas en Bedland con las que contar, y que las puertas del gatito de oro siempre estarán abiertas para ti —dijo Dina, y sentí un nudo formarse en mi garganta, pero intenté mantenerme sereno.

—Lo sé —respondí —. Sé que mi familia está aquí, Dina. Ahora ya no digas nada, o lloraré, tonta.

—Tú eres el tonto —contestó y desvió su mirada hacia el príncipe—. Y Ossian, siempre será un honor que nos acompañes, sabes que ya eres parte de este extraño grupo.




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