El lagarto escondido

Encuentro

 

Julián miró su móvil. Llegaba puntual. Accedió al mensaje de texto que le había enviado su compañera de trabajo y apretó los números y el icono de la campana en el interfono.

Tras cruzar el amplio jardín que adornaba el patio, accedió a las escaleras. Como era la primera planta,  decidió subir a pie y al llegar al rellano se encontró con la puerta del piso abierta.

Sintiéndose algo ridículo, dio unos golpes en el marco de la puerta y se acercó al umbral.

Justo al entrar estaba el recibidor. Se veía una puerta cerrada que era la que daba al resto de la vivienda. A la izquierda había un pequeño sofá y encima del mismo un espejo puntiagudo de gran envergadura en forma de estrella. Al otro lado de la estancia, Julián se quedó contemplando una antigua máquina de coser reconvertida en mesa.

A los pocos instantes Sara se presentó sujetando un pequeño terrario de cristal.

-Cierra la puerta y pasa- dijo sonriendo mientras lo colocaba encima del la mesa- El bicho te está esperando.ç

Julián se desabrochó la chaqueta y se inclinó para verlo mejor. En su interior había una pequeña selva en miniatura que ocupaba todo el espacio. Unas pequeñas rocas grisáceas y de aspecto volcánico asomaban entre el espeso  follaje. El conjunto era una maraña de troncos fibrosos y tonos verdes que se confundían haciendo difícil poder observar al animal que allí habitaba.

-Grak es muy tímido.

Julián acercó la mano al cristal, que estaba templado y lo golpeó ligeramente. Intentó discernir algún movimiento entre las hojas grandes y las rocas del suelo. Pero si allí había un lagarto, no se asustaba fácilmente con el ruido o la vibración.

Algo decepcionado levantó la vista y Sara le entregó una pequeña libreta gris.

-Son cuidados básicos y algo de información sobre la jaula. Necesita humedad y calor, pero bueno no es nada complicado. Cualquier cosa, me llamas ¿vale? En la libreta tienes el número en el que estaré disponible. Seguro que tú y Grak os hacéis muy buenos amigos.

Julián abrió la libreta y empezó a hojearla. Antes de llevarse a Grak a casa quería estar seguro de qué era lo que necesitaba el lagarto para sobrevivir una semana.

-¿Y el nombre de Grak?- preguntó Julián mientras observaba lo detalladas y precisas que eran las instrucciones de la libreta. Tenía hasta un anexo de preguntas frecuentes.

-No sé. No le pude preguntar a sus padres por qué se lo habían puesto.

Julián alzó la mirada de nuevo mientras ella empezaba a reír.

-¿Por dónde le pongo la comida y el agua? No veo que haya ninguna puerta en el terrario.

-Oh, eso es porque no hace falta- respondió Sara rápidamente - Ya le he puesto todo lo que necesita.

Julián miró con detenimiento a través del cristal, mientras acariciaba su superficie con la punta de los dedos. No se percibía ninguna fisura o hendidura. Parecía una caja totalmente sellada.

-Bueno, si no tienes más dudas nos vemos en una semana, ¿vale? Aún tengo que acabar de hacer la maleta y eso.

Julián guardó la libreta en el bolsillo del pantalón y cogió con cuidado el terrario. Sara abrió la puerta de la calle y se colocó frente al sofá.

A través del espejo su pelo corto y negro dejaba entrever un cuello esbelto y largo. La nuca sobresalía ligeramente como un punto brillante entre su piel morena.

-Sabes que nadie más ha querido hacerse cargo de Grak, ¿verdad?. Te debo una muy grande.

Julián asintió con la cabeza y se despidió rápidamente de su compañera de trabajo.

Volvió a bajar por las escaleras,  apretando el cálido terrario contra su pecho.

 

Al parecer y como casi siempre era el último recurso. Cuando llegó a la empresa hacía tres años,  todos los compañeros de trabajo formaban un grupo muy compacto. Por mucho que se esforzaba en caer bien y hacer favores a todo el que se lo pidiera, sentía que seguían tratándole como si acabara de llegar.

Con un suspiro de resignación se sentó  en el asiento de su coche y colocó con cuidado la jaula de cristal debajo del asiento del copiloto.

Por un momento Julián se había alegrado de poder tenerlo durante esta semana.  Ingenuamente pensó que Sara le valoraba como amigo y por eso le había pedido que se hiciera cargo de Grak.

El nombre completo de su compañera era Sarangerel. Había llegado a España siendo adolescente junto a sus padres desde un país en medio de la estepa.

Era una de las personas más interesantes que Julián había conocido. Simpática, siempre sonriendo y gastando bromas aunque no le hicieran gracia a nadie. Y era ademas una persona tremendamente sabia. A pesar de ser una mujer joven, parecía llevar el peso de mil vidas sobre sus hombros.

Otro de los compañeros de trabajo había tratado de salir con ella. Pero Sara no había querido saber nada. Por lo que se rumoreaba que seguía soltera.

El primer año de trabajo habían tonteado superficialmente, pues ella no se tomaba nada en serio. Y Julián que había estado totalmente infatuado con ella decidió que quizás era mejor conservarla como amiga.

 

Cuando llegó a casa, Julián dejó el terrario sobre la estantería que estaba al lado de la gran ventana del comedor. De este modo, Grak dispondría de una fuente de luz y calor natural.

El escurridizo lagarto aún no se había dejado ver, pero Julián estaba seguro de poder contemplarlo en algún momento.  Al fin y al cabo, nadie quiere una mascota invisible.

Con estos pensamientos se puso su pijama azul y se sirvió una copa de vino.

Había pensado en empezar a leer algún libro, pero cuando alzó la mirada se quedó ensimismado contemplando el pequeño universo en el que vivía Grak.

La luz amarillenta que se filtraba por la ventana dotando de un aire casi hipnótico el laberinto de raíces aéreas, hojas de formas extrañas y rocas porosas que poblaban el terrario.

Sorbiendo el vino fue a coger los apuntes sobre el lagarto y  con un suspiro abrió la libreta.  Con el dedo recorrió un dibujo que estaba en una de las esquinas superiores de la primera página. Era un hígado del que brotaban flores de diferentes formas y tamaño.




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