Por la mañana el desayuno fue un momento extraño. La cama de la habitación de invitados permanecía intacta y el terrario estaba en la estantería.
Suspirando, Julián se levantó y al ir a salir por la puerta vio que la libreta de tapas grises estaba junto a las llaves.
Estaba seguro que la había guardado en el cajón.
Cogió la libreta y hojeó las páginas. Un extraño diagrama estaba dibujado en la última página.
-¿Qué es esto, Grak?
Mirando el reloj, y maldiciendo en voz alta encendió el ordenado y entró en la deep web. Hizo una foto al diagrama y la publicó pidiendo información y ofreciendo una recompensa en bitcoins.
Dejó el ordenador encendido y vinculó su cuenta al móvil.
Corriendo cogió las llaves y bajó al garaje.
Cuando llegó a la oficina se había pasado de la hora de entrada.
Sin saludar y sin su segundo café del día, se sentó en su puesto de trabajo y empezó a abrir los ficheros de incidencias de la semana.
A los pocos segundos, vibró el móvil que estaba en su bolsillo.
Echando un vistazo al despacho de John, sacó el teléfono y miró la pantalla.
Tenía una respuesta a su aviso de búsqueda.
“Sé lo que es. Dime hora y lugar. Tráelo”
Julián se levantó y fue al cuarto de baño. Cerrando la puerta con llave, sacó el móvil.
“Pub Gold Lion. A las siete de la tarde. Llevaré camisa con manchas de tinta”.
Salió del baño y volvió al ordenador.
En el descanso, Julián vio a John.
-Oye, John. ¿A qué hora hemos quedado en el pub? ¿A las seis para aprovechar la hora feliz?
John y el grupo con el que estaba hablando se giraron.
-Eso es… chaval. Hay que ser puntual en la vida. La mejor cerveza es la recién sacada del barril. Y eso solo pasa en la hora feliz.
Julián asintió mientras mordisqueaba una barra de chocolate.
Cuando acabó la jornada laboral, acudió rápidamente a casa. Se duchó y se vistió eligiendo su camisa blanca.
Fue al comedor y buscó los bolis que tenía allí. Con un cúter hizo varios cortes en la tinta y empezó a machar la camisa a la altura del pecho.
Cogió el terrario y las llaves del coche y se dirigió hacia una de las zonas de ocio nocturno de la ciudad. Tras dar varias vueltas, consiguió aparcar. Cogió el terrario de debajo del asiento del copiloto y apoyó la mano en el cristal templado. Grak estaba escondido en el interior de la selva en miniatura.
-Te voy a ayudar, Grak. No me importa lo que eres. Todo irá bien, ya verás.
Suspirando, abrió el maletero y colocó el terrario con cuidado junto a una caja donde guardaba el aceite del coche.
-Nos vemos pronto, Grak.
Cerró el maletero y se dirigió al pub.
Nada más entrar, Julián recordó por qué no le gustaba el Gold Lion. El pub era un lugar oscuro, donde solo estaba iluminada la barra y el panel de dardos.
El aire estaba enrarecido en el interior.
Buscó con la mirada a sus compañeros y se sentó en la mesa con ellos.
-¿Qué te pongo?
La camarera con mirada aburrida mascaba chicle. Llevaba un uniforme negro y el pelo recogido en un absurdo moño.
-Ehhh… ¿Tenéis vino?
-Pufff, chaval. Empiezas bien la noche.
-Puedo mirar si nos queda…
Julián se pasó la mano por el pelo y suspiró.
-Media pinta de la cerveza de menor graduación que tengas.
La sonrisa de sus compañeros no pasó desapercibida.
-¿Y el vino no tiene graduación?
Todos rieron. Julián forzó una sonrisa. Desde su sitio podía ver a lo lejos la puerta de entrada. No tenía ni idea de qué aspecto tendría la persona que le había escrito.
Esperaba que las manchas se vieran a pesar de la oscuridad del pub.
-Tío, ¿te has visto en el espejo? Vas hecho un asco.
Julián sorbió de su vaso.
-Me he dado cuenta en el coche. Pero no quería perderme la hora feliz con vosotros.
Todos rieron de nuevo. Y John empezó a contar algunos chistes bastante malos. El resto le siguió la corriente y pronto algunos de ellos empezaron a hacer rondas en los dardos.
Otros compañeros de oficina se fueron uniendo y cogieron otra mesa adyacente. El grupo no paraba de cambiar de sitio, reír y contar cotilleos.
Julián miraba disimuladamente el reloj que estaba encima de la barra.
Ya era algo más de las siete. No sabía si ponerse de pie e ir a pedir algo para hacerse más visible, o quedarse donde estaba.
Cogió el vaso y le pegó un último trago.
Un hombre con una camiseta heavy y un pañuelo rojo en el cuello se acercó a la mesa.
-Hola.
Todos le miraron.
-¿Me dejas que te invite a una copa?. Me llamo Cristian. Pero todos me llaman “Cristal”.
Extendió la mano y Julián se la apretó.
-Claro, ¿por qué no?. Yo soy Julián.
Ante el asombro de sus compañeros, se levantó y fue a la barra con Cristian donde pidieron dos pintas.
Cristian señaló a un rincón detrás de las escaleras que daban al baño y ambos fueron para allí.
Sus compañeros silbaron y le gritaron al pasar, pero Julián les ignoró.
En cuanto se sentaron Cristian le agarró del brazo.
-¿Lo has traído?
Julián pasó los dedos por el vaso frío de cerveza y levantó la vista.
-Primero quiero algunas explicaciones, Cristal.
Éste pegó un largo trago a su vaso y relajado estiró las piernas.
-La historia es muy larga. Vamos a acortarla un poco y así no estaremos en este antro toda la noche. Dime, ¿qué es lo que sabes?
Julián se giró y miró a sus compañeros, seguían observándole y murmuraban entre sí.
-Solo he conocido a un hombre lagarto. Como no habla, no sé mucho más.
-¿Y la caja?- preguntó Cristian con interés.
Julián empezó a girar el dedo sobre el borde del vaso, jugando con la espuma.
-La caja es de cristal poroso, cuando la mojas con zumos o batidos los absorbe. No tiene puertas, ni rendijas. Es totalmente maciza, y Grak no puede salir de ahí.
#17776 en Otros
#5153 en Relatos cortos
#13223 en Fantasía
#5061 en Personajes sobrenaturales
suspense y misterio, personajes sobrenaturales., epoca moderna
Editado: 24.01.2021