Había amanecido con un fuerte dolor de cabeza, las pesadillas cada vez eran más frecuentes. Desde que mi madre desapareció paso muy mala noche, tenemos dos años que no sabemos de ella, nunca nos dieron razón de su paradero, parece que se la había tragado la tierra. Yo lloré mucho y mi padre se puso muy mal al pensar que no regresaría. Desde que ella desapareció mi padre guarda la esperanza de que vuelva, a veces lo veo tan afligido que siento mucha pena por él. Han pasado dos años y aún lo veo mirar su foto, yo me enojo con él porque no debería darle tanta importancia, le digo fríamente que no la espere que ella no volverá.
Por las malas noches que he tenido me quedo dormida en clase, desde el instituto lo han llamado para comunicarle que lo único que hago es dormir, no quiero hacerlo, pero el sueño me invade. La pesadilla del lago es la que me quita la comodidad de mi cama, intento dormir en las tardes pero no es lo mismo, lo bueno es que la pesadilla solo aparece en la noche.
Llego a casa y mi padre esta muy preocupado por mí, nunca le he dicho lo que me pasa, no quiero agobiarlo más.
—Me han dicho en el Instituto que te duermes en clase—me dice muy preocupado mirándome desde el sillón que esta en el centro de la sala.
—Lo siento papá—le digo bajando la cabeza en tónica de disculpa.
—¿Por qué? —me pregunta cariñosamente.
—No es nada, tratare de no hacerlo—intento desviar la conversación mientras me levanto de la silla.
—¿No puedes confiar un poco en mi? —me dice un poco triste.
Es cierto, papá siempre ha estado conmigo desde que mamá nos abandonó, yo estoy totalmente agradecida por no hacer lo mismo. Todos mis problemas se los he contado, aunque este parezca una tontería.
—Tengo pesadillas.
—¿Qué pesadillas? —me pregunta preocupado.
—La pesadilla del lago—le digo sin dudarlo.
—Cuéntame, ¿De qué trata la pesadilla? —me dice tranquilo.
—Parece un lago que conozco—inicio diciendo—Es un lago cristalino con unas flores muy bonitas a su alrededor. Camino lentamente y me detengo en el medio, en un momento empiezo a caminar de nuevo y caigo en el lago.
Mi padre tenía los ojos desorbitados, espero un momento mientras procesaba la información para decir algo.
—¿Sueñas que te ahogas? —preguntó pensativo.
—Sí, siento que me estoy ahogando, ahí es donde deja de ser un sueño y comienza la pesadilla.
—No te preocupes hija—me dice con una sonrisa dulce—te voy a ayudar, duerme conmigo un par de días y cuando tengas las pesadillas tratare de despertarte.
Yo le preguntó si es una buena idea, el asiento, dice que es la mejor que se le ha ocurrido, pero si no funciona buscara un psicólogo para que me ayude con eso.
Decidí hacerle caso, cada vez que tenia la pesadilla el me despertaba a la mitad, todos lo días era lo mismo. Pero después de despertar no volvía a soñar lo mismo, estaba un poco aliviada, mi cansancio se había reducido mucho.
Un día el sueño avanzo un poco antes de que mi padre me despertara, vi una mano y escuche la voz de mi madre.
—Ven—fue lo que escuche en el sueño.
Yo me desperté de sobresalto, mi padre me pregunto que me pasaba, pero preferí no decirle nada, el creía que le había contado todo pero lo que no sabia era que había omitido ciertas cosas. El primer sueño inicio cuando desapareció mi madre, los seis primeros meses soñaba que yo me bajaba de un auto, un auto que no conocía y desde ahí señalaba una carretera camino hacia un bosque. En esos meses eso era lo único que veía en el sueño. Los otros seis meses soñé que caminaba por esa carretera hasta detenerme en la mitad del bosque con la vista hacia el lago, giraba hacia la derecha y sonreía como si estuviera con alguien, pero estaba sola. Los seis meses siguientes caminaba hacia el lago y me sentaba en la orilla, aparecía con una rosa en la mano y seguía sonriendo hacia la derecha. Los últimos seis meses fueron los peores, dejaba la rosa en la orilla y me metía a lago por voluntad propia. Me estaba hundiendo en él, pegué un grito ahogado tratando de pedir ayuda, quería salir, pero algo me lo impedía; sentía una presión enorme en el cuerpo que no me lo permitía. Ese último sueño era el que más me atormentaba.
Quería volver a escuchar la voz de mi madre, pero mi padre me lo estaba impidiendo. Le dije que tenía que hacer un trabajo muy largo en la casa de una amiga, él acepto, pero estaba preocupado por las pesadillas, le prometí que le diría a ella que en ese caso me despertara. Solo asintió, confiaba tanto en mi que podía hacerlo hasta con los ojos cerrados.
Mi amiga estaba un poco asustada, creía que eso era algo paranormal, pero decidí calmarla.
—Son solo pesadillas, no seas miedosa—le dije dándole un pequeño abrazo.
—¿Segura? —me preguntó
Asentí, solo debía dejarme sufrir mi pesadilla en silencio.
Esa noche estuve ahí, en el lago, ahogándome. Pero la vi, vi la mano y escuché la voz de mi madre.
—Ven—dijo en un susurro.
Mire hacia donde me llamaba y lo único que vi fue una cabaña, una cabaña que yo conocía, la cabaña de la abuela.
A la mañana le conté a mi amiga lo sucedido, le juraba que era la voz de mi mamá y que quería que fuera a casa de la abuela.
—Dile a tú padre—me dijo ella mirándome desde la esquina de su cuarto.
—Creo que no le hará ni gracia—le dije un poco aburrida.
—¿Por qué no? —me preguntó curiosa.
—Llevamos años que no visitamos a la abuela.
Mi amiga me convenció de que tenia que hablar con mi padre sobre eso, pero antes que nada quería conocer el porqué de no haber vuelto a donde mi abuela.
—Papá—le dije apenas llegué a casa—¿Por qué no hemos vuelto a donde la abuela?
—Mmmm—dudo un poco—Ha estado muy enferma y no quiero molestarla.
—Deberíamos ir—le dije con una leve sonrisa.
—No, no es conveniente—me dijo cambiando su semblante.
Recuerdo que papá quería mucho a la abuela, no entendía porque ese cambio tan repentino. Traté de insinuarlo nuevamente, pero me dijo que no tocara el tema de nuevo, yo no quería quedarme con esta incertidumbre así que hablé con mi amiga para que me acompañara.