El eco que surgía del Foso era profundo, vibrante, antiguo.
Lysandra retrocedió un paso.
—¿Quién… es ese?
Kael tragó saliva, paralizado.
—Mi tío… Arvhan.
El primero en caer en el Vacío.
El más poderoso de mi familia… antes de convertirse en monstruo.
La voz volvió a resonar:
—Creí que habías muerto. Pero veo que te aferraste a la vida… gracias a la portadora.
Lysandra sintió la presión de aquella presencia sobre su mente.
Pesada.
Sofocante.
Kael la tomó de la mano.
—No escuches su voz. El Vacío manipula.
Arvhan ya no es él mismo.
Un temblor sacudió la tierra.
Del fondo del Foso emergió una sombra enorme, con forma humana pero cientos de ojos que abrían y cerraban como grietas vivas.
Lysandra apretó la mandíbula.
—Genial. Una pesadilla con piernas.
Arvhan habló:
—Tu vínculo no durará. No puedes sostener dos pulsos sin quebrarte. Tu sangre se volverá Vacío… igual que la mía.
Kael gritó:
—¡Basta! ¡No te la acercarás!
La criatura rió.
—Ven por mí, sobrino. Si puedes.
Se hundió de nuevo en las sombras.
Lysandra tomó aire.
—¿Qué hacemos?
Kael cerró los ojos.
—Debemos encontrar el Santuario de la Primera Luna.
Ahí existe un ritual que puede fortalecer el vínculo… o romperlo.
Pero si Arvhan lo alcanza antes… destruirá todo.
Lysandra le apretó la mano.
—Entonces vamos. No pienso dejar que tu tío monstruo nos arruine la vida.
Kael sonrió con tristeza.
—No tienes idea de lo que te espera.
—Tengo a alguien por quien luchar —respondió ella—. Eso basta.