Una voz antigua inundó el santuario:
—Dos latidos. Dos lunas. Un destino.
El Vínculo se fortalecerá… o se destruirá.
Kael tomó la mano de Lysandra.
—¿Estás lista?
Ella negó.
—Pero te tengo a ti. Así que… sí.
La energía del altar los envolvió en una columna de luz.
Sus manos se entrelazaron.
Los rostros quedaron apenas separados.
El ritual exigía verdad.
Transparencia.
Deseo.
Y entrega.
Lysandra vio los recuerdos de Kael: su infancia, su risa, sus miedos, sus pérdidas.
Kael vio los de ella: su soledad, sus dudas, su fuerza, su amor silencioso.
Cuando la energía alcanzó su punto máximo, Kael susurró:
—Lys… si no lo digo ahora, no podré nunca.
Te amo.
Lysandra sintió que su alma se incendiaba.
—Kael… yo también te amo.
El vínculo explotó en luz dorada.
El ritual se completó.
Y los dos cayeron al suelo, abrazados.