El latido del Fénix

Capitulo 9: La Sombra que Acecha

El valle parecía tranquilo, pero el silencio era solo un velo. Cada paso que daba sobre la nieve me recordaba que la paz era efímera. Kael caminaba a mi lado, sus dedos entrelazados con los míos, y la Marca del Fénix latía con fuerza, anunciando que algo estaba por llegar.

—Arien… —dijo Kael, su voz baja y tensa—. Siento una presencia oscura. Más intensa que cualquier cosa que hayamos enfrentado.

Asentí, dejando que mi fuego interno creciera ligeramente. No era solo un instinto; era la profecía manifestándose, enviando señales que solo nosotros podíamos interpretar. —No podemos ignorarla —susurré—. Debemos enfrentarla antes de que ataque.

El aire se tornó más frío, y una niebla oscura comenzó a elevarse desde el río. No era natural; la magia que sentí era corrosiva, oscura, capaz de apagar incluso mi fuego si no mantenía el control. Kael extendió sus manos, creando un escudo de hielo que nos rodeaba y nos protegía parcialmente de la energía que nos envolvía.

—Prepárate —dijo, sus ojos brillando con determinación—. Esto será diferente. No solo atacarán nuestros cuerpos; intentarán quebrar nuestra mente.

Respiré hondo y dejé que el fuego de mi Marca respondiera a su hielo. La combinación de ambos no era perfecta, pero cada chispa que surgía entre nosotros nos hacía más fuertes, más unidos. —Juntos —susurré, y Kael asintió, nuestras manos encontrándose una vez más.

De entre la niebla emergió la figura: un ser alto, cubierto por una capa oscura que parecía absorber la luz a su alrededor. Sus ojos brillaban con un rojo profundo, y su presencia hacía que la tierra misma temblara bajo mis pies. Sabía, sin necesidad de explicación, que este enemigo estaba vinculado directamente a la profecía, enviado para probar la fuerza de nuestro vínculo y nuestro poder.

—Así que sois los elegidos —dijo con voz grave y resonante—. Fuego y hielo… tan débiles y tan valientes.

Kael avanzó un paso, creando picos de hielo que surgieron del suelo, y yo respondí lanzando una columna de fuego que iluminó el valle con un resplandor intenso. Pero el enemigo no se inmutó; la energía oscura que emanaba absorbió parte de nuestro poder, mostrándonos que esta amenaza no podía ser derrotada con fuerza bruta.

—Arien… debemos pensar —dijo Kael, inclinando ligeramente la cabeza—. No podemos vencerlo solo con magia.

Asentí, dejando que mi fuego se calmara ligeramente, pero manteniendo el calor concentrado en mis manos. —Entonces debemos usar nuestra conexión —susurré—. Cada chispa, cada latido de corazón, cada impulso de nuestro vínculo.

El enemigo lanzó un ataque de oscuridad pura, y sentí cómo mi fuego vacilaba, pero Kael estaba allí, su hielo extendiéndose para contener el impacto. —¡Ahora! —grité, y ambos canalizamos nuestra energía hacia un mismo punto, creando un estallido de luz que se mezcló con nuestra magia, forzando al enemigo a retroceder.

Pero no fue suficiente. Su poder era más grande que cualquier cosa que habíamos enfrentado antes, y cada embestida de oscuridad parecía prever nuestros movimientos. Sentí miedo, un miedo visceral que me recordaba lo frágiles que éramos frente a fuerzas que desconocíamos.

—Kael… —dije, respirando con dificultad—. Si esto continúa, no podremos mantenerlo.

Él me miró, y por primera vez vi vulnerabilidad en sus ojos. —Lo sé —murmuró—. Pero no podemos retroceder. Nuestro vínculo es nuestra fuerza… y también nuestra guía.

Cerré los ojos y dejé que mi fuego se expandiera, no solo como ataque, sino como un faro de nuestro vínculo. Kael hizo lo mismo con su hielo, y cuando nuestras energías se encontraron en un punto central, sentí algo que nunca había sentido antes: la magia misma del valle reaccionaba a nuestra unión, amplificando nuestro poder de maneras que no podía comprender.

El enemigo gritó y la energía oscura que lo rodeaba comenzó a fragmentarse. Pero antes de que pudiéramos atacar de nuevo, sentí una visión fugaz: aldeas destruidas, ríos contaminados, criaturas mágicas que huían de la corrupción. La profecía no solo nos estaba probando; estaba mostrando las consecuencias tangibles de nuestra inacción.

—Kael… —dije con urgencia—. Esto no es solo un combate… si fallamos, el mundo sufrirá.

Él asintió, con los dientes apretados. —Entonces no podemos fallar. Juntos. Siempre juntos.

Concentré mi fuego, sintiendo cómo se entrelazaba con su hielo en una danza de poder y control absoluto. Cada chispa que surgía estaba dirigida, calculada, alimentada por la fuerza de nuestro vínculo y por la certeza de que no podíamos rendirnos. Kael amplificó el ataque con su hielo, y juntos creamos una onda de energía pura que impactó directamente en el enemigo.

El ser oscurecido gritó, y por un momento, la luz de nuestro fuego y hielo iluminó todo el valle. Sentí cómo su oscuridad se fragmentaba, y finalmente, con un último estallido, el enemigo fue arrastrado hacia la nada, dejando solo un eco de su rugido en el aire helado.

Caí de rodillas, exhausta, mientras Kael me sostenía, su aliento caliente mezclándose con mi fuego. —Lo logramos… —murmuró, y yo asentí, aunque el miedo seguía latiendo en mi pecho.

—Esto… esto es solo el comienzo —susurré, dejando que mi fuego se calmara lentamente—. La profecía nos ha mostrado lo que está en juego.

Kael me abrazó, y por primera vez permitimos que la vulnerabilidad se mostrara sin miedo. —Arien… pase lo que pase, debemos mantenernos unidos —dijo—. Nuestro vínculo no es solo nuestra fuerza, sino nuestra guía.

Mientras nos levantábamos, la nieve caía suavemente a nuestro alrededor, y comprendí que cada batalla, cada prueba, cada enemigo que enfrentáramos sería una oportunidad para fortalecer nuestra unión y preparar el camino para lo que venía. La profecía no era solo un aviso; era una hoja de ruta que nos obligaba a crecer juntos.

Esa noche, mientras nos sentábamos junto al río, Kael y yo compartimos un momento de intimidad que no habíamos permitido antes del combate. Sus dedos se entrelazaron con los míos, y sentí que su hielo ya no era una barrera, sino un abrazo cálido que equilibraba mi fuego.




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