El latido del Fénix

Capitulo 10: El enemigo que Ve el Futuro

El valle despertaba con un silencio extraño. La nieve estaba cubierta de huellas, pero no eran nuestras; eran marcas profundas, irregulares, que me recordaban que algo más había estado allí mientras dormíamos. Kael caminaba a mi lado, sus ojos escaneando cada árbol, cada sombra, con una intensidad que me hizo estremecerme.

—Arien… —susurró, su voz grave—. Esto no es un simple enemigo. Es alguien que conoce la profecía. Sabe cómo manipularnos.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. No era la primera vez que enfrentábamos peligros, pero la idea de que alguien pudiera adelantarse a nuestros movimientos, predecir cada chispa de nuestro fuego y cada estructura de nuestro hielo, era aterradora. —Entonces debemos ser más astutos que él —dije, dejando que mi fuego se expandiera bajo control—. Y más unidos.

Kael asintió, entrelazando sus dedos con los míos mientras avanzábamos. Cada paso en la nieve era calculado, cada respiración meditada, y aún así, no podía ignorar el miedo que bullía en mi pecho. Este enemigo no solo quería derrotarnos; quería que falláramos en la profecía, y las consecuencias podrían ser devastadoras para el mundo entero.

—Recuerda —dijo Kael, su mirada fija en mí—. Nuestro vínculo es más fuerte que cualquier predicción. Pero debemos confiar completamente el uno en el otro.

Asentí, dejando que nuestras manos se apretaran con fuerza. —Siempre. Juntos.

El primer enfrentamiento ocurrió en un claro cubierto por una niebla tenue. Allí estaba él: un hombre alto, vestido con armadura oscura, y con un brillo azul extraño en los ojos que parecía atravesar nuestra alma. Su energía no era solo poderosa; era calculadora, fría, meticulosa. Cada movimiento suyo parecía anticipar los nuestros.

—Así que finalmente nos encontramos —dijo, con una voz que resonaba en el aire como un eco metálico—. Fuego y hielo… tan predecibles y tan poderosos.

Kael se adelantó, levantando sus manos para crear picos de hielo que surgieron del suelo, intentando contener la magia de nuestro enemigo. Yo canalicé mi fuego, formando una barrera ardiente que se fusionó con el hielo, pero algo en la manera en que él movía su energía hacía que nuestra combinación se debilitara lentamente.

—Arien… no podemos mantener esto así mucho tiempo —dijo Kael, con tensión en la voz—. Necesitamos un plan.

Cerré los ojos y dejé que la Marca del Fénix hablara. Sentí las conexiones entre nuestras energías, percibí cómo cada chispa de fuego y cada filamento de hielo podían sincronizarse para crear algo más que defensa: un patrón, un movimiento que él no podía anticipar.

—Cuando ataque, confía en mí —susurré—. No importa lo que haga, sigue mi ritmo.

Él asintió, y en ese instante sentí que cada latido de mi corazón estaba sincronizado con el suyo. El enemigo lanzó un ataque masivo, una onda de energía oscura que comprimió el aire y buscó romper nuestro perímetro. Kael y yo reaccionamos como uno solo: mi fuego rodeó la onda, mientras su hielo la estabilizaba y la devolvía parcialmente, creando un choque que hizo temblar el valle.

Pero no fue suficiente. La energía del enemigo se adaptó, y por un momento, sentí cómo mi fuego vacilaba, cómo el hielo de Kael comenzaba a resquebrajarse. El miedo surgió con fuerza, y pude ver la misma tensión en sus ojos.

—Kael… —susurré, apoyando mi frente contra la suya—. No importa lo que pase. Lo enfrentaremos juntos.

Él inhaló profundamente y susurró: —Siempre contigo. Siempre.

Decidimos arriesgarnos. Mientras el enemigo preparaba otro ataque, Kael y yo combinamos nuestras energías de manera completamente diferente: no solo fuego y hielo, sino intención, corazón y sincronización total. Mi fuego se volvió más controlado y más intenso, mientras su hielo se entrelazaba en un patrón que amplificaba la energía en lugar de solo bloquearla.

El choque fue devastador. La onda de energía que creamos no solo impactó al enemigo; creó un campo de luz que iluminó todo el valle y que hizo retroceder a nuestra amenaza estratégica. Por un instante, la victoria pareció posible.

Pero él no se rendía. Su sonrisa era fría, casi burlona. —Impresionante —dijo—. Pero todavía no entendéis todo. La profecía… puede romperos si no actuáis con precisión.

Sentí cómo la presión aumentaba. La profecía ya no era un murmullo; era una fuerza tangible que nos empujaba a tomar decisiones inmediatas. Kael me miró, y en su mirada vi lo mismo que yo sentía: miedo, pero también la certeza de que nuestra unión era lo único que podía salvarnos.

—Debemos anticipar sus movimientos —dije—. No podemos reaccionar; debemos actuar.

Kael asintió, y por primera vez combinamos nuestras energías de manera que no solo respondían a él, sino que predecían el flujo de su magia. Cada chispa de fuego y cada filamento de hielo se movían como un organismo vivo, adaptándose, envolviendo, bloqueando y devolviendo ataques.

La batalla se prolongó durante lo que parecieron horas, aunque probablemente solo fueron minutos. Cada ataque que él lanzaba era más calculado, y cada defensa nuestra requería sincronización absoluta. Sentí la tensión aumentar cuando una parte de mi fuego comenzó a responder a la oscuridad del enemigo, tentándome a dejar que la ira me guiara.

—Arien… no lo hagas —susurró Kael—. Mantén la calma. Confía en nuestro vínculo.

Respiré hondo y dejé que su hielo y mi fuego se entrelazaran completamente, no solo como elementos, sino como extensión de nuestra confianza y amor. El enemigo lanzó un ataque final, una onda de oscuridad concentrada que parecía destinada a rompernos. Pero estábamos listos.

Juntos, canalizamos cada latido de nuestro corazón y cada chispa de nuestra energía combinada en un único golpe de luz y calor. El impacto fue tan poderoso que la energía del enemigo se fragmentó, disipándose en la bruma y dejando solo un eco de su voz: —Esto no ha terminado… —antes de desaparecer.

Caí de rodillas, agotada, y Kael me sostuvo con fuerza, su aliento mezclándose con mi fuego. —Lo hicimos… —murmuró, aunque ambos sabíamos que esta victoria era solo temporal.




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