El latido del Fénix

Capitulo 12: Sombras del Pasado

El aire estaba cargado de electricidad. Cada chispa de mi fuego reaccionaba ante la tensión que se cernía sobre el valle, y el hielo de Kael parecía vibrar con un ritmo propio, como si anticipara el peligro antes de que apareciera. Nos encontrábamos en un paso montañoso, rodeados de acantilados y niebla espesa, un lugar donde la magia antigua se mezclaba con la tierra misma.

—Arien… —dijo Kael, con la voz baja y cargada de advertencia—. Siento algo… diferente. Más intenso que antes.

Asentí, ajustando mi fuego para que no flaquease. —Algo se acerca —murmuré—. No es solo un enemigo común; es alguien que conoce nuestros movimientos, nuestra magia, nuestra unión.

Él me miró, sus ojos reflejando tanto preocupación como un brillo de determinación. —Entonces debemos estar preparados para todo. Pero hay algo más… —susurró, dudando por un instante—. Hay algo de mi pasado que debo contarte antes de que enfrentemos esto.

Mi corazón se detuvo un instante. Kael nunca hablaba de su pasado; siempre era el guardián del hielo, fuerte y distante. —¿Qué… qué es? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

—Antes de que nos encontráramos —dijo, bajando la mirada—, estuve vinculado a alguien… alguien que también conocía la profecía. Creí que podía controlar lo que sentía, pero… fallé. Y esa falla tuvo consecuencias que todavía me persiguen.

Suspiré y puse una mano sobre su brazo, buscando transmitirle confianza. —Kael… no importa lo que haya pasado antes. Lo importante es lo que tenemos ahora.

Él levantó la mirada, sus ojos reflejando un conflicto interno profundo. —Lo sé… pero debes entender que esto podría afectarnos. Nuestro enemigo podría usarlo en nuestra contra.

Antes de que pudiera responder, un rugido atravesó la niebla. Una figura emergió entre los árboles: un hombre alto, envuelto en sombras que parecían absorber la luz a su alrededor. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, y la energía que lo rodeaba hacía que el aire se sintiera pesado, como si cada respiración pesara el doble.

—Kael… —susurré, sintiendo cómo mi fuego vibraba al máximo—. Este es más fuerte que cualquiera que hayamos enfrentado.

—Lo sé —respondió Kael, estrechando mi mano—. Pero juntos, podemos. Siempre juntos.

El enemigo no habló; simplemente atacó. Una onda de energía oscura surgió de él, buscando romper nuestro vínculo antes de enfrentarnos físicamente. Kael y yo reaccionamos instintivamente, combinando nuestra magia para crear un escudo que absorbió parte del impacto. Sin embargo, parte de su fuerza se filtró, y sentí cómo mi fuego se fragmentaba ante la intensidad de la amenaza.

—Arien… confía en mí —dijo Kael, su voz firme pero cargada de emoción—. Debemos sincronizar todo: corazón, mente, magia.

Asentí y dejé que cada latido de mi corazón guiara mi fuego, mientras el hielo de Kael se expandía en un patrón que complementaba mis movimientos. Por un instante, sentimos algo que nunca habíamos experimentado: nuestra magia parecía anticipar cada acción del enemigo, uniendo fuego y hielo en una danza que desestabilizaba la energía oscura que nos atacaba.

—Arien… —Kael bajó la voz, casi como un susurro—. Lo que siento por ti… nunca había sentido nada igual. Incluso ahora, con este peligro, mi corazón… solo late por ti.

Sentí un calor recorrerme el cuerpo, y mi fuego respondió, entrelazándose con su hielo de una manera tan intensa que el enemigo retrocedió ligeramente. —Kael… yo… yo siento lo mismo. No importa cuán peligroso sea esto, lo enfrentaré contigo.

El enemigo lanzó un ataque directo, y esta vez, no solo buscamos defendernos; contraatacamos juntos, combinando nuestra magia de manera que creamos una onda de energía pura, tan brillante que la niebla se iluminó. Sin embargo, a medida que la onda impactaba, pude ver que el enemigo conocía nuestras técnicas; sus movimientos eran calculados, anticipando cada combinación.

—Kael… —dije, jadeando por el esfuerzo—. Puede ver nuestras estrategias… cómo hace eso?

Él frunció el ceño. —No lo sé… pero debemos improvisar. Debemos confiar en nuestro vínculo más que en cualquier técnica.

Cerré los ojos y respiré hondo. Deje que mi fuego respondiera a mis emociones, a la fuerza de mi amor por Kael, y no solo a la lógica del combate. Kael hizo lo mismo, su hielo reflejando cada chispa de mi energía, amplificándola y estabilizándola. Por primera vez sentí que nuestra unión no solo era una herramienta; era un arma y un escudo que el enemigo no podía predecir.

El combate se prolongó durante lo que parecieron horas, con ataques que nos obligaban a movernos con precisión absoluta, cada segundo contando. Pero mientras luchábamos, pude notar algo más: nuestro enemigo no solo estaba probando nuestra fuerza, también nuestra confianza, nuestra capacidad de mantenernos juntos bajo presión.

En un momento, el enemigo logró separarnos con un ataque repentino. Kael cayó al suelo, y sentí cómo el miedo me golpeaba con fuerza. —Kael… —grité, corriendo hacia él mientras mi fuego crecía descontrolado—. No dejaré que nada te haga daño.

Él me tomó la mano, y con un esfuerzo visible levantó su mirada hacia mí. —Arien… confía… confía en nuestro vínculo. Juntos.

Suspiré y dejé que mi fuego y su hielo se fundieran en un solo pulso, un latido que recorrió todo nuestro ser. La energía golpeó al enemigo, que retrocedió sorprendido, incapaz de anticipar un ataque nacido del amor y la confianza más que de la fuerza bruta.

El enemigo rugió y se desvaneció en la bruma, dejando solo un eco que advertía que volvería, más fuerte y más astuto. Kael y yo nos abrazamos, agotados pero aliviados.

—Kael… —dije, apoyando mi frente contra la suya—. No importa lo que venga, mientras estemos juntos, nada podrá rompernos.

Él asintió, sus ojos brillando con emoción y ternura. —Siempre contigo, Arien. Siempre.

Esa noche, mientras descansábamos bajo un cielo cubierto de estrellas, hablamos de su pasado, de los errores que temía que nos afectaran, y de cómo cada desafío nos estaba forjando como individuos y como pareja. Sentí que nuestra conexión se fortalecía más allá de la magia, más allá del fuego y del hielo: era confianza, era amor, era destino compartido.




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