El aire dentro del templo se había vuelto más denso, casi líquido. Después de la revelación del mapa y la luz que había llenado la cámara principal, un silencio reverente nos envolvía, como si el lugar entero estuviera observándonos, esperando nuestro siguiente movimiento.
Kael avanzó unos pasos, su aliento formando un leve vapor helado que contrastaba con el resplandor cálido de mi fuego. —Demasiado tranquilo —murmuró—. Algo no encaja, Arien.
Lo sentía también. Una vibración en el suelo, un pulso contenido que no era hostil… todavía.
—El templo no nos ha terminado de probar —susurré—. Romper la profecía no será tan simple como obtener un mapa.
De pronto, los muros comenzaron a cambiar. Las runas antiguas que decoraban las paredes se encendieron con un resplandor blanco azulado. La temperatura descendió varios grados, y un eco profundo recorrió el recinto.
"Guardianes del Silencio, despierten. Dos almas han cruzado el límite de lo prohibido."
El suelo tembló. Desde las sombras que rodeaban el pedestal emergieron tres figuras colosales, hechas de piedra y energía pura. Tenían cuerpos de guerreros, rostros sin rasgos definidos y un brillo en el pecho: el fuego y el hielo danzando en equilibrio. Eran bellos y aterradores a la vez.
—Kael… —susurré—. Ellos son los guardianes.
Él asintió, alzando una barrera de hielo frente a nosotros. —Y parece que no están aquí para felicitarnos.
El guardián central levantó una mano. Una voz resonó en nuestras mentes, profunda y calmada:
"El templo os ha reconocido, pero vuestra unión aún no ha sido aceptada por los antiguos. Para desafiar la profecía, debéis demostrar que vuestro vínculo puede soportar el peso de la verdad."
—¿Qué verdad? —pregunté, mi fuego titilando entre mis manos.
"La que hiere incluso más que la muerte."
Un resplandor cegador inundó la sala, y de pronto el mundo cambió. Estábamos en un lugar distinto: una versión distorsionada del templo, suspendida entre la realidad y el recuerdo. A nuestro alrededor, las columnas flotaban, el suelo brillaba como vidrio líquido, y el cielo… era un vacío oscuro atravesado por constelaciones rojas.
Kael me buscó con la mirada, tenso. —No te sueltes. Lo que veas aquí puede no ser real, pero el peligro sí lo es.
Tomé su mano, y juntos avanzamos. Cada paso resonaba como un eco en otra dimensión.
Los tres guardianes se habían dividido, y cada uno proyectaba una ilusión distinta:
Sus pruebas no serían simples combates. Eran verdades que intentaban quebrar la unión desde adentro.
El Guardián del Pasado
Fue el primero en moverse. Su cuerpo brilló con tonos dorados, y de pronto me vi en el bosque donde crecí, antes de conocer a Kael. Vi a mis padres, a mi gente… y la devastación que mi fuego había causado sin control cuando era niña. Sentí la misma culpa, el mismo miedo.
—No —susurré, temblando—. No otra vez.
Kael me tomó del brazo, su hielo calmando las llamas que comenzaban a estallar a mi alrededor. —Mírame, Arien. Ese fuego ya no eres tú. Lo dominas ahora.
—Pero… yo los destruí —murmuré, mi voz quebrándose—. ¿Y si la profecía tenía razón al decir que el fuego solo trae destrucción?
Kael me sostuvo el rostro con sus manos frías y firmes. —El fuego destruye, sí… pero también crea. Nació de ti, no para condenarte, sino para guiarte. Si el pasado te atormenta, deja que el amor que tenemos lo redima.
Su voz me atravesó como una caricia que curaba. Inspiré profundo, y mi fuego cambió: dejó de ser rabia y se convirtió en luz. Las sombras del pasado se deshicieron, y el guardián dorado inclinó la cabeza.
"El pasado ya no os domina."
El suelo tembló. El guardián desapareció, y comprendí que la primera prueba estaba superada.
El Guardián del Presente
El segundo guardián, de un azul profundo, emergió detrás de Kael. Su energía era gélida, pero no como la suya: era un frío que adormecía el alma. Lo que mostró me rompió por dentro.
Vi a Kael… arrodillado frente a una figura envuelta en sombras. Su expresión era de desesperación.
"Si aceptas mi pacto," decía la sombra, "protegerás a Arien para siempre. Pero a cambio, olvidarás quién eres."
—¡No! —grité, corriendo hacia él, pero la ilusión me mantuvo a distancia.
Kael se volvió hacia mí, su rostro empapado en sudor y lágrimas. —Arien, no es real… pero se siente real. La tentación de protegerte… aunque me pierda…
Me acerqué más, mis manos ardiendo con fuego contenido. —No quiero que me protejas a ese precio. No te quiero a medias, Kael. Si me pierdes a mí, que sea porque ambos luchamos hasta el final, no porque te borres para salvarme.
El hielo de Kael se estremeció, y sus ojos se aclararon, rompiendo la ilusión. Una ola de magia lo envolvió, y el guardián azul retrocedió.
"El presente ya no os divide."
Dos pruebas superadas. Pero la última era la más peligrosa.
El Guardián del Futuro
El tercero avanzó sin prisa. Su luz era una mezcla de blanco y negro, imposible de definir.
"¿Estáis dispuestos a enfrentar lo que vuestro amor puede provocar?"
Antes de poder responder, el templo cambió de nuevo. El aire se volvió pesado, cargado de ceniza. Estábamos en un campo en ruinas. Vi fuego por todas partes, pero no era mío. Era Kael. Su hielo había desaparecido; solo quedaba un fuego oscuro, descontrolado.
—Kael… ¿qué has hecho? —pregunté, sintiendo una punzada en el corazón.
Él se miró las manos, horrorizado. —No lo sé. Mi magia… se corrompió.
El guardián habló de nuevo:
"El amor que desafía el destino puede salvar el mundo… o destruirlo. Si vuestra unión rompe la profecía, también romperá el equilibrio. ¿Podéis cargar con eso?"