El latido del Fénix

Capitulo 23: El Susurro del Pasado

Arien

El viento recorría los pasillos derruidos de la antigua fortaleza, arrastrando polvo y hojas secas que crujían bajo nuestros pies. Desde que dejamos las ruinas centrales, la sensación de estar observados no nos había abandonado. Cada sombra parecía un eco de algo olvidado, cada susurro del viento un mensaje que apenas podíamos descifrar.

—Kael… —murmuré mientras avanzábamos—. Siento que estos fragmentos del Corazón aún nos llaman.

Él asintió, su mirada fija en las paredes cubiertas de inscripciones y símbolos antiguos. —Sí. No son solo las runas… es como si la historia misma intentara hablarnos.

Mis dedos rozaron un relieve gastado que representaba un ave de fuego rodeada de hielo. Al tocarlo, una chispa recorrió mi brazo, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Kael puso su mano sobre la mía, y nuestras energías se fusionaron de nuevo, pulsando al unísono.

—Lo sientes, ¿verdad? —preguntó él—. No es solo memoria… son advertencias, relatos que esperan ser entendidos.

Asentí, intentando concentrarme. Cada fragmento de nuestra magia contenía ecos de los primordiales: sus conflictos, sus decisiones, sus sacrificios. Era como caminar a través de un libro escrito en fuego y hielo, donde cada palabra podía arder o congelarte.

—Arien… —susurró Kael—. Hay algo más. No solo enseñanzas. Hay secretos. Secretos que podrían cambiar la forma en que entendemos la profecía.

Antes de que pudiera responder, un fragmento de luz se desprendió del Corazón fusionado que aún brillaba entre nosotros. Se elevó hacia el techo de la fortaleza y explotó en un patrón que proyectó imágenes en las paredes.

Guerreros antiguos, dioses dormidos, reinos que surgían y caían… y entre ellos, un símbolo que me hizo detener la respiración: el mismo emblema que había visto en los sueños que me había perseguido desde mi infancia. Un círculo de fuego y hielo entrelazado, atravesado por una flecha de luz.

—Kael… eso… —mi voz tembló—. Lo he visto antes.

—Yo también —respondió él, con los ojos brillando de preocupación—. Es… un sello. No es solo un recuerdo. Es un mensaje, y parece dirigido a nosotros.

Kael

Nunca había sentido algo tan intenso. Cada fragmento de poder fusionado no solo nos unía, sino que parecía susurrarnos desde el pasado. Era como si los dioses primordiales nos hablaran a través de nosotros mismos, revelando secretos que nunca debieron llegar a la luz.

—Arien, mira esto —dije, señalando unas inscripciones que aparecían brillantes solo cuando nuestras manos se tocaban—. Son instrucciones. Cómo manipular la fusión sin destruirnos. Pero hay más…

Una serie de símbolos comenzaron a girar sobre sí mismos, proyectando imágenes de un pasado que combinaba guerra y devoción. Vi a los primordiales enfrentarse entre sí, mezclando fuego y hielo para crear equilibrio, pero también caos. Cada conflicto terminaba con un sacrificio que sellaba la magia en fragmentos dispersos por el mundo.

—Entonces los fragmentos que llevamos… no son solo poder —dijo Arien, con voz temblorosa—. Son recuerdos, lecciones… advertencias.

—Y quizá advertencias sobre nosotros —añadí—. Si no entendemos la fusión completamente, podríamos repetir los errores de los antiguos.

Nos acercamos al centro del santuario, donde un pedestal sostenía un fragmento de cristal que parecía latir como un corazón. Al tocarlo, la luz de nuestra fusión reaccionó, proyectando un mapa antiguo en el aire: caminos que se extendían por reinos desconocidos, guardianes dormidos, templos ocultos.

—Esto… esto nos está mostrando el camino —dijo Arien—. Pero también… nos está advirtiendo sobre el costo.

Sentí un escalofrío. La energía de nuestra fusión se agitó, y por un momento el miedo nos atravesó: no éramos solo dos, éramos la continuación de algo mucho más grande, y nuestras decisiones podían cambiarlo todo.

—Debemos ser cuidadosos —dije—. Cada paso que damos ahora, cada uso de nuestra magia… repercute en todo. No es solo nuestro destino, es el de todos los reinos.

Arien

Caminamos entre las columnas caídas, siguiendo el mapa que se proyectaba en luz. A cada paso, los fragmentos del Corazón respondían, iluminando los símbolos antiguos en el suelo y las paredes. Pero algo cambió: una corriente de energía comenzó a rodearnos, una fuerza que no podíamos controlar del todo.

—Kael… esto… no es solo recuerdo —dije, sintiendo cómo el fuego dentro de mí se agitaba—. Es vivo.

—Lo sé —respondió él—. Y parece… enojado.

Antes de que pudiera entenderlo, un rugido resonó desde las profundidades de la fortaleza. Una sombra emergió, formada de fragmentos de poder antiguo que habían permanecido dormidos siglos atrás. Su forma era indefinida, cambiante, y cada vez que parpadeaba, la luz de nuestra fusión temblaba.

—¡Arien! —grité, extendiendo mis manos para guiarla—. Debemos mantenernos unidos.

Tomé su mano, y nuestra fusión respondió inmediatamente. La sombra retrocedió, pero no desapareció. Era como un guardián, probando nuestra fuerza, evaluando si éramos dignos de la información que los fragmentos contenían.

—No podemos destruirlo —dijo Arien, jadeando—. Esto no es un enemigo. Es una prueba.

—Entonces debemos demostrar nuestra sincronía —dije, concentrando nuestra energía—. Si nos separamos, nos consumirá.

Y así lo hicimos. Cada pensamiento, cada emoción, cada latido de nuestros corazones se sincronizó en un flujo constante. La sombra se agitó, resistió, pero finalmente se disolvió en un resplandor que iluminó las ruinas.

—Lo logramos —susurró Arien, apoyándose en mí—. Pero esto es solo el comienzo.

Kael

Mientras explorábamos las cámaras internas del templo-fortaleza, los fragmentos del Corazón comenzaron a reaccionar a nuestra presencia. Cada inscripción, cada relieve, parecía susurrarnos historias olvidadas de los primordiales: cómo equilibraron fuego y hielo, cómo sellaron sus conflictos, y cómo las decisiones de amor y sacrificio moldearon el mundo que heredamos.




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