El latido del Fénix

Capitulo 26: El Guardian del Abismo

Kael

El aire se volvió más denso a medida que descendíamos hacia el valle que se abría entre los acantilados. La senda que nos llevaba hacia el Abismo estaba marcada por rocas negras y grietas profundas, y un silencio pesado nos rodeaba. Sentí de inmediato cómo la fusión reaccionaba al entorno: no solo nuestras energías, sino la propia magia del lugar vibraba con intensidad. Cada chispa de fuego de Arien se mezclaba con mi hielo, y juntos formábamos un flujo que iluminaba tenuemente los precipicios a nuestro alrededor.

—Kael… —susurró Arien, aferrándose a mi brazo—. Siento que algo nos observa.

Asentí, consciente de que no era una sensación imaginaria. La historia de los primordiales hablaba de guardianes que protegían secretos antiguos en los lugares más peligrosos. Y este abismo… este abismo parecía haber estado esperando nuestra llegada durante siglos.

—Sí —dije, ajustando mi agarre sobre su mano—. No podemos retroceder ahora. Cada paso nos acerca más a la verdad, y también al riesgo.

El camino descendía abruptamente, serpenteando entre rocas y raíces que parecían tener vida propia. Sentí cómo la energía de nuestra fusión se agitaba más rápido, como si algo antiguo reaccionara a nuestra presencia. Cada vez que miraba a Arien, podía ver el reflejo de mi hielo mezclado con su fuego en sus ojos, y la conexión que compartíamos se intensificaba con cada paso.

—Kael… no quiero perder el control —dijo ella, con la voz temblorosa—. Cuando la fusión se activa demasiado… siento que puedo lastimarte, o incluso lastimarnos a ambos.

—Confía en mí —respondí, apretando su mano—. No solo somos fuego y hielo; somos unión, y mientras permanezcamos juntos, nada podrá separarnos.

A medida que nos adentrábamos en la boca del Abismo, la luz del sol desaparecía lentamente, reemplazada por un resplandor oscuro que parecía emanar de las paredes mismas. Sentí cómo cada fragmento de nuestra fusión vibraba con intensidad, como si respondiera a una presencia que aún no podíamos ver.

—Arien… algo está aquí —susurré, mi voz resonando en la oscuridad—. Lo siento.

Ella asintió, tomando un paso adelante. —Lo sé. Es… antiguo, más antiguo que cualquier cosa que hayamos encontrado.

De pronto, un rugido profundo resonó desde las entrañas del Abismo. El suelo tembló bajo nuestros pies, y una figura emergió de la penumbra. Era colosal, con escamas oscuras que reflejaban tanto fuego como hielo. Sus ojos brillaban como brasas congeladas, y su sola presencia hacía que nuestra fusión palpitara con fuerza descontrolada.

—El Guardián —dije, recordando las inscripciones—. Es la última prueba antes de acceder al núcleo del Abismo.

Arien respiró hondo, y sentí cómo su fuego se expandía, buscando un equilibrio con mi hielo. —Kael… esto… —dijo con un hilo de voz—. Es imponente.

—Lo sé —respondí, colocando un brazo frente a ella—. Pero no estamos solos. Tenemos esto, juntos.

El Guardián se lanzó hacia nosotros con una velocidad que desafiaba su tamaño, sus garras levantando destellos de energía oscura al contacto con el suelo. Sentí cómo la fusión reaccionaba, encendiendo nuestro poder en un torbellino que iluminó todo el Abismo.

—¡Arien! —grité, extendiendo mis manos para guiarla—. Mantente conmigo.

Ella asintió, y nuestras energías se entrelazaron. Cada chispa de fuego se mezcló con mi hielo, formando un flujo constante que nos protegía y atacaba simultáneamente. Era como bailar con una fuerza viva que evaluaba nuestra sincronización, nuestra confianza y nuestra unión.

El Guardián rugió de nuevo, lanzando un chorro de energía oscura que impactó contra nuestro flujo. Sentí el peso en nuestros cuerpos, la presión de la magia intentando dividirnos. —Arien… concéntrate —grité—. Siente mi ritmo, deja que nuestras energías fluyan juntas.

Lo hicimos. Cada latido, cada pensamiento, cada emoción se fusionó en un torrente de poder que repelió la energía oscura del Guardián. Su rugido se tornó en un gruñido de frustración mientras retrocedía, evaluando nuestra fuerza.

—No podemos detenernos —dije, jadeando—. Debemos demostrar que somos dignos.

Nos movimos con rapidez, esquivando ataques y lanzando corrientes de energía fusionada que iluminaban la oscuridad. La fusión no solo potenciaba nuestro poder, sino que nos enseñaba cómo usarlo: equilibrio entre fuego y hielo, fuerza y control, pasión y razón. Cada movimiento, cada decisión, era un mensaje que los antiguos habían dejado para quienes pudieran comprenderlo.

—Kael… —susurró Arien—. Esto… esto es más que una prueba de fuerza. Nos está enseñando.

—Sí —respondí—. Nos está mostrando los límites de nuestra unión, y cómo podemos superarlos.

El Guardián se lanzó de nuevo, y esta vez la energía oscura nos envolvió completamente. Sentí cómo mi hielo se agitaba, buscando contener el fuego de Arien que amenazaba con desbordarse. —¡Arien! —grité—. Usa tu fuego, pero déjalo fluir hacia mí. No lo controles sola.

Ella asintió, y de repente, la fusión se volvió perfecta: fuego y hielo en equilibrio, formando un torbellino que envolvió al Guardián. Su rugido se transformó en un eco que se desvaneció lentamente, y la figura colosal comenzó a desintegrarse en fragmentos de luz que flotaron alrededor nuestro.

—Lo logramos —dijo Arien, apoyándose contra mí—.

—Sí —respondí, respirando profundamente—. Pero debemos seguir avanzando. Lo que venga después no será más fácil.

Nos adentramos más en el Abismo, y cada paso estaba marcado por fragmentos de runas que brillaban con nuestra fusión. Era como si los Guardianes hubieran dejado un camino para guiarnos, evaluarnos y prepararnos para el desafío final.

—Kael… —susurré, sintiendo la vibración de nuestro poder—. Esto… nos está cambiando. No solo físicamente, sino… algo más profundo.

—Lo sé —respondí, colocando un brazo protector alrededor suyo—. Estamos evolucionando. La fusión nos transforma, y debemos aprender a dominarlo antes de que llegue la batalla final.




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