Arien
El Corazón del Eclipse nos esperaba al final del Abismo, un lago de energía oscura que brillaba con un fulgor hipnótico, como si contuviera el alma del mundo entero. La superficie se agitaba sin viento, reflejando nuestras siluetas fusionadas en un juego de fuego y hielo que pulsaba con cada latido de nuestros corazones.
—Kael… —susurré, aferrándome a su mano—. Esto… es más grande de lo que imaginé.
Él asintió, sus ojos fijos en el centro del lago. —Sí. Y lo que nos espera allí cambiará todo. No solo nuestra fusión, sino la profecía, todo lo que somos.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras avanzábamos hacia la orilla. Cada paso hacía que nuestra fusión vibrara con más intensidad, iluminando las runas en el suelo y reflejándose en las paredes del Abismo. Era un poder tan inmenso que podía sentir cómo nuestro amor y nuestra unión se volvían casi tangibles, como si el lago mismo evaluara nuestra conexión.
—Arien… —dijo Kael suavemente—. Debemos concentrarnos. No hay margen de error aquí.
Asentí, inhalando profundamente, sintiendo cómo su hielo se entrelazaba con mi fuego, formando un flujo constante que nos protegía y potenciaba. La Llama Dividida brillaba a nuestro alrededor, pulsando con cada emoción que compartíamos: miedo, esperanza, amor, coraje.
—Esto… —susurré—. Esto es más que un poder. Es… nosotros.
Al llegar al borde del lago, un pulso de energía lo hizo hervir y levantó una columna de luz que proyectó imágenes en las paredes del Abismo. Guerreros antiguos, dioses primordiales y amantes que habían usado la fusión antes que nosotros aparecieron en escenas que se entrelazaban con nuestra historia. Era como si el lago estuviera contando un relato que nos incluía a nosotros, enseñándonos lecciones y revelando advertencias.
—Kael… —murmuré—. Nos está mostrando lo que podemos ser… y lo que podríamos perder.
Él me tomó del rostro con ternura. —Y también nos recuerda que solo juntos podemos superar esto. La fusión es un camino peligroso, pero también la clave de todo.
Sentí cómo nuestras energías crecían, vibrando con fuerza, y la superficie del lago comenzó a moverse con destellos que respondían a nuestra unión. Una figura emergió de su centro, un ser de sombra y luz que parecía contener todo el poder del Eclipse en su forma. Sus ojos eran pozos infinitos que nos atravesaban, evaluando nuestra fuerza, nuestra pureza y nuestro amor.
—El Guardián del Corazón —susurró Kael—. La última prueba antes de que podamos acceder al núcleo de nuestro destino.
La criatura avanzó hacia nosotros, su presencia haciendo que nuestra fusión temblara. No era un enemigo en el sentido convencional; era más bien un desafío, una manifestación de todo lo que debíamos equilibrar: fuego y hielo, amor y miedo, pasión y control.
—Kael… —susurré, apoyándome contra él—. Esto es… demasiado.
—No estás sola —respondió, apretando mi mano—. Siente mi ritmo, mi respiración… deja que nuestras energías fluyan como uno solo.
Lo hice. La Llama Dividida respondió, expandiéndose alrededor nuestro, creando un torbellino de luz y sombra que iluminaba todo el Abismo. Cada chispa de fuego se mezcló con cada fragmento de hielo, y por un instante, la criatura pareció detenerse, reconociendo la fuerza de nuestra unión.
—Arien… debemos ir más allá —dijo Kael—. Esto no es solo poder; es confianza, es amor, es todo lo que hemos aprendido juntos.
Asentí, y sentí cómo nuestro corazón y nuestra mente se sincronizaban con perfección. Cada pensamiento, cada emoción, cada latido se convirtió en un flujo constante que impulsaba nuestra fusión hacia la criatura.
El Guardián del Corazón rugió, proyectando ondas de energía que intentaban dividirnos, sembrar dudas, amplificar nuestros miedos. Pero sentí la mano de Kael firme sobre la mía, su respiración acompasada a la mía, y comprendí que no había fuerza que pudiera separarnos mientras permaneciera nuestra unión intacta.
—No podemos fallar —susurré—. Todo depende de nosotros.
—Lo sé —respondió él—. Y lo haremos.
Un estallido de energía nos envolvió. La fusión alcanzó su punto máximo, y por un momento, no éramos Kael y Arien. Éramos la Llama Dividida, una corriente de poder que pulsaba con fuerza propia, capaz de remodelar la realidad a nuestro alrededor. El Guardián del Corazón se agitó, resistió, pero finalmente su forma comenzó a desintegrarse, dejando atrás un rastro de luz que iluminó cada rincón del Abismo.
Respiré profundamente, apoyándome en Kael, sintiendo cómo nuestras energías aún vibraban, pero de manera estable. —Lo logramos —dije, con un hilo de voz—. Pero esto… esto cambia todo.
—Sí —respondió él, abrazándome—. Ahora entendemos la magnitud de lo que podemos hacer, y también la responsabilidad. Cada acción que tomemos afectará al mundo entero.
Nos acercamos al centro del lago, donde un pedestal de cristal sostenía un fragmento más grande que los anteriores. Su luz pulsaba al ritmo de nuestra fusión, proyectando símbolos y mapas que indicaban reinos, templos y secretos que debíamos proteger y comprender.
—Esto… —susurré—. Esto es la clave de la profecía.
—Y también una advertencia —dijo Kael—. Debemos usarlo sabiamente, porque cada chispa de poder atrae fuerzas que quieren probar nuestra unión.
Asentí, comprendiendo plenamente lo que significaba. Cada prueba que habíamos enfrentado, cada guardián que habíamos superado, nos había enseñado que el verdadero poder no era solo mágico; era nuestra capacidad de permanecer juntos, de confiar y amar sin reservas.
—Kael… pase lo que pase, siempre estaremos juntos —susurré, apoyando mi frente contra la suya.
—Siempre —respondió él—. La Llama Dividida no es solo nuestro poder. Es nuestra fuerza, nuestra guía y nuestro amor.
El sol comenzaba a ocultarse, proyectando un resplandor dorado que atravesaba el lago y se mezclaba con nuestra fusión. Sentí cómo cada fragmento de energía se asentaba, enseñándonos que la unión podía superar cualquier oscuridad, cualquier desafío, cualquier temor.