Kael
El amanecer no había llegado todavía, pero el cielo empezaba a iluminarse con tonos que jamás había visto: naranjas profundos que se mezclaban con violetas y azules suaves. Era como si el mundo mismo celebrara la victoria de nuestra unión, la culminación de la Llama Dividida. Arien estaba a mi lado, su mano entrelazada con la mía, y podía sentir cómo nuestra fusión vibraba suavemente, reflejando cada emoción que compartíamos: alivio, orgullo, amor, esperanza.
—Arien… —susurré, observando cómo la luz del horizonte jugaba con sus ojos—. Lo logramos. Todo lo que hemos pasado, cada prueba, cada desafío… nos ha traído aquí.
Ella sonrió, apoyando su frente contra la mía. —Sí, Kael… y siento que esta unión… nos ha cambiado para siempre. No solo como guerreros o magos, sino como nosotros.
Sentí un calor recorrer mi pecho, no solo por la magia, sino por el amor que nos sostenía. Cada batalla, cada prueba, cada fusión había sido un paso hacia este momento. La oscuridad del Eclipse, los Guardianes, la convergencia… todo había sido una preparación para comprender lo que realmente significaba ser uno.
—Kael… —dijo ella, con una voz suave—. ¿Crees que… nuestra fusión puede mantenerse así para siempre?
—No lo sé —respondí con honestidad—. Pero lo que sí sé es que mientras estemos juntos, podremos mantener el equilibrio. La Llama Dividida no es solo magia; es nosotros. Y nosotros siempre encontraremos la manera de sostenerla.
El Corazón del Eclipse se encontraba ahora en calma, su energía estabilizada por nuestra unión. La cámara que antes había estado envuelta en sombras y destellos oscuros ahora brillaba con una luz suave, como si el mundo respirara junto con nosotros. Los símbolos que cubrían las paredes proyectaban patrones de armonía y paz, confirmando que habíamos transformado la profecía en algo que ya no nos controlaba, sino que podíamos moldear a nuestro favor.
—Kael… —susurró Arien, mirando las runas—. Cada fragmento del mundo que tocamos… siento que nuestra fusión lo ha cambiado. Como si estuviéramos dejando nuestra marca, pero también sanando lo que antes estaba roto.
Asentí, sintiendo la magnitud de nuestras acciones. No habíamos solo sobrevivido; habíamos transformado la energía del mundo. —Es nuestra responsabilidad —dije—. Cada acción, cada decisión, cada chispa de la Llama Dividida influirá en el futuro. Y debemos usarla con sabiduría.
Ella me miró, con ojos llenos de determinación y amor. —Kael… pase lo que pase, quiero hacerlo contigo. Cada desafío, cada alegría, cada oscuridad… contigo.
—Siempre —respondí, apretando su mano con fuerza—. Porque mientras estemos juntos, nada podrá separarnos.
La cámara del Corazón del Eclipse comenzó a desmoronarse lentamente, sus paredes de cristal cayendo como polvo luminoso, y una brisa suave llenó el espacio. El mundo más allá del Abismo parecía respirar con nosotros. La profecía que nos había perseguido durante tanto tiempo ya no era una amenaza; era un recuerdo de nuestra fuerza, de nuestra capacidad de transformar el destino a través de la unión y el amor.
—Kael… —dijo Arien, con una mezcla de asombro y alegría—. Todo esto… lo hicimos juntos.
—Sí —respondí, mirando su rostro iluminado por los primeros rayos del sol—. Y lo seguiremos haciendo. Cada día, cada momento. La Llama Dividida no termina aquí; es solo el comienzo de todo lo que seremos juntos.
Sentí cómo nuestra fusión se asentaba, como un río que finalmente encontraba su cauce. No era la explosión de energía que habíamos experimentado durante las pruebas, sino un flujo constante, sereno, que nos conectaba con el mundo y entre nosotros. Cada latido de nuestros corazones, cada chispa de magia, era un recordatorio de que estábamos listos para enfrentar lo que viniera, juntos, como uno solo.
—Arien… —susurré, inclinándome hacia ella—. Hemos superado todo lo que la profecía nos puso delante. Ahora es nuestro turno de decidir cómo usar nuestra fuerza.
—Sí, Kael —respondió ella—. Y quiero hacerlo a tu lado, siempre.
El sol comenzó a elevarse completamente, bañando la meseta con luz dorada. Sentí cómo la Llama Dividida brillaba suavemente, proyectando destellos de luz y sombra que se mezclaban en un espectáculo armonioso. Cada chispa reflejaba nuestros recuerdos, nuestros sacrificios, nuestros triunfos, y también nuestro amor, profundo y constante.
—Kael… —dijo Arien, apoyando su cabeza en mi hombro—. Esta paz… siento que es real. Por primera vez en mucho tiempo, podemos respirar sin miedo.
—Sí —respondí, rodeándola con mis brazos—. Pero debemos recordar que nuestra fuerza no es solo para nosotros. Lo que hemos aprendido, lo que hemos conquistado… puede proteger al mundo, puede sanar lo que estaba roto.
Ella asintió, levantando la vista hacia mí con una sonrisa que iluminaba más que el sol naciente. —Entonces hagámoslo, Kael. Sigamos adelante, juntos. No solo como amantes, sino como guardianes de lo que hemos creado.
—Siempre —dije, apretando su mano mientras el viento jugaba con nuestro cabello y nuestra fusión brillaba suavemente alrededor nuestro—. La Llama Dividida es nuestro vínculo, nuestro poder y nuestro amor eterno.
Mientras caminábamos hacia el borde de la meseta, sentí una sensación de calma profunda. Todo lo que habíamos enfrentado, cada batalla, cada prueba, cada sacrificio, nos había preparado para este momento. No éramos los mismos que comenzamos este viaje. Habíamos evolucionado, no solo como guerreros, sino como seres capaces de amar y confiar en la fuerza de nuestra unión.
—Kael… —susurré—. Todo esto… todo lo que hemos hecho… ha valido la pena.
—Sí, Arien —respondió él, mirándome con ternura—. Y aún queda más por vivir, más por descubrir. Pero mientras estemos juntos, no hay nada que no podamos enfrentar.
La Llama Dividida pulsaba suavemente, y sentí cómo nuestro poder se conectaba con la tierra, con el cielo, con la energía de todo lo que nos rodeaba. No había oscuridad que pudiera desafiarlo, no había profecía que pudiera limitarnos. Solo estábamos nosotros, unidos, invencibles en nuestra fusión.