Arien
El sol brillaba alto en el cielo, bañando la meseta y el valle con una luz cálida y dorada. La Llama Dividida seguía brillando suavemente a nuestro alrededor, una señal de que nuestra unión había alcanzado un equilibrio perfecto. Ya no éramos solo Arien y Kael, sino un solo ser en armonía: fuego y hielo, pasión y calma, amor y confianza. Todo lo que habíamos enfrentado, cada desafío y cada prueba, nos había llevado hasta este momento, y por primera vez en mucho tiempo, sentí una paz completa.
—Kael… —susurré, tomando su mano mientras caminábamos entre los prados que se habían abierto alrededor de la meseta—. Nunca imaginé que llegaríamos aquí. Todo… todo lo que sufrimos, todo lo que superamos… nos ha traído a este amanecer.
Él sonrió, sus ojos brillando con la misma intensidad que la Llama Dividida. —Lo sé, Arien. Cada paso, cada batalla, cada momento de miedo… valió la pena, porque nos enseñó lo que significa confiar plenamente el uno en el otro.
El viento acariciaba nuestros rostros, llevando consigo el aroma de flores silvestres y hierba fresca. Todo el mundo parecía respirar con nosotros, como si la naturaleza misma reconociera nuestra victoria. Cada río, cada montaña, cada criatura que nos rodeaba parecía vibrar con la energía de nuestra fusión.
—Kael… —dije, apoyando mi cabeza contra su hombro—. Mira todo esto. El mundo… está tranquilo. Gracias a nosotros.
Él me abrazó con fuerza, y sentí cómo nuestra energía se entrelazaba aún más, cálida y serena. —No solo a nosotros —respondió—. También a quienes vendrán después. Lo que hicimos no solo cambió nuestra vida, sino todo el mundo. La Llama Dividida es un legado, Arien.
Caminamos juntos hasta el borde del valle, donde el horizonte se extendía hasta el infinito. El Corazón del Eclipse ya no estaba activo como antes, sino que se había integrado en la tierra, transformando el paisaje con energía positiva y armoniosa. Cada fragmento de magia que antes había sido caótico ahora brillaba suavemente, equilibrado por nuestra fusión.
—Kael… —susurré—. Todo esto… es nuestro hogar ahora. No solo el mundo que conocíamos, sino el que hemos ayudado a crear.
—Sí —respondió él, mirándome con ternura—. Y mientras estemos juntos, siempre podremos protegerlo, guiarlo, y vivir en paz.
Sentí un profundo agradecimiento hacia él, hacia nosotros, hacia todo lo que habíamos superado. La profecía que nos había perseguido, los Guardianes que habíamos enfrentado, el Eclipse Final… todo había sido necesario para que pudiéramos comprender la magnitud de nuestra fusión y la fuerza de nuestro amor.
—Kael… —dije, con una sonrisa—. Nunca imaginé que nuestro amor pudiera ser tan… infinito.
—Arien… —respondió él, acariciando mi rostro—. No es solo amor. Es la fusión de nuestras almas, la fuerza que nos hace invencibles. Y eso… es eterno.
Nos sentamos juntos en una roca al borde del valle, dejando que el sol dorado nos bañara mientras observábamos cómo la vida florecía a nuestro alrededor. Los árboles crecían más fuertes, los ríos fluían con más claridad, y los animales se acercaban sin miedo. Era como si el mundo mismo hubiera recibido un regalo: la armonía creada por nuestra fusión.
—Kael… —dije, apoyando mi cabeza en su hombro—. Todo esto… lo construimos juntos. Cada momento difícil, cada lágrima, cada sacrificio… valió la pena.
—Sí, Arien —respondió él—. Y todo esto seguirá creciendo mientras cuidemos de nuestra unión. La Llama Dividida es más que magia; es nuestra fuerza, nuestra guía y nuestro amor eterno.
Sentí un nudo en la garganta por la emoción. Todo lo que habíamos enfrentado había sido para llegar a este punto, y ahora podíamos disfrutar de la paz, de la certeza de que nada podría separarnos. Todo lo que éramos estaba unido, y eso nos daba una fuerza que ningún enemigo, ninguna oscuridad, ninguna profecía podría desafiar.
—Kael… —susurré, con voz temblorosa de felicidad—. Prométeme que siempre será así. Que pase lo que pase, nunca nos separaremos.
—Lo prometo —respondió él, apretando mi mano con fuerza y mirando el horizonte—. Siempre juntos, Arien. Mientras la Llama Dividida brille en nosotros, nada ni nadie podrá separarnos.
El tiempo pasó, y cada día fortalecía nuestra fusión. Aprendimos a usar nuestra magia no solo para protegernos, sino para sanar y guiar. Cada chispa de fuego, cada fragmento de hielo, cada destello de nuestra unión se convirtió en un regalo para el mundo, y en cada gesto, en cada mirada, recordábamos que nuestra fuerza provenía del amor que compartíamos.
—Kael… —dije una tarde mientras contemplábamos el cielo estrellado—. Mira cómo todo brilla ahora. Incluso las estrellas parecen celebrar nuestra unión.
Él sonrió, rodeándome con sus brazos. —Sí, Arien. Y mientras estemos juntos, cada estrella, cada río, cada criatura… sentirá la fuerza de nuestra fusión. Porque esto no termina aquí. Nuestra vida, nuestro amor, nuestra Llama Dividida… todo seguirá creciendo.
Nos levantamos y caminamos hacia el horizonte, sintiendo cómo la Llama Dividida pulsaba suavemente, recordándonos que estábamos listos para cualquier cosa que viniera. Todo el miedo, toda la oscuridad, toda la incertidumbre había quedado atrás. Ahora solo existíamos nosotros y el mundo que habíamos ayudado a proteger, lleno de luz y esperanza.
—Kael… —susurré—. Gracias por todo. Por tu fuerza, tu confianza, tu amor. Por nunca dejarme sola.
—Arien… —respondió él, inclinándose para rozar mi frente con la suya—. Y gracias a ti. Por creer en nosotros, por confiar en la fusión, por amar sin reservas. Siempre estaremos juntos, y eso es lo que nos hace invencibles.
El sol descendía lentamente, proyectando un resplandor cálido sobre la tierra, y sentí cómo cada fragmento de nuestra fusión se asentaba, creando un equilibrio perfecto. Era un recordatorio de que habíamos superado todo: la profecía, los Guardianes, el Eclipse Final. Y lo habíamos hecho juntos.