El Latido Salvaje

Capítulo 2: Marcas que no se borran

Amara salió del bosque con las piernas temblando. Aunque la advertencia del alfa resonaba en su mente, sabía que no podía ignorar lo que había visto. **Hombres lobo. Verdaderos, tan reales como la luna sobre su cabeza.** Su cámara aún colgaba de su cuello, pero sus manos temblaban tanto que apenas podía sostenerla. No se atrevió a revisar las fotos que había tomado. Algo en el fondo de su mente le decía que no debía buscar más problemas esa noche.

De regreso a la ciudad, las calles iluminadas se sintieron como un refugio seguro, aunque las imágenes del claro y esos ojos dorados no dejaban de perseguirla. Amara se detuvo en una cafetería abierta las 24 horas y pidió un café fuerte, esperando que la cafeína calmara sus nervios. Sentada junto a la ventana, sacó lentamente la cámara y revisó las fotos.

La mayoría eran borrosas, pero hubo una que la hizo detenerse. Era él. El alfa. En la imagen, aún en su forma mitad lobo, la miraba fijamente, como si supiera que estaba siendo capturado por su lente. **La intensidad de su mirada traspasaba la pantalla, como si fuera capaz de verla incluso en ese momento.** Amara apagó la cámara de golpe, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.

—No puede ser... —susurró, llevándose una mano a la frente.

*****

Al otro lado de la ciudad, el alfa, **Kalen**, regresaba al edificio donde había establecido el refugio de su manada. Era un rascacielos moderno, frío y minimalista, que ocultaba un sistema complejo de habitaciones subterráneas diseñadas para mantener a los lobos protegidos del mundo exterior. Kalen cruzó el umbral con su característico aire imponente, y los miembros de su manada inclinaron la cabeza en señal de respeto al verlo pasar.

—¿Quién era la chica? —preguntó uno de sus betas, **Rowan**, mientras lo seguía al despacho principal.

Kalen se quitó la chaqueta de cuero, arrojándola sobre un sofá cercano.

—Humana. Una intrusa, pero curiosa. No tiene idea en qué se está metiendo.

Rowan frunció el ceño.

—¿Y qué haremos con ella? No podemos arriesgarnos a que hable o, peor aún, que muestre pruebas. Sabes que cada vez estamos más cerca de llamar la atención de los humanos.

—Lo sé, Rowan. —La voz de Kalen era grave y firme—. Pero hay algo extraño en ella. Su olor... no es completamente humano.

Rowan lo miró con desconfianza.

—¿Crees que tiene algún vínculo con las manadas? ¿O con los clanes rivales?

—No estoy seguro. Pero lo averiguaré antes de tomar cualquier decisión. —Kalen se giró hacia Rowan, sus ojos dorados brillando con determinación—. Nadie debe saber de su existencia. Por ahora.

Rowan asintió, aunque no parecía del todo convencido.

*****

Esa noche, mientras Amara trataba de dormir en su pequeño apartamento, su mente estaba inundada de preguntas. ¿Quiénes eran realmente esos hombres lobo? ¿Cómo era posible que existieran y que nadie hablara de ellos? Pero más que eso, ¿por qué sentía que el alfa, ese hombre de ojos dorados, estaba entrelazado con su destino de una manera que aún no entendía?

******

Mientras tanto, Kalen no podía sacarse de la cabeza a la joven intrusa. Su fragancia única seguía atormentándolo, mezclada con una inquietud que no podía sacudir. De alguna manera, sabía que su encuentro no había sido un accidente, y que esa chica, Amara, era mucho más de lo que parecía.




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