Amara se despertó con el suave murmullo del tráfico de Lunargenta. Las primeras luces del alba iluminaban su pequeño apartamento, pero ella no sentía descanso. **Su mente seguía atrapada en el claro del bosque, en los ojos dorados del alfa y en el rugido profundo que había sentido reverberar en su pecho.**
Se sentó en la cama, abrazando sus piernas, mientras observaba la cámara en el escritorio. Después de todo lo que había visto, no podía quedarse quieta. Debía saber más. Tenía que encontrar respuestas. Sin embargo, mientras repasaba las imágenes en su mente, una duda la invadió: **¿Qué tal si esa advertencia del alfa no era solo un intento por asustarla, sino una verdadera amenaza?**
Amara tomó una ducha rápida, tratando de aclarar sus pensamientos. Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada cansada, pero decidida. **Era imposible detener su curiosidad, incluso si eso significaba poner en riesgo su vida.**
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Mientras tanto, Kalen estaba sentado frente a una mesa de madera oscura en el despacho principal del refugio. Sus ojos dorados estudiaban un documento, pero su mente estaba en otro lugar. **La humana, Amara.** A pesar de lo que había ordenado a Rowan, no podía dejar de pensar en ella. No entendía por qué su presencia en el bosque le había afectado tanto. Había algo diferente en ella, algo que desafiaba toda lógica.
La puerta del despacho se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Rowan entró con el ceño fruncido, seguido por otros dos miembros de la manada.
—Tenemos un problema —dijo Rowan, sin rodeos.
Kalen dejó el documento y se puso de pie.
—¿Qué sucede?
—Un grupo de cazadores fue visto cerca de Sombra de Plata. Parecen... organizados. Más que los simples curiosos de siempre —respondió Rowan.
Kalen apretó los dientes, su mandíbula marcada mostrando la tensión.
—¿Están aquí por nosotros?
—Todavía no lo sabemos. Pero si están equipados como parece, no es una coincidencia.
Kalen asintió, sus ojos brillando con un destello peligroso.
—Quiero vigilancia las 24 horas en los límites del bosque. No dejen que nadie se acerque. Y si ven algo sospechoso, me lo informan de inmediato.
Rowan asintió y salió del despacho con los otros lobos. Kalen se quedó en silencio, apoyando las manos en el borde de la mesa. **La llegada de los cazadores complicaba las cosas. Y ahora, más que nunca, necesitaba mantener a la manada a salvo.**
Pero había algo que lo inquietaba aún más: ¿qué pasaría si Amara regresaba al bosque y cruzaba el camino con esos cazadores?
**Una nueva búsqueda**
De vuelta en la ciudad, Amara caminaba por las bulliciosas calles de Lunargenta con su cámara al cuello. Había pasado las últimas horas buscando en internet cualquier pista sobre las desapariciones y rumores relacionados con el bosque de Sombra de Plata. Pero no había encontrado nada útil. **Todo parecía encubierto, como si nadie se atreviera a hablar.**
Finalmente, decidió intentar un enfoque diferente. Entró a una biblioteca antigua en uno de los barrios más tranquilos de la ciudad. Amara no era una gran fan de las bibliotecas, pero sabía que los secretos más oscuros a menudo se ocultaban en lugares que la mayoría ya había olvidado.
Revisando viejos archivos y libros polvorientos, encontró un texto que llamó su atención: **"Las Leyendas de Lunargenta"**. Lo abrió y comenzó a leer, sus dedos pasando rápidamente por páginas llenas de historias sobre criaturas de la noche y clanes antiguos que habitaban los bosques alrededor de la ciudad.
Había un pasaje que mencionaba a una figura conocida como el **Líder del Fuego Salvaje**. Según la leyenda, era un alfa que protegía su manada con una ferocidad incomparable. Amara sintió un escalofrío al leer la descripción: ojos que brillaban como llamas bajo la luna llena.
Cerró el libro, su corazón latiendo con fuerza. **Esto no podía ser una coincidencia.**
**Un encuentro inesperado**
Esa noche, Amara decidió regresar al bosque. Aunque sabía que era peligroso, sentía que estaba cerca de descubrir algo grande. Caminó con cuidado, su linterna apagada para no llamar la atención. Esta vez, sin embargo, no estaba sola.
Kalen la había estado observando desde el momento en que cruzó los límites del bosque. Estaba oculto entre las sombras, su figura enorme y silenciosa siguiendo cada uno de sus movimientos. Cuando ella se detuvo en el mismo claro de la noche anterior, él apareció, emergiendo de la oscuridad como un depredador.
—Te dije que no volvieras —dijo, su voz profunda resonando en el aire frío.
Amara dio un salto, llevándose una mano al pecho.
—¡¿Tú otra vez?! —dijo, tratando de recuperar la compostura.
Kalen dio un paso hacia ella, sus ojos dorados brillando con intensidad.
—No estás segura aquí. Te lo advertí. ¿Por qué sigues regresando?
Amara lo enfrentó, levantando el mentón.
—Porque quiero saber la verdad. ¿Qué está pasando en este bosque? ¿Quién eres realmente?
Kalen la observó por un largo momento, evaluando sus palabras. **Había algo en su valentía que lo desarmaba.** Finalmente, habló.
—Soy Kalen. Y este bosque... es mi hogar. —Su tono era firme, pero algo en su voz revelaba una verdad más profunda, algo que Amara aún no comprendía.
Antes de que pudiera responder, un ruido detrás de ellos los interrumpió. **El chasquido de una rama rota.**
Kalen giró rápidamente, sus sentidos en alerta.
—¡Vete! Ahora —le dijo a Amara, empujándola suavemente hacia el borde del claro.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, sus ojos llenos de miedo.
—No estás sola en este bosque. Y ellos... no serán tan amables como yo.