El Latido Salvaje

Capítulo 9: La llegada de los Lunaris

Caelan Rhys aterrizó en el pequeño aeropuerto de Lunargenta al anochecer, sintiendo una extraña mezcla de anticipación y aprensión. El viaje desde Montreal había sido largo, pero la noticia que había recibido, la noticia que había estado esperando durante toda su vida, lo mantenía alerta, con los nervios a flor de piel y los sentidos de lobo agudizados. No viajaba solo. Lo acompañaban dos miembros de su manada, dos lobos en los que confiaba plenamente:

* Darian Knox: Su Beta, su segundo al mando, su amigo más leal. Un hombre lobo de constitución fuerte, cabello castaño rojizo y ojos color avellana, que irradiaba una calma y una seguridad que contrastaban con la inquietud de Caelan.

* Lyra Moreau: Una guerrera excepcional, ágil y letal, con una larga cabellera negra y unos ojos grises que parecían ver a través de las sombras. Lyra sentía algo por Caelan, una mezcla de lealtad, admiración y un amor no correspondido que ocultaba bajo una máscara de frialdad y profesionalismo.

Amara. Su hermana gemela. La hermana que creía perdida, la hermana que había buscado incansablemente durante años. Estaba viva. Y estaba en Lunargenta.

Caelan respiró hondo el aire fresco de la noche, intentando calmar el torbellino de emociones que lo sacudía. Había soñado con este momento desde niño, había imaginado mil escenarios, pero la realidad superaba cualquier expectativa.

Salieron del aeropuerto, un edificio pequeño y funcional, y Darian hizo una señal a un taxi que esperaba. Caelan dio al conductor la dirección de un hotel céntrico. Mientras el taxi se adentraba en la ciudad, Caelan observaba el paisaje con una mezcla de curiosidad y… ¿reconocimiento? Lyra, a su lado, permanecía en silencio, pero él podía sentir su tensión, su propia anticipación.

Lunargenta era más pequeña y tranquila de lo que esperaba. Pero había algo en el ambiente, una energía sutil, una vibración en el aire, que lo hacía sentir… conectado.

Es ella, pensó. Puedo sentirla.

Desde que el investigador privado le había confirmado la existencia y ubicación de su hermana, una extraña conexión, un lazo invisible, había empezado a tirar de él, guiándolo hacia Lunargenta.

Y a medida que se acercaba, esa conexión se hacía más fuerte. Podía sentir su presencia, su energía, como una vibración, un eco en su propia alma de lobo. Podía sentir… su Esencia de Luna. Un aroma que, aunque nunca antes había percibido conscientemente, ahora reconocía como parte de sí mismo, de su sangre.

—¿Sientes eso, Caelan? —preguntó Darian, interrumpiendo sus pensamientos.

—Sí —respondió Caelan—. La siento a ella. Y también… algo más. Algo oscuro.

Lyra, que había permanecido en silencio, se tensó.

—Cazadores —dijo, con voz baja y tensa—. Puedo olerlos.

Caelan asintió. Lo había percibido también. El inconfundible olor a pólvora, a metal, a odio. La amenaza estaba presente, incluso antes de que pusieran un pie en la ciudad.

Llegaron al hotel, un edificio moderno y elegante. Caelan se registró, usando el apellido de su madre humana como precaución, mientras Darian y Lyra vigilaban el entorno, discretos pero alertas. Subieron a la suite que habían reservado, un espacio amplio con vistas a la ciudad.

Caelan dejó su mochila en el suelo y se dirigió a la ventana, mirando la luna llena.

—Está aquí, en algún lugar —dijo, más para sí mismo que para los demás—. Puedo sentirla.

—Debemos ser cautelosos, Caelan —dijo Darian, acercándose a él—. No sabemos a qué nos enfrentamos.

—Lo sé —respondió Caelan—. Pero no voy a esconderme. He esperado demasiado tiempo para esto.

Lyra, que había estado inspeccionando la habitación, se acercó a ellos.

—La habitación es segura —dijo—. He revisado si hay micrófonos o cámaras. No hay nada.

—Bien —dijo Caelan—. Necesitamos un plan.

Se sentaron alrededor de una mesa, y Caelan extendió un mapa de Lunargenta que había conseguido.

—Primero, necesitamos encontrarla —dijo—. Pero sin llamar la atención. No sabemos quién la está protegiendo, o quién la está amenazando.

—Podría estar con otros lobos —dijo Darian—. Quizás con la manada local.

—Es posible —respondió Caelan—. Pero también podría estar sola. O… con humanos.

—Tendremos que investigar —dijo Lyra—. Dividirnos. Cubrir más terreno.

Caelan asintió.

—Darian, tú te encargarás de la zona norte —dijo—. Busca cualquier indicio de actividad de la manada local. Lyra, tú irás al sur. Intenta averiguar si hay cazadores operando en la ciudad.

—¿Y tú? —preguntó Lyra, mirándolo fijamente.

—Yo iré al bosque —respondió Caelan—. Es donde la siento con más fuerza.

Lyra frunció el ceño.

—Es peligroso, Caelan —dijo—. No sabemos qué te espera allí.

—Lo sé —respondió Caelan—. Pero tengo que hacerlo. Tengo que encontrarla.

Lyra abrió la boca para protestar, pero luego la cerró. Sabía que era inútil discutir con él. Cuando Caelan se proponía algo, no había quien lo detuviera. Y menos cuando se trataba de su hermana.




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