El Latido Salvaje

Capítulo 6: El Corazón del Bosque

Kalen caminaba delante de Amara, guiándola por un sendero oculto que serpenteaba entre los árboles centenarios del Bosque de Silverwood. Aunque la luna llena brillaba en lo alto, la espesura del follaje apenas permitía que unos pocos rayos plateados se filtraran hasta el suelo, envolviendo el camino en una penumbra misteriosa. Amara sentía cada paso como un eco en su interior, un recordatorio de que se adentraba en un mundo desconocido, un mundo del que quizás no habría retorno. ¿Qué estoy haciendo?, se preguntó, pero la respuesta, o la ausencia de ella, la impulsaba a seguir.

—¿A dónde me llevas? —preguntó, finalmente, incapaz de soportar más el silencio. Su voz sonaba más aguda de lo normal, traicionando su nerviosismo.

Kalen no se detuvo ni se volvió. Su voz, grave y resonante, flotó en la oscuridad, como si fuera parte del propio bosque.

—A un lugar donde entenderás. Donde entenderás por qué debes alejarte.

Esa respuesta, lejos de tranquilizarla, aumentó su inquietud. Pero Amara no retrocedió. La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de atracción y peligro, de curiosidad y miedo. Pero debajo de la dureza de Kalen, debajo de su frustración evidente, ella percibía algo más: preocupación. Una preocupación genuina, aunque intentara ocultarla. ¿Se preocupa por mí, o por lo que represento?, se preguntó.

Después de caminar en silencio durante lo que parecieron horas, llegaron a un claro. El lugar era… mágico. La hierba, de un verde intenso, parecía brillar con luz propia bajo la luna llena. Y en el centro, un círculo de piedras antiguas, cubiertas de musgo y grabadas con símbolos que Amara no reconocía, se alzaba como un altar olvidado. El aire aquí era diferente, más denso, cargado de una energía palpable. Un escalofrío le recorrió la espalda, no de miedo, sino de… ¿asombro?

—¿Qué… qué es este lugar? —preguntó, con voz entrecortada, sintiendo que la garganta se le secaba.

Kalen se detuvo al borde del claro, y se giró hacia ella. La luz de la luna iluminaba su rostro, resaltando sus facciones angulosas, sus ojos dorados, que ahora brillaban con una intensidad casi sobrenatural.

—Este es el Corazón del Bosque —respondió, con voz solemne—. El lugar más sagrado para mi manada. El lugar donde reside nuestra fuerza… y nuestra mayor vulnerabilidad.

Amara dio un paso adelante, instintivamente, atraída por la energía del lugar. Podía sentirla vibrar en el aire, en la tierra, en sus propios huesos. Era una sensación embriagadora y, al mismo tiempo, aterradora.

—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó, volviendo a mirar a Kalen.

Él cruzó los brazos sobre el pecho, y su expresión se volvió más seria, si eso era posible.

—Porque necesitas entender lo que está en juego, Amara —respondió—. Necesitas entender por qué no puedes seguir husmeando en nuestros asuntos.

—¿Y qué es lo que está en juego? —preguntó ella, desafiante—. ¿Tu secreto? ¿El hecho de que eres… un hombre lobo?

Kalen no se inmutó.

—No es solo eso —dijo—. Es mucho más. Este lugar… —Señaló el círculo de piedras con un gesto amplio—. …es la fuente de nuestro poder. Es lo que nos conecta con la tierra, con nuestros ancestros, con nuestra propia naturaleza. Si este lugar fuera profanado, destruido… la manada se debilitaría. Quizás incluso desaparecería.

Amara lo miró, intentando procesar sus palabras.

—¿Y por qué me lo estás mostrando? —preguntó, con un hilo de voz—. Si es tan peligroso…—
Kalen soltó un suspiro, un sonido cargado de frustración y… ¿resignación?

—Porque tienes un vínculo con este lugar, Amara —dijo, finalmente—. Lo sentí desde el primer momento en que te vi. Hay algo en ti… algo que te conecta con este bosque, con esta tierra… conmigo. Una Esencia de Luna, que no puedo explicar, ni ignorar.

Amara sintió que el corazón le daba un vuelco. ¿Un vínculo? ¿Con él? ¿Con este lugar? Era todo demasiado confuso, demasiado increíble.

—No entiendo… —murmuró.

—Y si los cazadores descubren ese vínculo… —continuó Kalen, ignorando su confusión—, si descubren que tú… que tú eres… No se detendrán ante nada para utilizarte. Para destruirte. O peor.

—¿Peor? — preguntó Amara, sintiendo un escalofrio.

— Usarte para llegar a mi, a este lugar— explicó con simpleza— eres mi debilidad, Amara.

Antes de que pudiera preguntar qué quería decir con "peor", Kalen añadió:

—Pero hay algo más que debes saber —dijo, con voz grave—. Si decides quedarte, si decides involucrarte en este mundo, tendrás que aceptar las consecuencias. Este no es un juego, Amara. No es una leyenda para entretener a los turistas. Es una realidad. Una realidad peligrosa, que puede devorarte si no eres lo suficientemente fuerte. O, si te dejas consumir por la curiosidad.

Amara lo miró, sintiendo una mezcla de miedo y determinación.

—No sé si soy fuerte, Kalen —dijo, con honestidad—. Pero sé que no puedo ignorar lo que está pasando. No puedo ignorar… lo que siento.

Él asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. Pero no dijo nada más. Simplemente la observó, en silencio, como si estuviera evaluando su alma.

Un Giro Inesperado

Mientras tanto, a varios kilómetros de distancia, en un campamento improvisado oculto en la espesura del bosque, Marcus, se reunía con un grupo de cazadores. Sus rostros, curtidos por el tiempo y la experiencia, reflejaban una determinación feroz.

—¿Estamos seguros de que es aquí? —preguntó uno de los cazadores, un hombre corpulento con una cicatriz que le cruzaba el ojo izquierdo.

Marcus asintió, con una sonrisa cruel.

—Sí —respondió—. Este es el Corazón del Bosque. El lugar más sagrado para la manada de Kalen. Si lo atacamos, si lo destruimos, los debilitaremos. Los obligaremos a salir de su escondite.

—¿Y la chica? —preguntó otro cazador, una mujer delgada y ágil, con el pelo recogido en una trenza—. ¿Qué hacemos con ella?




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