El Latido Salvaje

Capítulo 16: La Luz Azul en la Oscuridad.

Con Sor Emilia apoyada en sus hombros y Kalen Kaelson liderando el camino, Amara salió de la capilla a través del pasaje secreto. La oscuridad del túnel la envolvió, tragándose la tenue luz de las velas y el caos recién vivido. El aire era frío y húmedo, olía a tierra y piedra antigua, un aroma que, extrañamente, le resultaba familiar, casi acogedor.
Aún sentía la adrenalina corriendo por sus venas, la vibración de la transformación resonando en cada célula de su cuerpo. La imagen de Silas, derrotado yaceindo en el suelo de la capilla, se mezclaba con la sensación extraña y poderosa de su forma lupina, con la fuerza salvaje que había sentido al saltar, al rugir, al proteger a Sor Emilia.

Miró hacia abajo, a sus manos, ahora de nuevo humanas, pálidas a la luz tenue que se filtraba desde la entrada del pasaje secreto. ¿Había sido real? ¿Realmente se había transformado en loba? ¿Era posible que ella, Amara, una simple fotoperiodista de Lunargenta, tuviera esa capacidad?

La respuesta, aunque increíble, era innegable. Lo había sentido, lo había vivido. La Esencia de Luna, ese poder del que Sor Emilia le había hablado, había despertado en su interior, transformándola, conectándola con algo ancestral y desconocido.
Un escalofrío recorrió su espalda, no de miedo, sino de asombro, de anticipación. ¿Qué significaba esto para ella? ¿Quién era realmente ahora? ¿Qué implicaciones tendría su nueva naturaleza en su vida, en su relación con Kalen Kaelson, en su lucha contra Marcus?

Kalen Kaelson se detuvo de repente, alertándola de sus pensamientos. El túnel se abría a un espacio más amplio, una especie de cámara subterránea iluminada por una suave luz azulada que emanaba de las paredes de piedra. El lugar era pequeño, circular, con un aire antiguo y mágico. En el centro, un pozo de agua cristalina reflejaba la luz azul, creando un efecto hipnótico.

—Estamos a salvo aquí por ahora —dijo Kalen Kaelson, con voz grave, rompiendo el silencio—. Este pasaje lleva a las catacumbas bajo la capilla. Es un lugar antiguo, protegido. Silas no nos encontrará fácilmente aquí.

Amara asintió, observando el lugar con curiosidad. La atmósfera era extraña, casi sagrada. Sentía una calma inexplicable, como si el propio lugar la protegiera, la acunara.
Sor Emilia tosió débilmente, interrumpiendo sus pensamientos.

—Necesito… descansar, niña —dijo con voz entrecortada, apoyándose con dificultad en Amara—. Estoy… débil.

—Lo sé, Sor Emilia —respondió Amara, con preocupación, sosteniéndola con más firmeza—. La ayudaremos a sentarse. ¿Hay algo que podamos hacer?

Kalen Kaelson la guio hacia un saliente de roca lisa, cerca del pozo, donde pudieron sentar a la monja con cuidado. Sor Emilia cerró los ojos, respirando con dificultad. Su rostro estaba pálido y arrugado, marcado por el dolor.

—Agua… por favor —susurró Sor Emilia.

Kalen Kaelson se acercó al pozo y llenó la sartén con agua cristalina, ofreciéndosela a la monja con cuidado. Sor Emilia bebió pequeños sorbos, con los ojos cerrados. Parecía aliviada.

—Gracias, joven Kaelson —dijo Sor Emilia, con una sonrisa débil hacia Kalen Kaelson—. Eres… más amable de lo que pareces.

Kalen Kaelson asintió levemente, sin responder. Se notaba la tensión entre ellos, a pesar de la situación crítica.

Amara observó a Sor Emilia con preocupación. La monja parecía realmente malherida. Necesitaban hacer algo, necesitaban ayuda.

—Kalen —dijo Amara, con voz seria—. Tenemos que sacarla de aquí. Necesita atención médica. ¿Podemos… ir a tu refugio?

Kalen Kaelson la miró fijamente, con una expresión que Amara no supo descifrar. ¿Mi refugio... mi manada... ¿estoy seguro de esto?, parecía pensar Kalen, antes de responder finalmente.

—Sí, Amara —respondió Kalen Kaelson, finalmente, con voz suave—. Sí, podemos ir a mi refugio. Es el lugar más seguro para ella… y para ti.

Amara sintió un alivio inmenso al escuchar esas palabras. Iba a ir al refugio de Kalen Kaelson. Iba a conocer a su manada, iba a adentrarse en su mundo. Iba a dar un paso más en su camino, un camino que la llevaba hacia lo desconocido, pero también, quizás, hacia la verdad.

Pero la preocupación por Sor Emilia seguía presente. La monja necesitaba ayuda urgente. Y Silas… Silas Blackwood no se quedaría de brazos cruzados. Sabían que tenían que actuar rápido. Que el tiempo se les agotaba. De nuevo.

Kalen Kaelson se acercó a Amara, tomándola suavemente de la mano. Su contacto, ahora, era diferente. Más íntimo, más cargado de significado. Amara sintió una chispa eléctrica recorrer su cuerpo al sentir su piel cálida y áspera contra la suya. La transformación había cambiado algo entre ellos, algo profundo y palpable.

—¿Estás lista, Amara? —preguntó Kalen Kaelson, mirándola a los ojos, con una intensidad que la hizo temblar.

Amara respiró hondo, mirando a Sor Emilia, que descansaba con los ojos cerrados, y luego a Kalen Kaelson, con su mirada penetrante y protectora.

—Sí, Kalen —respondió Amara, con voz firme, aunque un hilo de duda aún persistiera en su interior—. Estoy lista. Vamos a tu refugio. Y encontremos las respuestas que necesitamos. Juntos.

Kalen Kaelson asintió, con una leve sonrisa en los labios. Tomó a Sor Emilia con cuidado, ayudándola a levantarse, y guio a Amara hacia la oscuridad del túnel, hacia lo desconocido, hacia su destino. Dejando atrás la capilla, dejando atrás a Silas, dejando atrás su antigua vida humana, y adentrándose en el mundo salvaje y mágico de los lobos, de la Esencia de Luna, y de los secretos ancestrales del Bosque de Silverwood. El viaje, apenas comenzaba. Y el latido salvaje de su corazón, resonaba con fuerza, impulsándola hacia adelante, hacia la luz… o hacia la oscuridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.