El camino hacia el refugio de Sombraluz estaba impregnado de silencio, roto solo por el susurro del viento entre los árboles y el leve gemido de Sor Emilia. Kalen Kaelson lideraba el camino, su figura tensa, sus sentidos alerta a cualquier peligro. Amara lo seguía de cerca, sintiendo la extraña calidez de su mano en la suya, un contraste con el frío de la noche.
A medida que se adentraban en el territorio de Sombraluz, Amara notaba un cambio sutil en el ambiente. El aire se volvía más denso, cargado de una energía palpable. El bosque parecía cobrar vida, susurrando secretos ancestrales. Kalen Kaelson se detuvo de repente, sus ojos dorados brillando en la oscuridad.
—Estamos cerca —murmuró Kalen, con voz grave—. Debo advertirles, Amara. Mi manada… no está acostumbrada a extraños.
Amara asintió, sintiendo un escalofrío de anticipación. ¿Cómo reaccionarían los lobos de Sombraluz al verla? ¿Cómo explicaría su transformación, su conexión con la Esencia de Luna?
El refugio de Sombraluz se reveló ante ellos como un complejo moderno incrustado en un claro del bosque Silverwood. Luces cálidas se filtraban a través de grandes ventanales, revelando un interior de diseño minimalista y elegante. Lobos de todas las formas y tamaños se movían con desenvoltura, algunos revisando pantallas táctiles, otros conversando en grupos. Rowan, el beta de Kalen, se acercó con cautela, su mirada escrutando a Amara y Sor Emilia. Serena, la guerrera, estaba a su lado, sus ojos llenos de suspicacia y celos.
Kalen Kaelson presentó a Amara y explicó la situación, mencionando la necesidad de proteger a Sor Emilia. La tensión en el claro era palpable. Los lobos de Sombraluz, leales a su Alfa, aceptaron a regañadientes a los extraños, pero la mirada de Serena hacia Amara era un recordatorio constante de su desconfianza.
Mientras Sor Emilia era atendida en una sala médica equipada con tecnología de punta, Kalen Kaelson sintió un torbellino de emociones en su interior. Su lobo, inquieto y protector, reclamaba a Amara como suya. La Esencia de Luna que emanaba de ella resonaba con su propia esencia, creando una conexión irresistible. Pero el aire también estaba cargado de otro aroma, un olor a alfa poderoso y desconocido.
De repente, un aullido resonó en el bosque, un aullido cargado de autoridad y nostalgia. Caelan, el hermano gemelo de Amara, había llegado.
Acompañado de su beta Darian y su guerrera Lyra, Caelan emergió del bosque, su figura imponente bajo la luz de la luna. Alto y musculoso, con cabello negro azabache y ojos de un verde extraño, igual al de Amara, Caelan irradiaba una presencia alfa innegable. Su piel bronceada contrastaba con la palidez de Amara, quien, a pesar de su pequeña estatura, poseía la misma mirada verde intensa.
Kalen Kaelson sintió la furia y la posesión de su lobo subir por su garganta, se tensó, listo para defender su territorio y a Amara.
Caelan se detuvo frente a Kalen Kaelson, su mirada azul fija en Amara.
—Amara —dijo Caelan, con voz suave y llena de anhelo—. Hermana, te encontré.
La sorpresa y la confusión inundaron el rostro de Amara. Así que lo que había sentido era real, sin conocerlo, sintió la conexión con él e inexplicablemente sabía su nombre ¿Un alfa poderoso que la llamaba hermana?
Caelan explicó su llegada, su búsqueda de Amara, su conocimiento de su linaje lunar. Reveló la verdad sobre los Lunaris, su poder ancestral, y el peligro que Marcus representaba para todos ellos.
—Amara, eres la princesa de los Lunaris —dijo Caelan, con voz firme—. Debes venir conmigo. Tu lugar está con nosotros.
La tensión en el claro alcanzó su punto máximo. Los lobos de Sombraluz, leales a Kalen Kaelson, se prepararon para defender a su Alfa y a su territorio. Kalen Kaelson, con su lobo rugiendo en su interior, se negó a entregar a Amara.
—Ella está bajo mi protección —gruñó Kalen Kaelson, con los ojos brillando con furia.
Caelan mantuvo la calma, su mirada fija en Amara.
—Amara, la decisión es tuya —dijo Caelan, con voz suave—. Eres libre de elegir tu camino.
Amara se encontró en una encrucijada. Dos alfas poderosos, dos mundos diferentes, tirando de ella en direcciones opuestas. La confusión y la incertidumbre la abrumaban. ¿A quién debía seguir?
¿A Kalen Kaelson, el alfa que la había protegido, o a Caelan, el hermano que había encontrado después de tantos años?
El latido salvaje de su corazón resonaba con fuerza, impulsándola hacia la verdad, hacia su destino. Y la respuesta, aunque dolorosa, comenzaba a surgir en su interior.