El Latido Salvaje

Capítulo 21: El regreso de las sombras

En el fragor de la batalla, mientras los cazadores se retiraban bajo la confusa orden de Marcus, la manada de Sombraluz se reagrupaba, sus lobos jadeando y sus pelajes manchados de tierra y sangre. Amara, en su forma de loba plateada, observaba el bosque con cautela, sus ojos sobrenaturales escrutando cada sombra en busca de alguna señal de peligro.
Kalen, de vuelta en su forma humana, se acercó a Amara, su rostro serio y preocupado.
—Marcus huyó —informó Kalen, con voz grave—. Al parecer, la presencia de Caelan lo perturbó profundamente.
Amara asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Marcus no era un enemigo común; su obsesión con los Lunaris y su conocimiento de la magia oscura lo convertían en una amenaza formidable.
—Debemos prepararnos para lo peor —dijo Amara, con voz firme—. Marcus no se rendirá fácilmente.
Caelan, Darian y Lyra se unieron al grupo, sus rostros serios y determinados.
—Marcus conoce la verdad —dijo Caelan, con voz tensa—. Sabe que los Lunaris no estamos extintos. Buscará la forma de acabar con nosotros.
La tensión en el aire era palpable. La revelación de la supervivencia de los Lunaris había desencadenado una reacción en cadena, atrayendo la atención de un enemigo que había permanecido en las sombras durante años.
De regreso en el refugio de Sombraluz, Kalen convocó a una reunión con los miembros más importantes de la manada. Rowan, Arion, y otros guerreros experimentados se reunieron en la sala principal, sus rostros llenos de preocupación.
—Debemos fortalecer nuestras defensas —ordenó Kalen—. Marcus es un enemigo peligroso, y su conocimiento de la magia oscura lo hace aún más impredecible.
—Debemos encontrar el corazón del bosque antes que él —sugirió Arion, con voz tensa—. Si Marcus obtiene ese poder, será imparable.
La búsqueda del corazón del bosque se convirtió en una prioridad urgente. Kalen envió exploradores a las profundidades del bosque, buscando pistas y rastros que pudieran llevarlos al lugar sagrado.
Mientras tanto, en su refugio oculto, Marcus urdía planes oscuros. La noticia de la supervivencia de Caelan y los Lunaris lo había sumido en una furia obsesiva.
—Debo acabar con ellos —murmuró Marcus, con voz cargada de odio—. No permitiré que arruinen mis planes.
Marcus comenzó a buscar aliados, criaturas oscuras y poderosas que compartieran su odio hacia los Lunaris. Su objetivo era crear un ejército capaz de destruir a sus enemigos y reclamar el corazón del bosque.
La sombra de la guerra se cernía sobre Sombraluz y los Lunaris. La batalla por el corazón del bosque estaba a punto de comenzar, y el destino de ambas manadas pendía de un hilo.

*****

La tensión llenaba la sala del refugio. La amenaza de Marcus, ahora consciente de la supervivencia de los Lunaris, pendía sobre ellos como una espada. Caelan, con la determinación brillando en sus ojos, tomó la palabra.
—Debemos llamar a la manada Lunaris —dijo Caelan, con voz firme—. Juntos, seremos más fuertes. Además, necesitamos encontrar el artefacto que despertará el corazón del bosque.
Kalen asintió, reconociendo la lógica de la propuesta. La unión de ambas manadas les daría una ventaja significativa contra Marcus. Sin embargo, la precaución lo llevó a establecer una condición.
—Acepto tu propuesta, Caelan —dijo Kalen, con voz grave—. Pero la manada Lunaris deberá establecerse en otro lugar del bosque. No podemos arriesgarnos a enfrentamientos innecesarios entre nuestras gentes.
Caelan asintió, comprendiendo la preocupación de Kalen. La coexistencia pacífica era esencial para enfrentar la amenaza común.
—Lo entiendo, Kalen —respondió Caelan—. Buscaremos un lugar seguro, lejos de tu territorio.
Sin perder tiempo, Caelan se transformó en un lobo majestuoso, su pelaje oscuro brillando bajo la luz de las antorchas. Se dirigió hacia la entrada del refugio, su paso firme y decidido. Una vez en el exterior, alzó su cabeza hacia la luna creciente y dejó escapar un aullido largo y resonante.
El aullido de Caelan se elevó sobre el bosque, una llamada ancestral que el viento llevaría a través de los árboles, hasta alcanzar los oídos de los Lunaris. El mensaje era claro: la manada necesitaba reunirse, el peligro acechaba.
Mientras tanto, en las profundidades del bosque, los exploradores de Sombraluz continuaban su búsqueda del corazón del bosque. Rowan, liderando el grupo, los guiaba a través de senderos ocultos y ruinas antiguas.
—Debemos ser cautelosos —advirtió Rowan, con voz baja—. Marcus podría haber dejado trampas o guardianes en el camino.
Los exploradores avanzaban con cautela, sus sentidos agudizados, atentos a cualquier señal de peligro. El bosque, con su densa vegetación y sus sombras profundas, ocultaba secretos ancestrales y peligros desconocidos.
De repente, uno de los exploradores se detuvo, señalando hacia un claro iluminado por la luz de la luna. En el centro del claro, una estructura de piedra antigua se alzaba, sus paredes cubiertas de símbolos extraños y brillantes.
—Creo que lo hemos encontrado —susurró el explorador, con asombro—. El corazón del bosque.




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