El Latido Salvaje

Capítulo 23: El Despertar de las leyendas

En el corazón del bosque, la antigua estructura de piedra irradiaba una energía ancestral. Los lobos de Sombraluz, Sor Emilia, Arion, Kalen, Caelan, Darian, Rowan y Lyra, se encontraban en el claro, sus sentidos abrumados por el poder que emanaba del portal. La tensión era palpable, la inminente batalla pendía sobre ellos como una tormenta.
De repente, una vibración profunda resonó en el aire, una onda de energía que hizo temblar el suelo bajo sus pies.

Un silencio expectante se apoderó del claro, mientras todos dirigían sus miradas hacia el cielo nocturno.

Entonces, la leyenda se hizo realidad.

Emergiendo de las sombras del bosque, los Guardianes Alados se elevaron hacia el cielo, sus alas colosales cortando el aire con un poder majestuoso. Sus plumajes iridiscentes brillaban bajo la luz de la luna, creando un espectáculo de belleza y poder que dejó a los lobos de Sombraluz atónitos.

Los Guardianes Alados descendieron con gracia, aterrizando en el claro con un estruendo suave, pero imponente. La manada Lunaris, de pelaje negro como la noche misma, desmontó de sus lomos, sus ojos brillando con una determinación silenciosa.

La incredulidad y la admiración llenaron los corazones de los lobos de Sombraluz. Los Guardianes Alados, criaturas que solo existían en las leyendas, estaban frente a ellos, reales y poderosos.

Sor Emilia y Arion intercambiaron miradas significativas, sus rostros iluminados por una sonrisa misteriosa.

—Los Guardianes están despertando —murmuró Sor Emilia, con voz suave, pero llena de poder—. La esencia de Amara, la luna entre nosotros, los ha llamado.

—Es un buen presagio —añadió Arion, con una sonrisa enigmática—. La batalla está por comenzar.

Mientras tanto, en su refugio oscuro, Marcus, ajeno al despertar de los Guardianes Alados, se concentraba en reunir sus fuerzas. Su furia crecía con cada segundo que pasaba, sabiendo que el corazón del bosque estaba a punto de ser despertado.

—Necesito más poder —gruñó Marcus, con voz cargada de desesperación—. Necesito aliados que puedan enfrentarse a los Lunaris y a los lobos de Sombraluz.

En ese momento, Silas Silverwood, herido y consumido por la sed de venganza, se presentó ante Marcus.

—Me uniré a ti —dijo Silas, con voz ronca—. Les haré pagar por lo que me hicieron.

Marcus observó a Silas con una sonrisa oscura. Un peón desesperado, perfecto para sus propósitos.

—Bienvenido a la causa —dijo Marcus, con voz siniestra—. Juntos, reclamaremos el poder del corazón del bosque.

Marcus y Silas comenzaron a buscar aliados entre las criaturas oscuras que habitaban en las sombras del bosque. Criaturas de la noche, sedientas de poder y venganza:

* Los Espectros de la Niebla: Sombras incorpóreas que se alimentaban de la energía vital, capaces de drenar la fuerza de sus enemigos.

* Los Gárgolas de Obsidiana: Criaturas de piedra viviente, guardianes de antiguos secretos oscuros, con una fuerza descomunal y una resistencia inquebrantable.

* Las Arañas de la Penumbra: Arácnidos gigantes, tejedoras de trampas mortales, con un veneno paralizante y una agilidad aterradora.

Con este ejército de criaturas oscuras, Marcus se preparó para la batalla, decidido a reclamar el poder del corazón del bosque y a destruir a quienes se interpusieran en su camino.

******

La majestuosa llegada de los Guardianes Alados marcó un punto de inflexión. La energía en el claro se intensificó, un aura de poder ancestral que resonaba con la presencia de Amara. Kalen, junto a los demás lobos de Sombraluz y los Lunaris, se preparó para la inminente batalla. La determinación brillaba en sus ojos, pero la preocupación por el poder que Marcus buscaba controlar no los abandonaba.

Amara se acercó al espejo de obsidiana, su mirada fija en el portal que reflejaba un cielo nocturno desconocido. La energía que emanaba del espejo la atraía, un llamado ancestral que resonaba en su interior. Sabía que su destino estaba ligado a ese portal, que solo ella podía despertar el corazón del bosque.

—Es hora —murmuró Amara, con voz suave, pero firme.
Levantó su mano, su piel brillando con una luz plateada, y la extendió hacia el espejo. Al contacto, el espejo vibró con un poder creciente, los símbolos grabados en su superficie se iluminaron con un brillo dorado, y el reflejo del cielo nocturno se agitó, como si un portal estuviera a punto de abrirse.

En ese momento, un estruendo resonó en el bosque. Marcus y su ejército de criaturas oscuras emergieron de las sombras, sus ojos brillando con odio y determinación.

Los Espectros de la Niebla se deslizaban entre los árboles, susurrando palabras de oscuridad. Las Gárgolas de Obsidiana se alzaban como torres de piedra, su fuerza descomunal lista para aplastar a sus enemigos. Y las Arañas de la Penumbra tejían sus trampas mortales, esperando a sus presas.

—¡Deténganla! —rugió Marcus, con voz atronadora—. ¡No permitan que abra el portal!

La batalla comenzó con ferocidad. Los lobos de Sombraluz y los Lunaris se enfrentaron a las criaturas oscuras, sus garras y colmillos desgarrando la oscuridad. Los Guardianes Alados se elevaron hacia el cielo, sus alas cortando el aire con poder, lanzando ataques aéreos contra las Gárgolas de Obsidiana.




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