El legado: A oscuras (nueva versión)

Capítulo 1

La primera muerte de mi larga lista de crímenes sucedió cuando tenía ocho años. Algunos la catalogarían de accidente, pero yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Estaba asustada, me temblaban las manos y tenía la vista emborronada a causa de las lágrimas, pero por encima de todo estaba desesperada.

Así que lo hice.

Quité el seguro y disparé.

Han pasado diez años desde entonces. Jamás me arrepentí de ello, aunque ese primer disparo supusiera darle rienda suelta a una larga lista de nombres cuyos finales fueron los mismos.

Alcé la mirada al manto gris que cubría el cielo. Sonreí cuando los primeros copos de nieve empezaron a besar mi piel y a deshacerse en ella casi al instante. No podía dar ninguna explicación lógica a la sensación de plenitud que me generaba el frío del invierno, los días nublados como aquel o la imagen de paisajes bañados por la nieve.

Escondí las manos en los bolsillos de mi abrigo y empecé a andar hacia el pino que había en el centro de aquel terreno nevado, mis botas crujían a cada paso que daba. Había algo invisible que tiraba de mí, que me instaba a seguir andando cada vez más de prisa. Así que me eché a correr.

Necesitaba llegar hasta allí. Esa vez lo conseguiría. Lo había prometido. Había prometido que...

Me detuve. Algo se movió al otro lado del tronco de aquel enorme árbol. Solté una bocanada de aire, el vaho cobró forma frente a mis ojos, y habría jurado que...

No.

Era real.

Una mano enguantada apareció por uno de los laterales del tronco y se puso a jugar con la nieve. Era pequeña. Sentí que me llamaba, así que retomé mis pisadas, pero cuando la nieve volvió a crujir bajo mi primera pisada, la mano se escondió. Todo pareció detenerse. El tiempo. La nieve. El viento. Y entonces un rostro se asomó y... me sonrió.

Solté un suave gruñido cuando unas cuantas pisadas lejanas retumbaron en el pasillo silencioso que daba a esta área tan poco transitada del edificio. Hacía mucho tiempo que no soñaba, lo que significaba que hacía mucho que no veía la nieve. Cuando mi mente me daba el privilegio de escaparme de las pesadillas que tan a menudo solían atormentarme las noches, siempre recurría al mismo sueño. Esa había sido la primera vez que conseguía acercarme tanto al árbol. No sabía por qué, pero el sueño me había dejado con un gusto amargo en la boca.

Las voces de aquellos pasos que se estaban acercando hablaban entre siseos. No hice el esfuerzo por averiguar de qué hablaban, me limité a quedarme unos cuantos segundos más con los ojos cerrados, así quizá, si me esforzaba, podía recordar a quién pertenecía la sonrisa con la que había soñado, era lo único que lograba recordar de aquel rostro emborronado.

Dibujé mentalmente el camino que siguieron los guardias, me lo sabía de memoria. Un tramo de escaleras y unos cuantos giros más tarde, la puerta de la sala se abrió y el guardia más joven entró meneando las llaves. Sabía que era él por el indiscutible sonido de sus pisadas, ligeras y rápidas, todo lo contrario a las del fortachón que se había quedado esperando fuera.

—Johnson —pronunció cuando vio que no me movía.

Él me conocía lo suficientemente bien como para saber que probablemente me había despertado en cuanto había abierto la puerta, y yo conocía a los de su calaña lo suficiente como para saber que si no me movía, recurriría al mando que siempre llevaban encima y pulsaría el botón más desgastado de ese aparato. Una descarga eléctrica a las siete de la mañana no era la mejor forma de empezar el día.

Tardé un poco en acostumbrarme a la luz que entraba a través de la puerta y que iluminaba el espacio oscuro y frío en el que me hallaba. Una vez se hizo nítida la figura que esperaba al otro lado de los barrotes, fijé la vista en él, cosa que lo llevó a erguir su postura de inmediato. Lo escuché tomar una bocanada de aire. Dos semanas viniendo a despertarme día tras día y su reacción seguía siendo la misma.

No sabía si considerarlo adorable o divertido.

—Agradecería unos buenos días para la próxima vez.

—Levántate.

Como no me apetecía empezar una discusión, le hice caso y me coloqué tras el biombo que me permitía tener algo de privacidad y me desvestí rápidamente. Abrí el armario pequeño que había en la esquina de la diminuta celda y saqué algo de ropa.

Le lancé una sonrisita al conjunto oscuro que había escogido. Una camisa de tirantes, otra fina de manga larga y unos pantalones con unos preciosos bolsillos en la parte trasera.

—¿No me vas a preguntar qué tal he dormido hoy, Peter?

Se le aceleró el pulso en milésimas de segundo. El retumbar de su corazón bailó errático y temeroso en mis oídos, lo que lo convertía en prueba suficiente para confirmar la veracidad de los cuchicheos que había estado escuchando sobre mí durante aquella última semana. No eran más que chorradas que algún guardia se habían inventado sobre mí, pero despertó mi interés en cuanto escuché como esa bula iba saltando de boca en boca. Por alguna razón que no había llegado a mis oídos, se habían transferido aquí unos cuantos guardias nuevos, y eso había hecho que algunos de los más veteranos advirtieran a los novatos de posibles peligros.

Yo era uno de ellos.

«Dicen que esa chica está loca. Tiene una libreta con todos las personas a las que ha asesinado. Si muestra interés por tu nombre, más vale que huyas, y si lo descubre... entonces ya no hay nada que puedas hacer».

Una vez terminé de atarme las botas, salí de detrás del biombo mientras me recogía en pelo en una coleta alta. Mi sonrisa alertó a Peter, que volvió a contener la respiración cuando vio que me acercaba a él. Bajó la mirada rápidamente, aunque la situación pareció empeorar visto la cara que puso. Sus ojos estaban clavados en el objeto que yacía en el suelo, al lado del catre. Tragó saliva al reconocer lo que era.

Una libreta.

Lo más sensato era mantener vivo el miedo que ahora reflejaban sus ojos, así que me abstuve de decir la verdad, que esa libreta en realidad estaba repleta de dibujos que había hecho Ámbar y que solo la había sacado del armario para que los idiotas que se habían tragado esas tonterías se quedaran igual de pálidos que él al verla.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 05.10.2024

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