El legado: A oscuras (nueva versión)

Capítulo 9

Odiaba el silencio. Era algo que había descubierto tras permanecer dos meses y medio en aquella cabaña en mitad del bosque. Sin ruidos ni sonidos con los que entretenerme, mi mente navegaba por un océano lleno de monstruos acechantes. Y cuando me hundía, entonces volvía a revivirlo todo.

Por esa razón me sorprendió escuchar pisadas a la mañana siguiente. Frida nunca hacía ruido al caminar. No sabía si era un aspecto intrínseco en ella o algo que se había encargado de pulir con el tiempo. Me estaba irguiendo en la cama cuando escuché el sonido del timbre. Me levanté en cuanto recordé que no habíamos tenido visitas durante el tiempo que llevaba con ella.

Al abrir la puerta esperaba encontrarme con la penumbra del pasillo, pero la luz me dio directamente en los ojos. Me quedé inmóvil, con la mano todavía alrededor del pomo de la puerta, al darme cuenta de que no me encontraba en la cabaña de Frida. El pasillo de la casa era por lo menos dos veces más ancho que el de la vieja choza y la luz que salía de las diferentes habitaciones hacía del lugar un espacio claro y bien iluminado.

Una figura apareció en mi campo de visión, tapando los rayos del sol cuando asomó por una de las habitaciones. Pasó por mi lado sin percatarse en mi presencia, como si fuera un fantasma. Su brazo rozó el mío cuando se adentró en la... No. Al mirar sobre mi hombro no encontré mi habitación, sino un cuarto de baño. Estaba empezando a marearme.

Solté el pomo en cuanto los ojos inyectados en sangre del chico dieron conmigo. Por su cabello revuelto y por los calzoncillos que llevaba, tenía pinta de que acababa de despertarse. A juzgar por su expresión serena, parecía lo suficientemente somnoliento como para no alarmarse ante mi presencia. Se llevó una mano a la nariz, se tapó una de sus fosas nasales y aspiró con fuerza por la otra. Después echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—Joder.

Percibí voces en la planta de abajo, una femenina y otra masculina.

—Buenos días, señora Waverly, soy el agente Pook. ¿Está aquí su marido?

—Todavía no ha vuelto de Columbia. ¿Por qué? ¿Ocurre algo?

Hubo un silencio vacilante.

—Es sobre su hijo Ryan.

Me había quedado inmóvil delante del baño, con aquel chico medio ido todavía mirándome, como si no atinara a saber si era real o era una ilusión suya cuando escuché la palabra «asesinato». El grito femenino que sonó desde la planta baja no afectó al chico, pero sí a mí. Había aparecido en el interior de una casa ajena, y si el chico no pareciera colocado, podría advertir de mi presencia al policía de la planta de abajo en cuestión de segundos.

Volvió a hacer ese ruido con la nariz, y solo cuando la curiosidad lo venció y se atrevió a dar un paso hacia mí, me puse en marcha. Entré en la habitación más cercana y cerré la puerta rápidamente. Puse el pestillo para ganar tiempo y atravesé el cuarto hasta llegar a la ventana. Al abrirla me asomé por ella para verificar la altura. Le eché una rápida ojeada a la solitaria calle. El sol apenas acababa de salir, no debían de ser más de las ocho y media de la mañana, y por el silencio y la tranquilidad de aquel vecindario, debía de ser festivo. Estaba a punto de saltar cuando un ruido captó mi atención. Parecía el maullido amenazante de un gato, y lo confirmé segundos más tarde cuando el animal corrió calle abajo con el pelaje del lomo en punta.

Una vez hube confirmado que no había ojos curiosos cerca, salté. Un dolor agudo me subió desde los tobillos hasta los gemelos, pero enseguida me puse en pie y me perdí calle abajo mientras las sirenas de la policía sonaban a lo lejos.

Me había acostumbrado al frío que hacía siempre en la cabaña, a las mañanas grises y a las lluvias de los últimos días. La sudadera que llevaba puesta me había ayudado combatir el frío, pero aquella mañana el sol era radiante y picaba como en los días más calurosos de verano. Era la única prenda que tenía, así que intenté buscar las sombras de los árboles durante mi paseo. No parecíamos estar en noviembre.

Si despertar en una casa ajena estaba siendo una especie de broma de Frida, esperaba que terminara pronto, porque no me había hecho ni puta gracia. Es más, conforme iban pasando los minutos, mis ganas de matar a la anciana crecían con ansias.

Noté que me estaba acercando a la zona central del pueblo. El olor a pan y a dulces me hizo salivar. Los primeros comercios empezaban a abrir sus puertas y el pueblo empezó a despertar. Cuando estaba por girar la esquina de una calle y vi el parque que había en la zona verde de enfrente, reconocí dónde estaba. Casualidad o no, Frida me había llevado de vuelta a Mynster.

Por un instante pude ver a Cloe y a Ámbar delante de mí, echándose a correr hacia los columpios como el día que llegamos. El recuerdo me hizo sonreír por unos efímeros segundos. Una mezcla de felicidad, tristeza, dolor e ira. Una vorágine de emociones que me hicieron temblar. Todavía me costaba aceptar que no podría volver a escucharlas, que debería acudir a los recuerdos para poder volver a verlas. ¿Viviría lo suficiente como para olvidarme de sus voces, de sus expresiones o de sus rostros? De solo pensarlo...

Me senté en un columpio, apoyé la cabeza en la cadena de hierro que lo unía a la viga de arriba y empecé a mecerme lentamente. En algún momento un chico se acercó y se sentó en el columpio de al lado. La capucha de la sudadera morada le cubría la cabeza y las gafas de sol que llevaba me impedían analizar su expresión, pero mi alma, si es que tenía una, pareció reconocer el pesar de la suya. Parecía igual de solo y perdido que yo. O al menos es lo que percibí.

Por mucho que esperara a que Frida apareciera, sabía que eso no iba a suceder. Recordé su comportamiento de ayer, la sensación de tenerla más lejos que cerca y sus últimas palabras. «Creo que nos habríamos llevado bien». No me había dado cuenta en ese momento, pero ahora tenía claro que Frida se había despedido. Me arrepentía de no haberle preguntado más cosas, de no haber insistido en saber de qué me conocía y por qué había sido generosa conmigo a pesar de lo que era. Nadie que supiera mi nombre había sido amable conmigo nunca. Y las pocas personas que lo habían sido, ahora estaban muertas.



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En el texto hay: fantasia urbana, +18, romance y acción

Editado: 21.12.2024

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