El Legado

Capítulo 2

Eran casi las 11 de la mañana y Daniel seguía sin aparecer.

Sólo daba vueltas de un lado a otro. Necesitaba ponerme a trabajar pero no quería comenzar hasta que mi hijo estuviera presente.

Él necesitaba empezar a hacerse cargo del negocio, y éste es el proyecto propicio para ello.

Cada vez terminaba más cansado, y era difícil continuar el ritmo. Si no fuera sólo por el hecho de que no me agradaba la idea de pasar todo el día en esta enorme casa vacía, ya me hubiera retirado.

Y no es que a mis 70 años fuera demasiado anciano como para continuar. Había unos cuantos socios alrededor de mi edad que seguían trabajando en la empresa. Pero la tristeza había hecho mella en mi salud.

La herida seguía abierta después de todos esos años. Casi tanto como la culpa. Porque mi Beatriz se había ido por causa mía y de mi maldición. Y eso era algo que jamás podría olvidar.

El reloj marca las 11, haciendo que volviera al presente y a lo que se suponía debería estar haciendo en estos momentos.

Así que sin otra opción, tomo el teléfono y marco a Daniel.

- ¿Bueno? – no fue hasta la tercera vez que llamaba cuando por fin contestó con voz ronca, lo que indicaba que se había quedado dormido.

- Te estoy esperando.

- Ah, sí. Ya voy saliendo – escucho como un bostezo se le escapa, haciendo que mi molestia incrementara.

- Date prisa. Hay mucho que ver.

- Si – contesta antes de colgar.

Intentó calmarme. Enojarme no serviría de nada, solo haría que perdiéramos más tiempo del que ya lo habían hecho. Pero era tan difícil después de ver lo poco que le importaba todo esto. Es su futuro, lo único que podemos sentir como algo seguro en nuestra vida, y no le interesaba.

Respiro profundamente, intentando concentrarme en lo importante aquí.

Tengo la esperanza de que ésta sea una buena oportunidad de acercarse. Pero para eso necesito que éste estuviera dispuesto a ello.

No quería morir sin haberlo antes conocido.

Así que sin más que hacer, mejor voy a decirle a la cocinera que empiece a preparar el almuerzo, y así este servido para cuando Daniel llegue.

 

Se sentía agotado. Lo cual no era raro debido a que había pasado toda la noche, y parte de la mañana, con Maite.

Aunque me había unido a su grupo, prácticamente desde que llegamos a la casa de su amigo, la había acaparado para mi solito.

Todo el tiempo estuvimos conversando, conociéndonos. Fue hasta que los demás comenzaron a despedirse que habíamos tomado consciencia de la hora.

Por supuesto no perdí la oportunidad de ofrecerme a llevarla, feliz cuando ella aceptó en esta ocasión. Y a pesar de que eso sólo sirvió para un casto beso en la mejilla como despedida, había valido la pena llegar a su departamento a las 7:30 a.m. sabiendo que sólo tendría un par de horas de sueño.

Que al parecer fueron más de lo que había esperado.

Así que si no fuera por la llamada de su padre, quien sabe hasta qué hora se habría levantado.

Pero antes, necesitaba un baño para despertarse completamente, ya que lo que tendría que hacer durante el día lo requería.

Media hora después llega a la casa donde me esperaba Julio con el almuerzo listo.

-  Ya era hora – dice papá apenas entro.

- Tuve que ir a unos pendientes antes – miento. Aunque por la cara que tenía, sabía que no le había creído nada.

- Está bien.

Bien, al menos no iban a empezar con una discusión. Tal vez lo dejarían para más de rato.

Así que primero lo primero. Me siento a la mesa, contento de comer al fin.

 

Toda la tarde estuvimos analizando cifras, checando papeles del proyecto, viendo los pros y contras. Lo que ya me esperaba, excepto por las constantes miradas que llegué a captar que mi padre me daba. Me llevaba a cuestionarme sobre qué aspecto tenía, lo cual no estaba seguro, ya que ni siquiera tuve tiempo de detenerme para verme en el espejo mientras salía del departamento. Pero en vista de que no me decía nada, preferí no sacar el tema.

No fue hasta que comenzó a oscurecer, que empieza con el interrogatorio.

Estábamos tomando un descanso, sentados en los sillones del despacho disfrutando de una taza de café, cuando se decide a hablar.

- Estás diferente.

- ¿Diferente?

- No sé. Más animado, supongo.

- Ha de ser por el avance que hicimos ahora.

- No. Es algo más – al no ver respuesta, insiste -. ¿Pasó algo recientemente? ¿Algo que quisieras mencionar?

- No, nada – contesto despreocupadamente, pero al parecer mi indiferencia no logra convencerlo.

- Habla.

Por lo visto estaba en uno de esos momentos en lo que quería ser el padre y no el jefe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.