El Legado

Capítulo 9

En el departamento, Maite se paseaba de un lado a otro, ansiosa.

Habían pasado tres semanas en las cuales había estado saliendo con Ángela a todo tipo de lugares, pero por cómo se quejaba su ¿novia?, parecía que hubieran sido tres años.

- ¿Cómo es posible que en todo este tiempo sigan sólo saliendo? Así nunca vas a lograr que se case contigo.

- Tranquila. Todo lleva su tiempo.

Yo, a diferencia de ella, sólo estaba sentado en la cama, con los brazos apoyados sobre las piernas.

Me sentía cansado. Sabía que el hecho de que no hubiéramos avanzado, en gran medida se debía a que le estaba dando demasiadas vueltas a dar el siguiente paso.

En la oficina ni siquiera me atrevía a ver a Flores a la cara por temor de que en algún momento dijera algo.

Claro que dudaba que Ángela le mencionara algo sobre su vida amorosa, si es que me consideraba dentro de esa categoría después de mi lento avance, pero aún con ello, era difícil no sentir como si tuviera la palabra patán grabado en mi frente, por lo que prefería sacarle la vuelta aunque pareciera cobarde.

Maite detiene su vaivén.

- No. Tú vas demasiado lento – me acusa.

Cada vez que hablaba sobre que estuviera con otra me parecía tan bizarro. Y el hecho de que se veía demasiado segura en lo que respecta a nosotros, resultaba incluso molesto.

- ¿Es que tanto te desagrada como para no querer perder tu tiempo con ella? – dice con desdén, recordándome una de las cosas que no me gustaban de ella.

- No es nada de eso – digo sin pensar.

Es cuando ella me lanza esa mirada de “más vale que me des una buena explicación”, que me doy cuenta de mi error.

Si no lo remendaba, ésta discusión jamás terminaría.

- No me refiero a que me guste – ella se relaja visiblemente -. Sólo… sabes que no me gusta nada esto.

- Ya hemos hablado de esto miles de veces – dice con fastidio -. Es hora de que te muevas – me jala del brazo para que me levante.

Cuando estoy parado justo frente a ella, pone sus brazos alrededor de mi cuello y me besa.

- Ahora arréglate y ve con ella – cambiando su tono a algo más suave.

Me vuelve a besar, pero esta vez de forma más ardiente, recordándome lo que me esperaba al final.

Como si pudiera olvidarlo.

Una vez se suelta, demasiado pronto para mi gusto, ya que sólo podía pensar en tomarla de nuevo y buscar un lugar en el cual apoyarla, ella mi gira hacía la salida, mostrándome sin palabras lo que debía hacer.

Siempre era así con ella, sabía cómo hacer que olvidara todo excepto tenerla.

 

De nuevo frente a su puerta.

Esta vez habíamos asistido a la inauguración de unos de los antros más esperados. Algo más a sumar a la lista de las cosas que a ella le gustaba hacer. O al menos eso pareció, debido a que casi no se sentó en toda la noche.

Incluso había conseguido que bailara mucho más de lo que acostumbraba hacer para satisfacer a mis acompañantes, ya que era de los que prefería quedarse en la mesa bebiendo.

Pero a pesar de que los pies me estaban matando, había sido divertido.

Así que ahora ahí estaban, al final de la velada.

Como habituaba, la acompañé camino a su puerta sin idea de qué hacer para apresurar las cosas.

- Por lo visto conoces todos los antros de la ciudad – dice parándose en el escalón frente a su casa.

- No sólo los de aquí – le doy mi habitual sonrisa.

- Ah. Me presumes – se cruza de brazos sin poder disimular su sonrisa –. Es bueno verte más relajado - comenta de repente, sacándome de balance.

- ¿Acaso insinúas que no lo soy? – pregunto intentando sonar ofendido.

Lo cual realmente podía estarlo. Me sorprende que tenga una opinión así de mí después de todos los lugares a los que hemos ido.

Seguro se debía al hecho de estar tan lento con ella. Eso espero.

- De hecho lo afirmo – me da una sonrisa ladeada, de esas que acostumbra dar cuando me quiere tomar el pelo, o como ella dice, demostrarme que sabe más de lo que quiero admitir -. Siempre estás todo estirado. Necesitas relajarte más. Me sorprende que salgas a todos estos lugares, y por lo visto seguido ya que saben tu nombre, pero como que siempre estas cuidando cada movimiento que haces. Definitivamente te está afectando el estar rodeado de gente mayor, por no decir otra cosa – sabía que se estaba burlando de mí.

Tenía parte de razón, pero se burlaba.

Sí, no había pensado nada más que divertirse mientras lo había obligado a seguir bailando con ella, pero eso no quería decir que… bueno, que lo que ella dijo sea verdad. Y podía demostrárselo.

Así que estirado.

- Eso no es verdad – contesto aparentando indignación, dejando a un lado a mi cerebro, antes de sonreír –. Y te puedo demostrar lo “relajado” que puedo ser.




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