El Legado

Capítulo 12

Ya era noche cuando fui a dejarla a su casa.

Pasamos mucho tiempo en el agua antes de que decidiéramos salir a tomar un bocado debido a que habíamos quedado hambrientos. Por lo que terminamos arrasando con todo lo que llevé.

- Espero que te haya gustado lo de hoy.

- Pensé que eso había quedado muy claro – dice mientras me colocaba los brazos alrededor del cuello, aprovechando la ventaja de estar en el escalón y así quedar a la misma altura.

- Sólo confirmaba – sonrío antes de besarnos -. Entonces, nos vemos mañana – le recuerdo una vez que alejo un poco la cara de la de ella.

- Sí. Mañana – vuelve a besarme, esta vez demorando más tiempo -. Nos vemos – ahora ella hoza terminar el beso ganándose un gemido de protesta por mi parte.

- Nos vemos – le doy un último beso rápido antes de alejarme para que pueda entrar a su casa.

Después de asegurarme de que esté dentro, regreso al auto.

Me siento relajado, las cosas resultaron ir mejor de lo que había esperado. Y la reacción de Ángela después de ello… sólo puedo decir que fue increíble.

De nuevo siento que alguien me observa desde atrás cuando estoy a punto de abrir la puerta. De inmediato me giro para ver si esta vez lograba ver algo, pero de nuevo, no había nadie.

Esto no me estaba gustando. En más de una ocasión me he sentido asediado, pero por más que lo pienso, la única explicación que encuentro es la culpa. Sólo que algo no se sentía bien. No sabía cómo describirlo, pero era como si tuviera un mal presentimiento sobre todo esto.

Meneo la cabeza para despejarla un poco antes de entrar en el vehículo.

Ya estoy pensando puras estupideces.

El problema es que la sensación seguía ahí. Reviso los espejos, el retrovisor, no había nadie. Me reconforto con que pronto llegaría a mi departamento y todo estaría bien.

Seguía repitiéndome lo mismo una y otra vez, sin lograr deshacerme de esta inquietud. No es hasta que cierro la puerta de mi departamento, que me siento un poco mejor.

Camino rumbo a mi habitación. Necesitaba un baño para relajarme por completo.

No es hasta que estoy dentro que veo una figura sentada en mi cama.

Diablos.

- Ya era hora.

Incluso oírla me hace retroceder un paso, no es hasta que reconozco la voz que respiro con alivio.

- Maite – suelto el nombre con un suspiro.

Todo este remordimiento me estaba convirtiendo en un cobarde, por lo visto. Antes jamás me había pasado algo así.

- ¿Quién más podría ser? – dice en tono de broma, pero sabía por su cara, que no estaba del todo de humor.

- No. Nadie.

Me dejo caer a un lado de ella en la cama. De repente me sentía exhausto.

Debería intentar encerrar mi conciencia en algún lado si quería seguir con esto.

Me froto los ojos que empezaban a cerrárseme.

Maite se acomoda detrás de mí y comienza a masajearme los hombros. Eso se sentía muy bien.

- ¿Y qué tal te fue?

Claro que venía por eso. Ella estaba enterada de cuál era el propósito del paseo. Incluso podría estar sorprendido que no mostrará más animo debido a que era la más interesada en el asunto, si no estuviera tan cansado como para sentir algo más.

No es que no quisiera estar con ella por fin. Sólo que era obvio que era el único a quien le importaba lo que le estaba haciendo a Ángela.

Y ahí están de nuevo los remordimientos.

A este paso sería tan voluble como una mujer embarazada.

- Ella aceptó – me inclino un poco hacia al frente para que tenga un mejor acceso.

- ¿Y cuándo es la boda? – la sonrisa podía notarse en su tono.

- No sé – menea la cabeza mientras masajea su cuello. Ni siquiera había pensado en ello. Sólo se había concentrado en la propuesta, no en fijar la fecha -. No lo hablamos aún.

- ¿Qué? ¿Por qué no? – para mi desgracia, deja de masajear -. Tuvieron demasiado tiempo para hablarlo, o ¿qué otra cosa les pudo llevar todo el día? – pregunta con recelo.

Y es ahí cuando recuerdo que habíamos acordado vernos una vez hubiera dejado a Ángela en su casa, lo cual habían supuesto sería más temprano. Ahora entendía bien su mal humor. Pero ya que ella había dispuesto todo este plan, tendría que enfrentar todo lo que ello contraía.

- Tampoco es como si le hubiera hecho mi propuesta apenas salimos de su casa – me levanto -. También tuve que convencerla de aceptar a pesar del poco tiempo que llevamos juntos – ella hace una mueca al oír las dos últimas palabras.

Si, ella debía enfrentar todo lo que conllevaba que tuviera una esposa, pero de ninguna manera le diría que había estado haciendo toda la tarde.

- Ahora resulta que se hace del rogar – dice con desdén.

- No sabes lo que dices.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.