El Legado

Capítulo 14

- Buenos días – Ángela susurra en mi oído, despertándome con un beso en la boca.

Al abrir los ojos la veo sentada a mi lado usando una de mis camisas.

- De haber sabido que así sería el matrimonio no hubiera tardado tanto en proponértelo – me estiro un poco.

- Todo dependerá de cómo te portes.

Vuelve a darme otro beso en la boca, sólo que esta vez estaba despierto por completo, así que la tomo entre mis brazos, rodando con ella hasta dejarla debajo de mí.

Las cosas comenzaban a ponerse interesantes, hasta que al estúpido celular se le ocurre sonar.

- No era para eso que habías invitado a los del trabajo – bromea cuando dejo salir un resoplido de frustración -, para que supieran que estarías de luna miel, y por lo tanto, no disponible.

- Eso creí – le sonrío antes de tomar el celular del buró.

Al ver el identificador me levanto haciéndole seña de que sólo me tomará un momento, antes de alejarme para contestar en el balcón.

- ¿Bueno?

- Hola amor – dice Maite.

- Hola. ¿Qué pasó? – pregunto sin dejar de estar al pendiente de donde se encontraba Ángela. No quería correr el riesgo de que escuchara algo.

- Sólo que te extraño.

- Igual yo.

Se siente tan extraño responderle mientras mi esposa me esperaba al otro lado de la habitación.

Ángela me atrapa viéndola, así que le sonrío y hago como si la llamada fuera un fastidio.

- Me muero de celos sabiendo que estás con ella en estos momentos.

- Mira, a mí tampoco me gusta esto…

- Pero sé que al final todo saldrá bien, y podremos estar juntos – me corta de inmediato con su tan recurrente frase, que cada vez sonaba más vacía para mí.

- Si – sabía que sería inútil discutir, y menos en estos momentos.

- Vuelve pronto. Nos vemos.

- Adiós – cuelgo.

Lo último que necesitaba para avivar el ambiente era un recordatorio de todo lo que me esperaba.

Así que regreso al interior, donde mi esposa seguía recostada en la cama, sólo que necesitaba un baño para despertar del todo.

- ¿Todo bien? – pregunta cuando ve hacia donde me dirijo.

- Sí. Sólo unos detalles, ya sabes cómo es esto – le digo abriendo la puerta del baño -. Deberíamos salir a almorzar. ¿Qué se te antoja?

No esperé por su respuesta antes de cerrar la puerta, pero si logré ver el resoplido de decepción que ella da sin que supiera que la observaba.

Sabía lo que eso significaba. El momento se había perdido.

 

Al regresar a la habitación, de inmediato me dejo caer sobre la cama. Mis pies me estaban matando.

Habíamos acordado que hoy iríamos a conocer los lugares que nos habían recomendado en la recepción. Sabía que sería mejor hacerlo los primeros días antes de que la idea de recostarse en la arena nos hiciera olvidarnos de la oportunidad de recorrer la ciudad.

Daniel, por su parte, hace lo mismo que yo, quedando recostado a mi lado.

- ¿Cansada? – pregunta.

- Definitivamente – asiento.

- ¿Muy cansada? – pregunta ahora con voz sugestiva, y por si no me hubiera quedado claro el mensaje, con sus dedos recorre mi brazo.

Giro la cabeza para verlo, y sólo eso me basta para estar del mismo humor. Había veces en las que sentía que no podría negarle nada a este hombre.

- No tanto – le sonrío después de girarme hacia él.

Como si fuera un resorte, de inmediato se lanza hacia mí, eliminando cualquier espacio que hubiera entre nosotros. Pero antes de que lograra hacerlo, me levanto en busca de mi maleta.

Aún no habíamos tenido tiempo para desempacar, así que casi todas las cosas, a excepción de las que requerimos esta mañana como la ropa que llevábamos y los útiles de aseo personal, seguían guardadas.

- ¿Qué haces? – dice de rodillas sobre la cama mientras me veía escarbar en la maleta.

- Sólo me tomará un minuto – le aseguro.

De inmediato encuentro las pastillas anticonceptivas, ya que las había puesto en un compartimiento especial para su fácil acceso.

Voy por un vaso de agua, pero Daniel interfiere en mi camino.

- ¿Qué haces? – estaba parado justo enfrente, bloqueándome el paso.

- Sólo voy a tomarme la pastilla – contesto mostrándole la caja de los anticonceptivos.

- No los necesitas – trata de tomarlos pero los alejo.

- ¿De qué hablas? Claro que los necesito – no muy segura de sí estaba bromeando o no.

- Sólo digo que no tenemos la necesidad de ello.

No tenía ni idea de lo que hablaba. Y el que se viera tan tenso, como si algo no me estuviera diciendo, no ayudaba.




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