El Legado

Capítulo 19

- Hola.

- Hola – le contesto.

Daniel está aquí. Esta vez ni siquiera tuve que decirle que lo hiciera, lo hizo por iniciativa propia, lo cual es gratificante ya que tenía tiempo sin hacerlo sin una llamada mía previa.

Pero esto sólo me confirma que mis temores son mal infundados. Claro que me quiere sólo a mí, no sé en qué estaba pensando al dudarlo.

Supongo que el cambio en su comportamiento bien se debe a la culpa. Lo ha dicho miles de veces, sólo que al verlo cada vez más frío me hizo entrar en pánico.

Una prueba de que no debería dudar, como lo fue la llamada que recibí en la madrugada, donde se notaba que me necesitaba; bien pudo ayudar a reforzar mi determinación de que era mío, sólo mío.

- Pasa – lo llevo hacía el sillón. Parecía algo ausente. Seguro no ha sido un buen día.

Ya que lo tengo sentado, me coloco sobre sus piernas mientras le acaricio el cabello, y comienzo a besar su mandíbula, tratando de que se relaje.

Podía sentir que seguía tenso, así que opto por ir hacia su punto débil, su oído.

Por supuesto que el escalofrío que percibí por su parte, me anima a continuar, sólo que no quería hacerlo aquí. Mejor sería subir a mi habitación.

Así que me levanto, tomo su mano y lo llevo hacia las escaleras.

El problema es que él se detiene antes de subir el primer escalón.

- ¿Qué pasa? – pregunto después de un segundo intento de jalarlo hacia mí -. ¿Cuál es el problema?

- No sé. Sólo siento que no deberíamos hacer esto.

Sus palabras me caen como un balde de agua helada.

- ¿Es que ahora resulta que no quieres serle infiel a tu esposa?

Esto no puede estar pasándome.

- No es eso…

- Bien. Pues explícate – me cruzo de brazos para intentar detener el temblor que sentía.

- Mira – dice después de tomar aire. ¿Es que acaso es tan difícil explicármelo? -. No me gusta que nos veamos así. Te estoy poniendo en una situación que no me agrada para nada. Hacerte mi amante no es algo que me guste. No te lo mereces. No quiero esto para ti.

Entonces no es que me quiera abandonar.

Eso me tranquiliza. Claro que me quiere a mí, sólo no quería hacerme daño. De nuevo estoy viendo cosas donde no las hay.

- Yo quiero estar contigo. No me importa la forma mientras que estemos juntos.

- Que sea hasta que todo esto termine, ¿de acuerdo?

- ¿Estás seguro de que sólo es eso? – una alarma vuelve a sonar en mi cabeza. Talvez me estaba volviendo paranoica.

- No me gusta arrastrarte a esto. Por eso debemos esperar.

- ¿Hablas de no vernos hasta que… - ya que sus reacciones cuando hablaba de la muerte de esa mujer no eran muy buenas, decido plantearlo de forma diferente – toda esta situación termine? ¿No poder hablarte, escuchar tu voz? ¿Verte?

- Sólo omitamos esto. Podremos vernos, hablar, si quieres, sólo no hagamos nada que te defina como mi amante.

- Todo esto se está complicando.

- No será para siempre – me toma de la cabeza para poder besarme -. Todo saldrá bien.

Por un momento me parece ver miedo reflejado en su cara, pero sólo dura un segundo, que dudo que haya entendido bien.

Sólo está preocupado por mí.

 

- ¿Pasa algo malo?

Desde que había vuelto de la oficina, lo noté extraño. Y ahora, que estábamos en la cama, tratando de animarlo, él parece rehusarse a ceder.

- Pensé que debía pasar más tiempo para que comenzaras a aburrirte de mí – intento bromear, pero algo que veo en él no me gusta.

- Eso sería muy difícil – dice sin mucho ánimo -. Sólo estoy cansado, es todo.

- ¿Las cosas han estado muy duras?

Ahora que sé que no está de ese humor, me acomodo para sentarme en mi lado después de que estaba casi encima de él.

¿Debería preocuparme?

Dicen que cuando un hombre ya no quiere sexo contigo es porque ya no le interesas, o tiene a otra.

- Sí. Al parecer este nuevo giro que se quiere tomar, es mucho más complicado de lo que creíamos.

- ¿Quieres hablar de ello?

- No – me da una pequeña sonrisa -. Lo último que quiero es pensar en ello, sólo necesito descansar.

- Está bien.

Cuando veo que me da la espalda, acomodándose para dormir, hago lo mismo.

Algo me dice que las cosas no están bien. Había algo en su expresión que no terminaba por convencerme.

- ¿Ángela? – dice de repente.

- ¿Si? – pregunto esperando que cambie de opinión. Después de todo, acordamos tener un bebé pronto.




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