El sol apenas asomaba por el horizonte, tiñendo de rojo las montañas que rodeaban el Valle de Ilda. La brisa fría de la madrugada acariciaba las pieles de los habitantes que, aún somnolientos, se preparaban para el día que, aunque común para muchos, sería el inicio de una nueva era para algunos.
En la aldea de Ekhra, las historias sobre las 7 Llamas se contaban con susurros y miradas cautelosas. Era un tema que, por generaciones, había quedado relegado al olvido, o al menos eso creían aquellos que habían preferido mantener la paz. Sin embargo, en el corazón de la joven Lira, algo diferente crecía. Algo que la conectaba con un pasado que ni siquiera ella comprendía del todo.
Lira despertó antes de que el gallo cantara, como lo hacía todas las mañanas. Su madre, una mujer de carácter fuerte y ojos sabios, siempre le decía que la luz de la primera llama era el que guiaba a los elegidos. Aún siendo una niña, Lira había sentido en su interior esa conexión, como si las antiguas fuerzas de fuego y sombra que habían marcado la historia de su gente también hubieran marcado su destino.
—Hoy será el día, Lira —le había dicho su madre la noche anterior, mientras tejían juntas en la penumbra de su cabaña—. La primera llama ha despertado, y con ella, el eco de los antiguos guardianes.
Lira no entendía completamente las palabras de su madre, pero había algo en su mirada que la inquietaba. Algo que le decía que este día no sería como los demás.
Al salir de su casa, la joven caminó entre los árboles, dejando atrás la aldea que parecía seguir dormida. Su corazón latía con fuerza, y una extraña sensación recorría su piel, como si el viento le susurrara algo que no alcanzaba a entender. El antiguo templo de las llamas, una estructura en ruinas que se erguía en lo alto de una colina, era su destino. Allí, las leyendas hablaban de los primeros fuegos que fueron desatados por los dioses. Cada llama representaba una de las fuerzas fundamentales de la naturaleza: agua, tierra, aire, fuego, luz, oscuridad y espíritu.
La gente temía que al despertar las 7 Llamas, el equilibrio del mundo se alterara. Algunos creían que serían liberados de un destino trágico, otros pensaban que todo sería consumido por la furia de las llamas. Nadie sabía con certeza qué sucedería cuando se desataran en su totalidad, pero todos coincidían en una cosa: el despertar de la primera llama, en este preciso instante, significaba el principio de algo que cambiaría la historia para siempre.
Cuando Lira llegó al templo, lo que encontró la dejó sin aliento. La piedra central del altar, un enorme monolito que se había mantenido frío y muerto durante siglos, resplandecía con un brillo rojizo. Un fuego suave, casi imperceptible, emanaba de él, como si el mismo corazón del mundo estuviera latiendo. Su instinto la impulsó a acercarse, sin poder evitarlo.
De repente, una voz profunda resonó en su mente. No era una voz humana, sino algo mucho más antiguo, algo que provenía de las entrañas de la tierra misma.
“Has llegado, Lira. La primera llama ha despertado. El legado de fuego es ahora tuyo, y con él, la responsabilidad de despertar las demás. El destino del mundo está en tus manos.”
Lira retrocedió, el miedo apoderándose de su cuerpo. La voz había sido clara, pero su significado la dejaba perpleja. ¿Qué quería decir? ¿Ella, una simple aldeana, tenía que despertar las otras llamas? ¿Qué implicaba realmente esa responsabilidad?
Antes de que pudiera procesar completamente lo sucedido, una sombra se deslizaba entre los árboles cercanos, como un espectro. Una figura encapuchada se acercó rápidamente hacia ella, sus pasos ligeros y silenciosos. Lira se tensó y, sin poder evitarlo, tomó un pedazo de madera que encontró en el suelo.
—No temas —dijo la figura en voz baja, levantando la capucha y revelando un rostro familiar. Era su madre, pero algo en ella había cambiado. Su mirada, antes cálida y maternal, ahora estaba llena de una determinación inquebrantable—. Sabía que llegaría este momento, hija mía. El tiempo ha llegado.
Lira la miró, confundida, sin saber si podía confiar en lo que veía.
—¿Qué está pasando? —preguntó, su voz temblando.
La mujer asintió lentamente.
—Lo que temíamos ha comenzado, y no hay marcha atrás. El legado de las 7 Llamas se ha despertado. El primer fuego, el de la vida, ha comenzado a arder. Ahora, solo queda una cosa por hacer: preparar el camino para las siguientes. El equilibrio del mundo depende de ello, y tú eres la única que puede asegurarse de que no todo se pierda.
Lira sintió cómo la gravedad de sus palabras caía sobre ella, pesada y abrumadora. No había vuelta atrás. Ella, que había crecido como cualquier otra joven del valle, ahora debía cargar con un peso que ningún ser humano debía llevar. Pero en su interior, también sentía la chispa de algo más grande. Algo que la guiaba.
El eco del primer fuego resonó en sus venas. Y Lira supo que su vida, tal como la conocía, había llegado a su fin.
Y así comenzaba su viaje.
Este es solo el comienzo de la historia de Lira. La joven que, con la carga del fuego ancestral sobre sus hombros, deberá descubrir qué significa verdaderamente ser la portadora del legado de las 7 Llamas.