El amanecer llegó en silencio, pero la calma en el aire era engañosa. El sol se levantaba lentamente, como si también él temiera lo que estaba por ocurrir. Lira no pudo dormir esa noche. La voz de su madre, las palabras de la figura encapuchada, el brillo tenue de la primera llama… todo daba vueltas en su cabeza como un torrente imparable. El destino que le había sido revelado era tan vasto, tan inmenso, que no podía abarcarlo por completo.
Al amanecer, el viento se alzó con fuerza, y con él, un murmullo distante, como si la propia tierra intentara hablarle. Lira se levantó de su cama de paja, dejando atrás el cálido cobijo de su hogar. La aldea de Ekhra parecía tranquila, pero sabía que en su interior, algo profundo había cambiado.
—Madre —dijo en voz baja, al entrar en la pequeña cocina donde su madre, Taela, preparaba un sencillo desayuno—, ¿qué debo hacer ahora? ¿Cómo puedo despertar las otras llamas?
Taela la miró fijamente. Sus ojos, que siempre habían sido cálidos y tranquilos, ahora mostraban una dureza que Lira nunca antes había visto en ellos.
—La primera llama es solo el principio, hija —respondió Taela mientras su voz temblaba ligeramente, como si también ella estuviera luchando con lo que el destino les imponía—. Cada una de las 7 Llamas está guardada en un lugar diferente del mundo, custodiada por aquellos que han jurado protegerlas desde tiempos inmemoriales. Tu tarea no es solo encenderlas, Lira. Debes entender su poder, conocer su naturaleza y aprender a controlarlas.
Lira frunció el ceño, intentando comprender. No solo encenderlas… ¿entenderlas? Era un concepto que se le escapaba, pero había algo en la seriedad de su madre que la hacía creer que no podía dudar.
—¿Y quién me enseñará? —preguntó, su voz vacilante.
—Tú misma lo harás —respondió Taela, con una firmeza que hizo eco en el corazón de Lira—. El fuego dentro de ti es antiguo, pero aún no está despierto por completo. Necesitarás ayuda, pero la mayor parte de tu viaje será solitario. Escucha el viento, el agua, la tierra… todo en el mundo tiene algo que enseñarte, si sabes escuchar.
El viento, de repente, sopló más fuerte, como si la naturaleza misma quisiera responder a las palabras de Taela. La joven sintió la llamada en su pecho. Algo le decía que tenía que salir de allí, que no debía quedarse en Ekhra mucho tiempo más. El camino era largo, y el destino de su pueblo, de su mundo, dependía de las decisiones que tomara ahora.
Con una mirada decidida, Lira abrazó a su madre antes de salir corriendo hacia el claro del bosque, donde las primeras luces del día comenzaban a filtrarse entre los árboles. Su madre la observó desde la puerta de su casa, una sombra de preocupación en su rostro.
Lira llegó al borde del Bosque del Viento, donde las antiguas raíces de los árboles se entrelazaban con el suelo, formando figuras imposibles de comprender. El aire estaba cargado de una energía especial, como si algo invisible la estuviera observando, esperándola.
En ese preciso momento, el viento, que antes había sido solo una corriente suave, comenzó a moverse con más fuerza. Una ráfaga que parecía provenir de todas partes la rodeó. Lira cerró los ojos y se concentró en la sensación que la envolvía. No era solo aire. Era algo más, algo antiguo y poderoso, como el susurro de un alma eterna.
—Has llegado —dijo una voz suave, profunda, que parecía venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.
Lira dio un paso atrás, sorprendida, pero la voz no era amenazante, sino reconfortante, como si fuera un viejo amigo.
—¿Quién eres? —preguntó, con el corazón acelerado.
—Soy el viento, el primero de los elementos. Fui testigo del origen de las llamas, y ahora te guiaré en tu camino. Pero no temas, joven elegida. No estarás sola. Cada uno de los elementos te hablará a su tiempo, pero el viento es quien te guiará a través de los momentos más oscuros.
Lira respiró profundamente, dejando que el viento llenara sus pulmones. Cada palabra que escuchaba parecía imprimir un nuevo significado en su alma, como si su destino ya estuviera escrito en las estrellas.
—¿Dónde debo ir? —preguntó finalmente, con la voz firme, buscando en el viento la respuesta.
El viento pareció responder con un murmullo, y luego una brisa suave sopló hacia el norte.
—Hacia el Bosque de las Sombras —dijo el viento—. Allí encontrarás la siguiente llama. Pero no será fácil, Lira. El camino estará lleno de pruebas. Solo aquellos que son dignos pueden encender la llama de la oscuridad.
Lira asintió, sintiendo un peso en su pecho, pero también una extraña calma. Sabía que el camino sería largo y peligroso, pero no podía dar marcha atrás. La responsabilidad del mundo entero ahora descansaba sobre sus hombros.
Con una última mirada al bosque que la rodeaba, Lira dio un paso hacia el norte, hacia el Bosque de las Sombras. El viento, su primer aliado, la siguió, susurrando secretos antiguos en sus oídos.
La aventura de Lira había comenzado.
Y con cada paso, el fuego dentro de ella se avivaba, mientras la llamada de las 7 Llamas resonaba en lo más profundo de su ser.