El Legado de Fuego: Crónicas de las 7 llamas.

Capítulo 3: El Bosque de las Sombras

El viaje hacia el norte comenzó con el sol alto en el cielo, su luz dorada filtrándose entre las copas de los árboles mientras Lira caminaba a través del espeso bosque. El aire frío del amanecer se desvanecía, dejando paso a una brisa cálida que susurraba a través de las hojas. Pero a medida que avanzaba, la luz comenzó a desvanecerse, y un manto de sombras profundas se desplegó ante ella, como si el bosque hubiera decidido tragarse el sol.

El Bosque de las Sombras no era como los otros bosques que había recorrido en su vida. Aquí, los árboles se alzaban altos y retorcidos, sus ramas entrelazadas como si intentaran bloquear la luz. El silencio era pesado, solo interrumpido por los crujidos de la tierra bajo sus pies y los ecos lejanos de aves que jamás había visto. La sensación de ser observada se apoderó de ella, y el viento, su primer aliado, parecía haberse desvanecido, dejándola sola con el murmullo de su propia respiración.

—El viento… —susurró Lira, buscando consuelo en la única voz que le había hablado hasta ahora. Pero no hubo respuesta. En este lugar, incluso el viento parecía temeroso.

A cada paso, el aire se hacía más espeso, y las sombras se alargaban a su alrededor. No era solo la oscuridad lo que la inquietaba; había algo en este lugar que desbordaba el miedo ancestral, una sensación de estar atrapada entre dos mundos. El Bosque de las Sombras no era solo un espacio físico; era un lugar donde las líneas entre el mundo real y lo desconocido se difuminaban.

—¿Qué clase de lugar es este? —se preguntó en voz baja, aunque no esperaba respuesta.

A lo lejos, en el centro del bosque, un brillo rojo y lejano parpadeaba, como una chispa encajada en las profundidades de la oscuridad. El corazón de Lira dio un salto en su pecho. La llama. Sabía que era allí donde debía ir, pero algo en su interior le decía que no era un camino fácil. Nada relacionado con las 7 Llamas lo sería.

El suelo crujió debajo de sus pies, y una figura apareció de entre las sombras. Lira se detuvo en seco, un escalofrío recorriéndole la espalda. La figura era alta, encapuchada, con una capa de hojas y ramas que parecían moverse por sí solas, como si la misma naturaleza lo hubiera adoptado como uno de sus guardianes. Los ojos de la figura brillaban con un resplandor verde y frío, y al mirarlos, Lira sintió como si la estuvieran atravesando.

—¿Quién eres? —preguntó Lira, su voz firme pero temblorosa. El temor se instaló en su pecho, pero intentó mantener la calma.

La figura no respondió inmediatamente. En lugar de ello, extendió una mano hacia ella, señalando la oscuridad que la rodeaba.

—Este bosque es un espejo, joven elegida —dijo finalmente, con una voz que sonaba como el susurro de las hojas movidas por el viento—. Todo lo que enfrentes aquí reflejará lo que llevas dentro. Si no eres capaz de mirar tus propios miedos, jamás llegarás a la llama que buscas.

Lira frunció el ceño, desconcertada. ¿Miedos? ¿Qué tenía que ver eso con las 7 Llamas?

—¿Qué significa eso? —preguntó, un tanto desbordada por la inquietante sensación que la envolvía.

La figura levantó lentamente su capa, revelando su rostro. Era pálido, casi etéreo, y sus ojos verdes brillaban con una intensidad que la desbordaba.

—Este es un bosque de pruebas. La llama que buscas se encuentra más allá, pero solo aquellos que se enfrentan a sí mismos podrán alcanzarla. Tienes que atravesar las sombras de tu propio corazón. Si lo haces, la llama estará a tu alcance. Si no, te perderás para siempre entre las sombras.

Lira dio un paso atrás, sin saber qué hacer. El viento había regresado, ahora fuerte y persistente, pero en lugar de ser una fuente de consuelo, parecía traer consigo un aire de advertencia.

—¿Cómo puedo… enfrentarme a mis propios miedos? —preguntó, incapaz de ocultar el temblor en su voz.

La figura la observó fijamente durante un largo momento antes de responder con una sonrisa que no transmitía consuelo.

—Solo tú puedes saberlo. La oscuridad está dentro de ti, pero también lo está la luz. ¿Qué eliges ser, Lira? La sombra que te consume, o la llama que te guía?

Antes de que pudiera responder, la figura desapareció en la niebla, dejando a Lira sola en el espeso bosque. Un silencio absoluto cayó sobre el lugar, como si el mismo bosque hubiera dejado de respirar.

Lira se quedó quieta por un momento, procesando las palabras que había escuchado. La idea de enfrentar sus miedos, de mirar su propio corazón en busca de respuestas, le parecía una tarea abrumadora. Nunca había considerado que algo tan abstracto pudiera ser tan esencial en su viaje.

Con un suspiro, avanzó de nuevo, aunque su mente estaba llena de dudas. Cada paso la llevaba más profundo en la oscuridad del bosque, y con cada paso, la llama parecía acercarse, como un faro distante en la penumbra. Pero las sombras, siempre acechantes, no dejaban de rodearla.

De repente, el aire cambió. Un susurro, un lamento distante, comenzó a elevarse a su alrededor, como si las sombras hablaran entre sí. Las ramas de los árboles comenzaron a moverse de una manera extraña, casi como si tuvieran vida propia. Lira sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se detuvo. Sabía que debía seguir adelante.

Con el corazón latiendo con fuerza, Lira cerró los ojos y dio un paso más, enfrentándose a las sombras que la rodeaban.

—Lo haré… —murmuró para sí misma, su voz temblorosa pero decidida.

Era hora de enfrentar sus miedos.

Y, al hacerlo, encontrar la luz en la oscuridad.




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