El Legado de Fuego: Crónicas de las 7 llamas.

Capítulo 11: Garras de Humo

El grupo había avanzado durante casi dos días por el Paso de las Hojas Caídas. El bosque se volvía más oscuro a medida que subían. Las raíces eran más densas, los árboles más torcidos. Incluso el aire parecía más espeso, como si respiraran recuerdos ajenos.

—Estamos cerca —susurró Taren, revisando un grabado oculto en una roca partida—. El Templo debería estar al otro lado de este valle. Medio día de camino, si nada nos detiene.

Lira no respondió de inmediato. La presión en su pecho era cada vez más fuerte. Las llamas en su interior no temblaban por miedo, sino por advertencia.

—Nos están observando —dijo Kael de pronto, deteniéndose.

Taren tensó su arco. Naia se colocó detrás de Lira. El silencio cayó como una losa. Luego, se rompió con un susurro… no humano.

Del bosque emergieron figuras deformes, hechas de humo y hueso. Tenían cuerpos humanos pero con rostros cubiertos por máscaras sin ojos, y sus manos eran alargadas, afiladas, como garras de obsidiana. Sombras moldeadas por fragmentos oscuros.

—¡Prepárense! —gritó Lira, invocando la Llama del Espíritu.

Kael se lanzó al frente, extendiendo su sombra como una lanza que atrapó a dos enemigos. Naia levantó una ola que barrió a otros tres, pero estos se reformaban, como si el daño físico no los afectara por completo.

Taren disparaba sin fallar, pero por cada criatura que caía, dos más salían del bosque.

—¡No son normales! ¡No sienten dolor! —gritó.

Una de las criaturas alcanzó a Naia, desgarrándole el hombro. Lira la protegió con una pared de fuego líquido, pero en ese instante, otra figura apareció entre los árboles.

Vestía una capa gris y su rostro estaba cubierto con una máscara blanca rajada. Su sola presencia paralizó el aire. Extendió la mano y el humo se arremolinó, creando una prisión negra a su alrededor.

—¡Retirada! —ordenó Kael, pero fue tarde.

Un enjambre de sombras cayó sobre ellos como una nube viva. Lira logró mantenerse en pie, cubriendo a Naia. Kael luchaba a duras penas, pero…

—¡Taren! —gritó Lira.

Taren estaba siendo arrastrado por dos de las criaturas, envuelto en humo, su arco hecho pedazos. Alcanzó a mirarla una última vez antes de desaparecer en la neblina negra, sus ojos encendidos por una mezcla de rabia y miedo.

—¡TAREN! —gritó ella, corriendo tras ellos.

Pero el suelo tembló y una pared de raíces emergió, separándola. La figura de la máscara blanca desapareció junto con las criaturas, llevándose al joven con ellos.

El silencio volvió. Solo quedó el crujido del bosque y el leve sonido de la sangre de Naia goteando en la tierra.

Kael cayó de rodillas, jadeando.

—No lo mataron. Lo capturaron a propósito.

—Van un paso delante —murmuró Naia, débil.

Lira apretó los puños, el fuego chispeando en su piel.

—Nos quitaron a uno de los nuestros. Vamos a recuperarlo.

Su mirada ardía, más allá de cualquier llama.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.